Capítulo 56 «En los detalles reside el demonio»

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“Nada como un día libre” pensó Harlem con una sonrisa amplia, mirando los manchones que había en la pared. Luego miró a su alrededor, los sofás aruñados, con más pintura negra, todo aquello de vidrio ahora se reducía a pedazos sobre el suelo. El televisor de pantalla plana se encontraba con una enorme grieta justo en el centro, completamente inservible, los platos de cerámica hacían un lindo juego de colores en el lavabo del baño, y como si fuera poco, la bañera estaba llena de una sustancia amarillenta y mal oliente. Su trabajo estaba más que hecho, ahora un buen merecido café la esperaba en el centro.

Cruzó el pasillo hacia su departamento, al frente de donde se encontraba, su teléfono alumbraba una intermitente lucecilla roja, presionó un botón y escuchó los tres mensajes que tenía.

“Harl, soy Adrien, espero que me recuerdes, quería saber si podríamos salir hoy, espero que me devuelvas la llamada…”

“Harl, soy Adrien de nuevo, han pasado varias horas y aún no me respondes, si no quieres ir…sólo dímelo, ¿de acuerdo?”

“Harlem, lo siento muchísimo, debes pensar que te estoy acosando. Dejaré de llamarte ahora, ¿bien? Solo…olvídalo, que la pases bien.”

Harlem suspiró, mientras se quitaba los guantes de látex y los depositaba en la basura. Se rascó la cabeza, la peluca la estaba matando. Brokelle siempre le decía que era más fácil teñirse el cabello y seguir con la farsa, pero se negaba a la idea de arruinar su perfectamente sedoso cabello con químicos para hacerse rubia, el color rojo debía ser difícil de quitar y no estaba dispuesta a pasar por aquella faena.

Pero ahora tenía otro problema encima; y llevaba por nombre Adrien. Joder, ni siquiera se había esforzado en agradarle, ¿por qué de repente él se interesaba tanto en ella?. Por otro lado, no podía dejar de pensar en su increíble atractivo y lo bien que le vendría liberar un poco de…fermonas.

El teléfono sonó de nuevo.

“Harlem, lo siento, soy yo de nuevo, esta vez llamaba para…”

Harlem contestó al instante.

―¿Adrien? Lo siento muchísimo, no estaba en casa y acabo de recibir tus mensajes…

―Oh, claro, debí pensarlo…creí que me estabas ignorando.

―¿Cómo se te ocurre? Si la pasé genial…―Se llevó una uva a la boca, mientras saltaba y se sentaba en el mueble de cocina.

―Entonces, uh, ¿qué dices sobre la salida de hoy? Aún es temprano…

Harlem miró su reloj, eran las cuatro de la tarde.

―Seguro, ¿qué tienes pensado?

―Oh, será una sorpresa, ¿está bien si paso por ti a las cinco y treinta?

―Claro, no hay problema.

―Genial, te veré más tarde.

Harlem bajó del mueble y colgó el teléfono. Se dirigió al baño, sería una tarde…entretenida.

 

―•―

 

―Es ridículo, simplemente ridículo ―dijo Brokelle―, pagas una fortuna alquilando ese estúpido departamento y no pasas ni la mitad del tiempo allí.

―Ya te dije, es cuestión de independencia ―respondió Tom.

―Si “independencia” es el nombre de la rubia que vive frente a ti, tienes toda la razón.

Tom le miró directamente.

―¿La conoces?

―Vaya, y todavía lo preguntas. Claro que la conozco.

―¿Qué sabes de ella?

―Bueno, sé que no es Camille, así que deberías mantenerte alejado ―Tom sintió una punzada en el pecho, bajó la mirada―. Fue una de las pocas chicas que Caleb entrenó, aparte de Camille y yo, es un arma de triple filo, créeme, la Organización la tuvo escondida por mucho tiempo…hasta que murió Cam, decidieron hacerla conocer, Caleb no pierde tiempo por esas cosas, no puede mostrar vulnerabilidad.

―¿Eran muy cercanas? ―preguntó.

―Un poco más con Camille que conmigo, pero no del todo. ¿Sabes que quiero decir con esto?

―No realmente…

Brokelle dejó de picar las cebollas y se volteó.

―Que si tiene que matarte va a hacerlo, Tom. Sí, le guarda cierta lealtad a Camille, pero deberías saber que entre ella y tú, la decisión es bastante obvia. Si Caleb se da cuenta que vives frente a ella y no te ha matado, no durará en hacerlo él mismo, a ambos…Así que ahórrale el disgusto y mantente alejado.

―Sí, seguro…―Tom le dio un sorbo a su cerveza.

―Hablo en serio, Tom. Es hora de que lo dejes ir. Ha pasado un año desde su muerte y no has logrado absolutamente nada.

―No lo entenderías…

―¿Ah, sí?

―No puedo dejarlo ir, Brokelle. Ni aunque quisiera hacerlo, saber que ella existe y que me recuerde tanto a Camille…me hace sentir más culpable que nunca. Si alguna vez hubo chance de que me olvidara de todo esto y dejara de lado mi venganza, murió completamente el día que la vi. Ella…

―No es Camille ―terminó la frase Brokelle. Le miraba con compasión―. Será mejor que dejes esas cervezas y vayas a tu casa.

Tom asintió.

Se puso en pie, tomó sus llaves y se despidió de Brokelle con un beso en la mejilla. Justo cuando iba saliendo, Bill venía adentrándose.

―Wow, ¿manejarás en ese estado? ―preguntó al pasar al lado de Tom, cuyo hedor a alcohol era casi imposible de ocultar.

―Sí bueno, ¿qué se le va a hacer? Los veo por la noche…

Bill se le quedó mirando a Brokelle, quien solo se encogió de hombros. Tom bajó y se introdujo en su auto, el nuevo corvette. Decidió que era el mejor momento para probar su motor, de modo que pasó como un loco por las calles de Hamburgo, se saltó semáforos en rojo, se rió cuando los conductores le pitaron desaforados, y llegó a casa sano y salvo, aunque no del todo consciente.

Cuando descendía por el elevador iba hipando, y no fue hasta que abrió la puerta de su departamento, que sintió que el alcohol se disipaba por completo.

―¿Pero qué demonios?

Todo era un desastre, las paredes manchadas, había un asqueroso olor proveniente del baño, sus vasos y copas estaban hechas añicos en el suelo, el televisor tenía la pantalla quebrada, los sillones estaban rasguñados y manchados de pintura. Sobre la pared de enfrente, donde tenía un estante de libros, con brochazos de pintura se podía distinguir un par de palabras; “VETE”

Algo le decía que la rubia sexy de enfrente tenía algo que ver con aquello.

 

―•―

 

Aún estaba poniéndose los pendientes cuando escuchó la puerta del departamento. Se levantó, se miró efímeramente al espejo, y salió de su habitación a abrir la puerta, esperando ver a Adrien.

Era Tom.

―¿Qué haces aquí?

―Oh, no pretendas que no lo sabes ―Antes de siquiera darle espacio para entrar, Tom ya había caminado hasta la sala de estar, Harlem se le quedó mirando fijamente, sin expresión alguna, sosteniendo el pomo de la puerta en su mano―. Limpia mi departamento ―demandó―, ahora.

Harlem se echó una risilla que parecía más un bufido.

―Te dije que tendrías consecuencias, ¿no? Pues adivina qué…esta es la primera, y no será la única.

Tom sonrió de lado y arqueó una de sus cejas.

―Oh, ¿así quieres jugar, eh?

―Nadie dijo que esto fuera un juego.

―Pues lo tomaré así ―dijo Tom con frescura―, ¿sabes? No eres la única abriendo cerraduras por aquí.

Harlem apretó la mandíbula en una sonrisa fingida.

―Si tocas una sola cosa de mi apartamento…

―¿Y acaso solo los departamentos tiene cerraduras? Me especializo en autos, nena ―guiñó un ojo. A Harlem por poco le dieron arcadas.

―Atrévete a tocar mi auto y tomo tus bolas y las pongo en la puerta como adorno de tocador.

Tom sonrió.

―Tienes visita.

Al voltearse se encontró con Adrien, una sensación de calor la recorrió por completo, sintió sus mejillas sonrojarse. Lanzó un “Oh, dios” susurrado y sonrió forzadamente.

―Adrien, lo siento muchísimo. Pasa, por favor, el caballero ya se iba.

Tom se acercó a Adrien, se pusieron frente a frente, se miraron a los ojos con desafío. Aquello pareció un comportamiento casi salvaje a los ojos de Harlem. Se dieron un apretón de manos, amenazante.

―Adrien ―dijo él con voz ronca.

―Tom ―le respondió, sin soltarle la mano. Cuando lo hizo, agregó: ―¿Una cita?

―Así es.

Tom se volteó a Harlem.

―Vaya, nena, no sabía que estábamos viendo a otros ―La rubia abrió los ojos más de lo normal―. Aunque bueno, era de esperarse, no tenemos nada serio. Y no porque ella no quisiera, ¿sabes? Pero no soy un chico que pueda sentar cabeza. A decir verdad, ser amigos con beneficios ha sido lo mejor para ambos, ¿No, Harl?

La rubia no quiso ni responder. Mientras tanto, Adrien miraba a Harlem tratando de encontrar una respuesta.

―Creo que es hora de irme. Harl, te veo por la noche ―Lo último lo dijo con un tono demasiado cínico y desagradable. Conforme iba pasando al lado de la rubia, de pronto le dieron ganas de tomarlo del cuello y estrujarlo hasta que se tornarse morado. No lo hizo.

Cuando estuvieron finalmente solos, no supo qué decir.

―Joder, Adrien, él es…sólo es un vecino molesto.

―No creo que debas tomarte esas faltas de respeto como una broma, Harlem. Si realmente te molesta deberías hablar con la administración del edificio.

―Oh, créeme que lo he hecho, pero es imposible ―dijo ella. Adrien no le creyó mucho, sin embargo no insistió más.

―¿Nos vamos?

―En un minuto.

Harlem volvió a su habitación, mientras Adrien aguardaba en la sala y repasaba lo que acababa de suceder. Un par de minutos después, ella salió totalmente radiante, y pareció disipar por un instante lo bochornosa que había sido la situación con Tom. Adrien la tomó de la mano y la encaminó al auto, ella se sintió…ligeramente incómoda.

El pelinegro no falló en la elección del lugar. Era chic, tenía música bailable, pero algunos lugares escondidos para tomar algo y poder hablar sin necesidad de gritar. Un lugar ni demasiado formal, ni demasiado “quiero follarte”, perfecto para una segunda cita, si así se le podía llamar.

Tal vez fue allí mismo, cuando pensó tantas cosas en tan poco tiempo, cuando se dio cuenta que Adrien no despertaba ningún tipo de interés sentimental en ella. De cualquier otro modo le atraía, Adrien era ciertamente atractivo y como cualquier otra mujer, disfrutaba del ocasional olor de su colonia o el roce de sus manos varoniles, pero parecía quedar como un total objeto inerte en el momento en que abría la boca.

Y ella no ayudaba mucho, solo asentía o sonreía cuando él le preguntaba que porqué era tan callada. Adrien asumió que ella era tímida, lo cual, lo hacía estar irrevocablemente equivocada, pero siendo que Harlem era una persona totalmente ficticia, decidió dejar que tomase esa de ella. La rubia pensó en que le hubiese gustado conocerlo en otra circunstancia, como cuando no había conocido a Tom, o cuando conservaba su verdadero nombre; Camille.

No supo cómo, pero acabaron besándose. Un beso aburrido, pensaba, no era culpa de Adrien. Su lengua se movía bien, sus labios lo hacían al mismo ritmo, la tomaba con fuerza pero sin lastimarla, la tocaba en los lugares correctos y olía bien. Sin embargo, aún tenía los ojos abiertos, fijándose ceñidamente en la botella de vino que había frente a ella. Asumió que eso ayudaría un poco.

De modo que se separó de él y le pidió un vaso de vino mientras ella iba un segundo al baño. Cuando volvió la copa le esperaba rebosante con un color a cereza que se le apetecía casi como una botella de agua después de un maratón.

El resto de la noche fue un momento casi premeditado. No hizo falta decirle que se quedase en su departamento, Adrien asumió su rol muy bien esa noche y pensó debía ser recompensado, mientras tanto Harlem pensaba en que tal vez, sería la manera perfecta de quitárselo de encima. Una noche de sexo insignificante, probablemente le quitaría cualquier interés restante sobre ella, y dejaría de llamarla.

El sexo fue tan decepcionante como todo el resto de la noche. Y de nuevo, no fue culpa de él. Continuaba pensando en lo afortunada que se sentiría cualquier chica de estar con él, pero simplemente no era su caso. Lo peor de todo era que Adrien parecía ajeno a la situación, como si de alguna manera le gustase ser un ente puramente sexual a los ojos de Harlem, quien para evitarlo de que hablase lo besaba en cada oportunidad que se le diese. El momento culminante fue que al dormir, intentó abrazarla. Harlem no pudo descansar en lo que restó de la madrugada.

Por la mañana, cuando se levantó y no le vio en la cama, pensó por un momento ―y se sintió aliviada―, que Adrien se había marchado temprano. Hasta que el olor a café le inundó las fosas nasales.

Se levantó y se dirigió a la cocina, lo vio muy entretenido preparándole el desayuno acompañado de un viejo disco de Robben Ford, se quedó apoyada en el marco de la puerta hasta que él reparó en su presencia.

―¿Huevos? ―le preguntó con una sonrisa de medio lado, mientras vertía uno en un platillo con unas rodajas de pan. Harlem asintió.

Y así pensó en lo difícil que sería deshacerse de él. Sin darse cuenta, pronto estaría envuelta en una relación y no se sentía preparada para ello. No con Tom viviendo justo enfrente. De pronto se le quitaron las ganas de comer.

Se ducharon juntos, otros veinte minutos echados a la basura. Cuando estaba despidiéndose de él en la puerta, vio a Tom salir del elevador y dirigirse a su casa. Apenas abrió la puerta, pudo darse cuenta de que aún estaba hecho un desastre. Adrien la tomó de la cintura y le dio un beso prolongado, se dio cuenta de que lo hacía únicamente para restregárselo en la cara a Tom. Le pareció patético.

La soltó y miró a Tom amenazante, luego le dijo a Harl:

―Te llamaré apenas llegue.

Ella asintió con una sonrisa forzada, y pensó en desconectar el teléfono. Le esperó hasta que tomó el elevador, y justo cuando iba a cerrar la puerta, Tom le dirigió la palabra.

―Aún espero a que arregles mi departamento.

Harlem le lanzó una mirada fulminante y cerró la puerta con fuerza.

 

―•―

 

Por la tarde, Tom decidió que estar en su propio departamento era una mera expiación a la que se sometía sin sentido alguno. No tenía las fuerzas para arreglar un desastre de tal magnitud, pero tampoco podía ignorarlo. Ver el mensaje que Harlem había dejado en su pared solo le hacía dudar constantemente, dudar sobre si lo que estaba haciendo era lo más sano para él.

Pensó en Camille, sintió que el pecho se le estrujaba, así que decidió salir. El bar más cercano quedaba a un par de cuadras.

Se sentó en la barra, pidió un trago fuerte, no estaba dispuesto a esperar a que las cervezas le hicieran efecto. Dio dos grandes sorbos, estaban pasando videos de música en la pantalla.

Un par de minutos después, vio sentarse a un taburete de distancia a un hombre muy bien vestido para desahogar sus penas en un bar de no muy buen renombre. Llevaba traje, sin corbata, le daba un toque informal, el cabello castaño corto y probablemente la misma estatura de Tom. Pensó que verlo tanto podría hacerlo pasar por un acosador o algún tipo de persona sin espeluznante, pero trataba de descifrar porque su rostro se le hacía extrañamente familiar.

Cuando el chico se volteó y encontró a Tom viéndole ceñidamente, solo se echó una sonrisa. Tom se sintió ligeramente avergonzado.

―Tomaré lo que sea que él esté tomando ―respondió al bar tender, señalando la copa de Tom. Un tiempo después le dio un sorbo a su pedido y se dirigió a Tom:

―Es un poco fuerte, ¿no crees?

Tom le miró extrañado, parecía…amable.

―Fuerte es lo que necesitas para matar a tus viejos demonios.

El castaño sonrió, luego dijo en tono sugerente:

―¿Mujeres? ―Tom no respondió, así que agregó:―, al menos ese sí es el demonio del que me tengo que encargar yo.

Tom le volvió a mirar fijamente. Y asumió un rol un poco más protagónico, ya que haber sido completamente retorcido al verle como un acosador no le había hecho ser menos simpático, decidió que no haría nada mal hacer una nueva amistad.

―Mujeres, ¿quién las entiende? ―bufó Tom alzando su copa, lo último lo gritó justo cuando pasaba una chica a su lado, como si estuviese reclamándole―. Mi chica está muerta ―dijo de súbito, se volteó hacia él, y preguntó:― ¿Y tu problema, cual es?

―Yo estoy muerto para ella ―respondió el hombre, su sonrisa era distinta―. Es como si…no quisiera verme, ¿sabes?...le doy todas las pistas para que sepa que estoy a su lado, y ella simplemente las ignora. Pero pienso recuperarla ―dijo, dando un sorbo a su trago―. Creo que entenderías si te digo que si no es mía, no será de nadie.

Tom sintió un escalofrío. Recientemente caía en cuenta que ya no los separaba un taburete. Le veía más cercano, y sin embargo, aún no podía descifrar a quién le recordaba.

―¿Nos hemos visto antes? ―preguntó entonces, rendido ante la curiosidad. El chico sonrió.

―No lo creo ―respondió.

―Soy Tom…

―Un placer, George Listing ―dijo el castaño, y estrechó su mano.

 

 

Cage the Elephant - Back against the wall.

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13 Response to Capítulo 56 «En los detalles reside el demonio»

13 de noviembre de 2012, 7:32 p. m.

¡Qué duelo Berrÿ! Pero bueno, Harlem está jugando con fuego con Tom, él le ha tenido paciencia, pero todo tiene un límite... Mira que destrozar su apartamento...

De plano Harlem anda mal, ni siquiera la follada le ha gustado.

Y Brokelle, seguro que no se aguanta las ganas de decirle a Tom, jajaja. En un despiste se le escapa.

Más, más, más Berrÿ!
MIL GRACIAS!
[A ver si en esta ocasión si sale mi comentario...]

21 de noviembre de 2012, 8:38 a. m.

Berry!! Gracias, gracias, gracias.. quiero que sepas que siempre estaremos aqwui esperando hasta que por fin termines, no importa el tiempo que pase. Cada capitulo es extremadamente bueno. No sé como lo haces, dejar la historia y retomarla. GEORG VIVO!!!! Me estas matando, esperamos verte mas seguido. Un beso.

the flacks
30 de noviembre de 2012, 12:24 a. m.

waaaaaaaaaaaa, no se puede poner mas bueno!!!, georg esta vivo!?, esto va ser uan batalla!. tienes que seguirla!, esta muy interesante!!!, muy bueno este fic :3

19 de diciembre de 2012, 2:56 p. m.

OH SHIT!!!
Ahora si se va a poner bueno, siga espcribiendo cabrona que ya me puse al día...

Anónimo
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Anónimo
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