Capítulo 14 «Peligro que embelesa»

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Tom despertó a la mañana siguiente, muy temprano para su gusto. No quiso ver el reloj, pero sabía que no podría ser más tarde de las nueve de la mañana. Parpadeó varias veces al tiempo que se incorporaba, y bostezando y estirando sus extremidades entró al baño de la habitación.

El lavabo era de mármol, y un gran espejo le hacía ver su reflejo y su rostro cansado. Abrió el grifo para refrescarse un poco, y después de lavarse el rostro y cepillarse los dientes, se percató de la presencia de unos frascos en el lavabo, de color amarillento y con etiquetas blancas. La curiosidad se le encendió tan rápido como una bala, y no tardó mucho en tomar los frascos y elevarlos para poder leerlos.

Aquello hizo que el simple hecho de tragar saliva, se le hiciese dificultoso. De repente un recuerdo se le vino a la cabeza, veía a su padrastro tomar una de esas pastillas en la oscuridad, para tratar de dormir. Su madre no quiso explicarle, era muy pequeño para entender lo que sucedía.

Varios años después, Tom se dio cuenta de que Gordon tomaba esas pastillas para sobrellevar una ansiedad que se daba por un trastorno de estrés postraumático, aunque no sabía qué acontecimiento había llevado a ello, darse cuenta de que Camille las tomaba, le daba la certeza de que ella probablemente también había vivido una experiencia horrible.

Y de pronto se veía a sí mismo preocupado sobre qué había llevado a Camille a eso.

Con los frascos aún en la mano, se dirigió a su maleta que yacía al lado de la de Camille, y de allí sacó su laptop. Rápidamente tecleó el nombre de las píldoras para obtener más información sobre lo que Camille tomaba. De pronto la puerta se abrió, y Camille entró sosteniendo con ayuda de su hombro un teléfono celular, mientras hablaba con un tal Evan, que Tom no desconocía del todo.

―Sí, te veo en veinte minutos ―decía Camille mientras buscaba algo en su maleta―. No, Broke no irá, está enferma ―continuaba sin prestar atención a Tom―. Sí, sí, ya voy para allá ―Terminó la llamada.

Tom continuó mirándola, a pesar de que ella no le prestaba atención, y solo le importaba encontrar lo que buscaba en su equipaje. Ella finalmente dejó de ver su maleta, y posando sus brazos en su cintura, echó un vistazo rápido a toda la habitación.

―¿Has visto mi…? ―Se calló al ver hacia el frente―. Olvídalo, ya lo encontré.

Tom logró retener el frasco de píldoras escondido entre sus sábanas. Tenía cierta sospecha de que si Camille se daba cuenta que los tenía, no le iba a agradar. Minutos después ella salió de la habitación sin decir nada, volvería hasta la noche, probablemente.



—●—

Camille se adentró en el galerón, y se encontró con Evan hablando con uno de los empleados. No fue necesario hacer algún tipo de intervención cuando sus tacones hicieron eco al entrar, y los dos se voltearon para clavar su mirada en ella.

―Tienes suerte de que Carter aún esté vivo ―le dijo Evan, a lo que Camille hizo caso omiso―. ¿Ya estás segura de que esos bastardos están muertos?

―No vine aquí a discutir contigo ―repuso Camille―. Dime lo que tengas que decime para salir de esto rápido.

Evan se echó aun risa al tiempo que le extendía una carpeta. Camille le echó un vistazo rápido, de todos modos ya sabía de quién se trataba. Lo había visto hacer negocios con Caleb, y era eso probablemente por lo que ahora, era tiempo de eliminarlo. También, se sospechaba que era el tipo que estaba desenmascarando los crímenes de la Organización, de modo que había muchas razones para que Camille lo matase sin ningún tipo de compasión, pero había una en particular, que le hacía querer tenerlo en frente y eliminarlo tan rápido como pudiese. Él la conocía, pero no tan bien, lo único que sabía era que era la hija de Caleb, y que era una de las mejores asesinas a sueldo de Alemania. Varias veces había intentado coquetear con ella, y era simplemente repugnante.

―Quiero ir a su casa ―dijo de pronto la pelirroja. Evan le miró como si lo que recién había dicho fuese un disparate.

―¿Estás loca? ―preguntó frunciendo el ceño―. El tipo tiene la misma cantidad de guardias que Caleb, además es de la mafia francesa. No podrás entrar, y si lo haces, no saldrás de allí viva.

―Por favor Evan, ni siquiera a mi me da miedo ¿por qué a ti sí?

―No es miedo, preciosa ―replicó él en tono meloso, y le acarició la mejilla―. No quiero que ese hermoso rostro tuyo salga herido―Camille se apartó rápidamente al sentir su contacto―. Además, todo está planeado, y no vamos a cambiar los planes sólo porque a ti se te da la gana.

―Creo que no entendiste bien ―dijo Camille y se acercó él―. Aquí la que dice que se hace, y qué no, soy yo. Así que olvídate de tu estúpido plan, que yo me desharé de ese tipo más rápido de lo que tú duraste planeando este fiasco.

Evan tragó con dificultad al tenerla tan cerca de él y no poder siquiera levantarle la mano.

―No pidas ayuda si te metes en problemas ―sentenció el castaño con sus ojos brillando de ira.

―No voy a necesitarla ―concluyó Camille, y la carpeta que estaba en sus manos cayó al suelo. Justo como la basura que ella pensaba que era.

Se acercó a su auto e introdujo la llave para emprender caminó a la mansión de Carter. Unas cuantas llamadas en el transcurso, y ya tenía todo planeado, hasta mejor que el mismo Evan.

Alejado de París, aquel transcurso se le hacía conocido. Era como ir a la casa de su padre, únicamente se veían grandes árboles con hojas secas, paisajes de pinos, una que otra cabina de teléfono, pero no podría haber lugar más desolado. Camille sabía que cualquier casa que se encontrara por esos lugares, serían casas de los más afamados narcotraficantes de la zona, al igual que su padre.

Finalmente llegó a una gran mansión, después de varios kilómetros. Tenía ese aire lúgubre con su arquitectura gótica, y unos grandes portones negros que serían difíciles de derribar. Cautelosa, acercó su auto hacia una cabina que había en medio de los portones, y abrió su ventanilla para hablar con un hombre de aproximadamente 1.95 m.

―¿Qué desea? ―preguntó el joven con un halo de desconfianza que lo envolvía por completo. Camille se despojó de sus lentes, y le miró con desafío.

―Dígale a Carter que lo busca la hija de Caleb Novek ―respondió ella ―. Estoy segura que no tendrá problema en que yo entre.

El chico se alejó unos metros, y Camille al ver por el retrovisor, pudo percatarse de las múltiples armas que apuntaban directo a ella. El joven que custodiaba la entrada habló por una especie de micrófono que tenía adherido a su camisa, y después de unos segundos finalmente asintió y los portones comenzaron a abrirse, así mismo, todas aquellas armas dejaron de apuntarle.

Ahora que había logrado entrar, nada podría detenerla.



—●—



Tom salió de su habitación y se encaminó a la de Bill, que estaba al lado de la de él. Quería contarle la idea que se le había ocurrido en la torre Eiffel, además de su repentina preocupación por la ingesta de pastillas de Camille.

―¿Bill? ―preguntó al entrar a la habitación. Miró hacia los lados y encontró a su hermano sentado en una especie de escritorio, buscando algo en su laptop. Bill se volteó y miró a su gemelo inquisitivamente.

―¿Está Brokelle? ―preguntó Tom, y Bill simplemente negó con la cabeza―. Genial, tengo algo que contarte.

―¿Qué sucede?―Bill se interesó en el tema súbitamente, al ver el rostro de preocupación de su hermano. Cerró su laptop y se volteó completamente.

―¿Recuerdas esas píldoras que Gordon solía tomar en la noche?

Bill asintió frunciendo el ceño.

―¿A qué viene la pregunta?

―Mira esto―Tom sacó del bolsillo de su pantalón el frasco de las píldoras de Camille, y se lo extendió a Bill. Cuando el pelinegro las tomó, abrió los ojos más de lo normal.

―Tom ¿De dónde sacaste esto? ―preguntó Bill frunciendo el ceño.

―Es…de Camille.

―¿Camille? ―cuestionó Bill incrédulo―¿Qué haces tú hurgando en las cosas de Camille?

―No estaba hurgando en sus cosas ―le reprendió el de trenzas―. Las encontré en el baño… y yo…

―Te preocupa ―afirmó Bill al ver que de la boca de su hermano, no salían las palabras para continuar esa frase.

―No lo sé ―admitió Tom―. Ya sabes lo que sucedió con Gordon, ¿crees que a Camille le haya sucedido algo igual? ―Bill asintió.

―Y… ¿Desde cuándo te preocupas por ella? ―preguntó el de cresta, extrañado por la actitud de su hermano.

―No es que me preocupe ―se apresuró a decir―, es que…bueno, no lo sé, estas pastillas me dan…miedo.

Bill se echó una risa.

―Tranquilo, tal vez solo la toma de vez en cuando. Y sea lo que le haya sucedido, Camille es una chica fuerte y lo sabes, podrá sobrellevarlo bien.

Tom quería pensar en que así sería. Pero seguía teniendo cierta curiosidad sobre lo que le había sucedido a ella.

―Bill…―le llamó―, también venía hablarte sobre otra cosa, es sobre el cumpleaños de Camille.

―¿Ah, sí? ―una voz ajena respondió. Era Brokelle―. ¿Será que yo también puedo escuchar? ―dijo con una sonrisa de lado.

―Bueno, no puedes decirle a Camille ¿sí?―La rubia asintió.

Tom les contó sobre su idea en una cena en la Torre Eiffel ―y a todos les sorprendió lo romántico que sonaba ello, nada compatible ni con Camille, ni con Tom―, sin embargo, cuando la idea fue esclareciéndose cada vez más, y se dieron cuenta de que Tom no iba a pagar por nada ―conocía al dueño― la idea sonaba extrañamente buena. Brokelle y Bill accedieron a participar de su plan y Tom prometió contactarlos más tarde para hacerles saber todos los detalles, finalmente decidió irse. Dio pasos rápidos para acercarse a la puerta, y justo cuando tomó el pomo, la voz de Brokelle hizo eco en sus oídos.

―¿Quién de ustedes dos tomó esto de las pertenencias de Camille? ―acusó de inmediato.

―He pasado todo el día en mi habitación ―se defendió Bill, echando al agua a Tom casi de inmediato.

―Tom, ¿de dónde conseguiste esto? ―cuestionó Brokelle, sin dudar de Bill.

―Oh, esos…son míos, ¿Por qué, Camille también los toma?

―Muy gracioso, son prescritos y la etiqueta tiene el nombre de Camille. ¿Por qué los tomaste? ¿Estuviste buscando en las cosas de Camille? ―le acusó la rubia.

―¡Claro que no! ―respondió―. Sí, son de Cam, pero yo no estaba hurgando en sus cosas. Ellas las dejó en el lavabo.

Brokelle no le creyó, no cuando sabía que tan cuidados era Camille en cuanto a sus pastillas.

―Lo juro ―musitó Tom.

―Es cierto ―agregó Bill ayudando a su hermano, era lo mínimo que podía hacer después de haberlo acusado―. Él me contó todo…

―¿Todo acerca de qué? ―preguntó Brokelle.

―Bueno, simplemente estaba preocupado por ella.

Brokelle se extrañó.

―¿Ah, sí?

Tom asintió como única opción.

―Escúchenme bien ―sentenció Brokelle―. Si Camille toma anti depresivos, éxtasis, metanfetamina o cualquier otra mierda que exista no es problema de ustedes dos ¿entendieron? ―Bill y Tom asintieron al mismo tiempo. ―Ahora ve y deja esto donde estaba ―le dijo a Tom―. Y no lo vuelvas a tocar si no quieres que Camille te corte las manos.

Tom iba a replicar algo, pero sabía que de nada serviría. De modo que tomó los frascos, y salió de la habitación.



—●—



Camille salió de su auto, y de inmediato la mirada de los hombres en la entrada se clavó en ella. No se inmutó, por el contrario, siguió caminando y cuando intentó entrar, uno de ellos la detuvo. Sabía por qué lo hacía, de modo que estiró sus piernas y sus manos, y dejó que aquel hombre la requisara.

―Cuida donde pones tus manos ―advirtió Camille al reparar en el excesivo manoseó del hombre―. Si no quieres perderlas.

Él sonrió de manera lasciva y le dio la pauta para entrar. Caminó hasta subir los escalones, y una vez arriba, se encontró con lo que parecía ser una mucama. Tenía una mirada muy profunda y hasta cierto punto llena de ira. Camille le miró sólo una fracción de segundo, y sin tomarse la molestia de saludar, siguió su camino hasta llegar a una gran biblioteca al final del pasillo.

La puerta cedió con facilidad, y el rechinar de la misma anunció su llegada. El hombre de cabello negro miraba por la ventana, con una mano en el bolsillo de su extremadamente caro atuendo, y una nube de humo rodeándolo. Probablemente fumaba.

Ladeó su cabeza y sonrió con la misma morbosidad de siempre. Con una seña invitó a Camille a sentarse, y esta lo hizo con una sonrisa de medio lado.

―Muy valiente de tu parte haber venido ―habló el con voz grave y hasta cierto punto burlista.

―Me subestimas, Carter ―dijo Camille manteniendo su sonrisa, mientras cruzaba su pierna y se reclinaba en la silla.

―Muy cobarde de parte de Caleb, también.

Camille sonrió.

―No he venido aquí por Caleb ―le hizo saber―. Ni siquiera tiene idea de que estoy aquí.

―¿Un poco arriesgado, no crees linda?

Camille arqueó una ceja.

―Me gusta el peligro.

Carter clavó sus ojos negros en los de ella y le dio una calada a su habano.

―¿A qué viniste?

―Bueno Carter, creo que ya lo sabes.

―¿Viniste a decirme que mataste a la rata de Julien? ―cuestionó él―. Gran proeza, por cierto. La policía cerró el caso por falta de pruebas ―Camille sonrió orgullosa―. Era una pequeña rata ―continuó Carter―, me hiciste un gran favor al deshacerte de ese inútil.

―Y créeme que no es el único inservible de tus empleados ―dijo Camille. Sacó un pequeño revólver de entre sus senos, y frente a Carter, abrió el cilindro de su arma para dejar caer todas las balas que cargaba.

Carter simplemente le dio un trago a su whisky.

―¿Se propasaron contigo? Créeme, puedo matarlos a todos ahora mismo si quieres.

―No gracias, de eso me encargaré yo luego.

Carter apagó su habano, y liberó su última calada de humo.

―¿Cuándo me devolverás mi dinero? ―preguntó él, tornándose serio súbitamente.

―¿Tu dinero? ―cuestionó Camille torciendo el gesto―. Mmm… creo que tu deuda con Caleb no podría pagarse ni con el doble de lo que le quité a tu pequeña rata.

Carter se echó una carcajada sonora.

―Eres muy osada para ser tan joven ―dijo él―. ¿Qué edad tienes? ¿Veinticinco?

―Los cumpliré pronto ―respondió ella.

―Interesante ―El pelinegro encendió otro habano―. Ahora, dile a Caleb que si quiere su dinero, que hable conmigo personalmente. Es de muy mal gusto poner en arriesgo a una preciosura como tú.

―Carter, Carter, Carter…―canturreó Camille chasqueando la lengua―El problema aquí, es que yo no vine por el dinero de Caleb…

―¿Y por qué has venido, entonces?

―Tengo una ligera suposición que eres el hijo de puta que está echando a la mierda mi trabajo. ¿Y sabes? No me agrada tener que escapar de policías corruptos.

―Linda, cuida tu lenguaje, que hablando así te vas a quedar sola para toda tu vida.

―No más juegos, Carter. Déjalo ahora…

―Lamento informarte que te equivocas de mafioso ―Carter ensanchó su sonrisa―. Tengo cosas más importantes como para preocuparme de la libertad de una mocosa como tú.

―¿Es así como quieres jugar? ―preguntó Camille.

―Cariño, yo ya estoy fuera de juego. ¿Entendiste? En lugar de venir a amenazarme inútilmente, deberías ir por la verdadera rata.

―Créeme que cuando se trata de deshacerse de una rata, me da igual quién sea.

El pelinegro volvió a carcajearse, y en ese instante alguien golpeó la puerta.

―Pase ―concedió Carter, y la misma mucama que Camille había visto hacía unos minutos atrás, entró sosteniendo un par de copas de vino.

―Muy considerado de su parte, Mathilda ―agradeció Carter tomando una de las copas. Camille también lo hizo, a pesar del peligro que eso implicaba―. Puedes retirarte ―Mathilda obedeció.

Camille le dio dos grandes sorbos a su copa, y Carter sólo tomó un poco.

―Tienes prisa ¿eh? ―inquirió al verla. Camille sonrió.

―Ahora que lo dices, mucha.

Y le miró de una manera diferente. Una que a Carter le dio escalofríos. Lo supo entonces, comenzaba a sentir nauseas tan rápidamente, ahora que la veía a ella difuminándose, ahora que la sonrisa de ella se ensanchaba.

―Te dije que debías detenerte.

El pelinegro trató de hablar, pero una tos incesante no lo dejaba decir palabra alguna. Llevó ambas manos a su cuello, como si con eso pudiese acallar sus jadeos.

―Se acabó, Carter ―la escuchó decir. Y su rostro comenzó a tomar el color de la sangre.

Aún con la vista borrosa, pudo ver como ella se levantaba y caminaba hacia él. Cuando sus manos tocaron los hombros de Carter, finalmente pudo articular algo:

―Mal…mal…di…maldi…ta.

Camille se rió estruendosamente.

―Es increíble que tus últimas palabras sean un halago para mí ―se burló de él y de su intento por hablar. Carter continuó tosiendo, y la respiración comenzó a ser difícil.

―Acabemos con esto rápido, ¿quieres?

Y colocó una mano en su barbilla, otra en la parte superior de su cabeza y en un movimiento rápido, le quebró el cuello.

Carter cayó en el suelo, muerto. Camille sacudió sus manos, y se dispuso a salir de allí. Volvió a ponerse sus lentes de sol, y salió de allí caminando como si nada hubiese pasado. En el pasillo se encontró con Mathilda, la mucama, y sin verla mucho, estiró su mano con un par de billetes de euro.

―Buen trabajo ―dijo sin siquiera mirarla. Mathilda asintió cual perro a su dueño, y metió entre sus senos el dinero que Camille le había dado.

La pelirroja desapareció entre los pasillos, y Mathilda corrió hasta la biblioteca a dónde ahora su jefe yacía muerto. Entró y cuando lo vio allí, saboreó la dulce miel de la venganza. Nunca más recibiría una orden de ese desgraciado, nunca más porque ahora estaba muerto.

Se puso de cuclillas y tomó su mano para percibir su pulso. Definitivamente estaba muerto.

―Nos vemos en el infierno, Carter ―le susurró como si él pudiese escucharla. Se levantó de nuevo, y aclaró su garganta. Entonces, su sueño frustrado de ser una actriz se convirtió de repente en realidad, y con su mejor voz fingida, gritó a todo pulmón.

―¡¡Auxilio!! ¡¡Han matado al señor Carter!!

Rápidamente unas falsas lágrimas brotaron de sus ojos, justo a tiempo para que otro de los sirvientes de Carter entrara corriendo a ver qué sucedía. Al verlo allí, llevó sus manos a su boca a causa de la sorpresa. Miró inquisitivamente a Mathilda, quién parecía estar bastante afectada.

―¿¡Quién hizo esto!? ―preguntó en un grito exasperado. Mathilda apenas pudo responder a causa de su llanto fingido:

―Ella… fue ella…

―¿¡Ella quien, maldita sea!?

―¡La pelirroja! ―chilló en un sollozo.

El joven se acercó a la ventana, solo alcanzó a ver el auto de Camille difuminándose por la velocidad. En lugar de su auto, lo siguiente que vio fue una cortina de humo blanco, probablemente causado por la fricción de las llantas de Camille en conjunto con el asfalto.
Y después, a sus oídos lo único que llego fue el eco del chirrido causado por la fricción.




Beautiful dangerous-Slash ft. Fergie

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2 Response to Capítulo 14 «Peligro que embelesa»

12 de noviembre de 2010, 3:06 p. m.

por la ptm que capitulo
wooohhhh camille mato al tio ese que buena es haciendo su trabajo
se ve que tom se preocupa por ella xD
bill soplon jajajajajajaja

Qué lástima que lo que tienes entre las piernas sólo dé abasto para una noche ¿no? — Contraatacó Camille con una sonrisa burlista.
— Pero corres el riesgo de morir con una sobredosis de viagra
ME MATE DE LA RISA CUANDO LEI ESTa parte wuaaaaaa sobredosis de viagra eso le paso en la vida real jajajajajajajaja

ya quiero que sea lunes xD

20 de noviembre de 2010, 8:57 p. m.

Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! Aún no logro controlar mis emociones cuando leo algún capítulo de UTOPIA XD
Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó Me encantó +++++++++++ xD

Tom se preocupó por Cam n.n así o mas lindo el desgraciado xD poniéndose a averiguar por la net de qué eras las pastillas y todo ♥_♥ yo me lo comooo grr xDD y luego va y se lo cuenta a Bill xD hahahah el más preocupado él xD
Brokelle me parece tan lindaaaa, estoy empezando a quererla tambien (:

Ya quiero ver esa cena para el cumple de Cam o.o será hermosoooo, aunque con ese par nunca se sabe ¬¬º a lo mejor terminan peleando a ver quien gana ¬¬º aunque espero que no xD

Cam... Cam... Cam ¡joder! que la amooo! (he dicho que amo a Cam más veces de las que se lo he dicho a mi madre xD) pero es que en verdad la aaaaamo, si la veo algun día (cosa que dudo) la abrazaría y le diría que la adoro xD y ella asi de: sueltame maldita que me ensucias! MUERETE! hahahahaha ok no -.- xDDDDD

Sólo a ella se le ocurre ir a la casa de Carter sola o.o LE PUDO HABER PASADO ALGO Ó.Ó porqué es tan... tan no sé xD se me fue la palabra xD

Te juro que no pensé que lo mataría O.o cuando Matilda llevó las copas yo dije: la envenena, la viola y luego Tom se venga xD pero nooooo, no hay que olvidar que Cam es una asesina y antes de que le pongan una mano encima ella se la corta, ya lo dijo ella antes xD

Cam es tan astuta, por eso la amo (y lo volví a decir) xD

Quiero capítulooooooooooo con toooodas mis fuerzas (: quisiera que no estudiaras, que no hicieras nada por la vida sólo escribir xD pero sería muy egoísta hahahahah tómate tu tiempo pero no tardes tanto ¬¬º xDDDDD

Te adoro Soooou ♥