Prefacio

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Octubre de 2015, Frankfurt im Main, Alemania

          La oscuridad de la noche comenzaba a llevarse los últimos rayos del sol. Se colaba entre los edificios, por el occidente, y continuaba alumbrando, tímido, una taza de café, su única acompañante. Tom hubiese preferido una cerveza, en otras circunstancias, pero se encontraba en otoño, llovía a cántaros, y el frío ameritaba una opción más cálida.
          Miró una vez más su reloj, personificando en su rostro la impaciencia pura. Luego miró la pantalla de su celular, con la esperanza de encontrar algún mensaje de texto o alguna llamada proveniente de su hermano menor, pero Bill no daba señales de vida, y ya llevaba más de una hora esperándole. Se sentía exhausto, aquel día en particular, pero su hermano no reparaba en ello, y era, probablemente, lo que más le molestaba.
          Después de tomar el último sorbo de su —ya sétima— taza de café, miró hacia la ventanilla que permanecía a su lado. El vaho no le dejaba ver mucho, sin embargo, lo que alcanzó a ver, era que definitivamente su hermano lo había dejado plantado, de modo que decidió marcharse.
          Dejó en la mesa un poco de dinero que sacó de su billetera, y en el momento justo en que sonaba la campanilla del Café anunciando su partida, en su bolsillo derecho comenzó a vibrar su celular. Cuando miró la pantalla para responder la llamada, supo en ese instante que su hermano era, ciertamente, el ser más inoportuno que había pisado el planeta Tierra. Un bufido proveniente de su boca se escuchó al tiempo que acercaba el auricular a su oído:
          —Será mejor que tengas una excelente excusa. — dijo apenas contestó.
          —¡Ah! Esta va a encantarte — la risa contagiosa de su hermano no hizo más que irritarlo. —.Estoy atascado en el tráfico.
          —Mmm, demasiado vieja. Trata algo mejor.
          —¿Me creerías si te digo que es verdad? — preguntó. —.Ha habido un accidente, ya sabes cómo se ponen las autopistas con las lluvias.
          — ¿Y bien?
          —Espérame.
          —Ni en broma. — refutó Tom, al tiempo que presionaba el botón para desactivar la alarma de su auto.
          —Vamos, Tom. Ya estoy avanzando.
          —¿Cuánto tardarás?
          —Un par de minutos, no estoy lejos.
          Tom bufó, y Bill sabía exactamente qué significaba aquello.
          —Bien, si tardas más de veinte, el que saldrá asesinado vas a ser tú.
          —Yo también te quiero, Tom. — bromeó Bill. Tom volcó los ojos y colgó.
          Volvió a activar la alarma de su auto. Sacó de su bolsillo un cigarrillo y se dispuso a fumar bajo el techo goteante de agua. Después de todo, las meseras ya comenzaban a hacerle mala cara, y no tenía apetito como para otro café más.
          Ya había oscurecido completamente, tras ver de nuevo el reloj, se dio cuenta que a su hermano le quedaban pocos minutos antes de que Tom perdiese completamente la paciencia. Luego miró hacia la ciudad, tranquila a la luz de la luna. Frankfurt solía ser ajetreado, normalmente, pero aquel día estaba peculiarmente calmado. Le gustaba, en cierto modo, pero también lo asemejaba con la calma que antecede a un huracán, y lo pensaba metafóricamente, porque lo que pasaría a continuación, sería tal vez peor.
          Las llantas de un auto lo hicieron desviar la mirada. Un Chevrolet Camaro Black, exquisito, y brillante, se había estacionado justo detrás de su auto, y debía admitir que hacían un perfecto paisaje para cualquier fanático de los autos. De modo que Tom supuso que, quién estuviese manejando aquel Chevy, no era sólo un seguidor de los autos, sino un fanático de la velocidad.
          La puerta se abrió, y con ella, la personificación de la belleza comenzó a bajar del auto. Tom sintió que el tiempo se había detenido, y en su cabeza sólo escuchaba incesante el sonido de sus latidos, rápidos, y ferozmente acelerados. Su mirada se clavó en el par de esculturales piernas que salieron, una después de la otra, del auto. Las llevaba al descubierto, poco más arriba de la rodilla, la comenzaba a cubrir una gabardina de lana en color gris.
          Su rostro tenía algo que hizo que los ojos de Tom se clavaran irremediablemente en ella, para admirar el peculiar color de sus ojos grises. Le miró de pies a cabeza, tenía la nariz perfilada, los labios en un color rosa que contrastaba perfecto con el tono de su piel, el cabello rojo le caía en un flequillo recto y tupido justo en la frente, y por la espalda caía lacio y sedoso en un perfecto corte.
Había movido un poco su cabeza, meneando el cabello, mientras se acomodaba el asa del bolso y activaba la alama de su ostentoso auto. Pasó por el lado de Tom, sin siquiera lanzarle una mínima mirada, pero dejando un halo de su perfume por unos prolongados segundos. Tom inspiró profundamente, mientras dejaba caer la colilla del cigarrillo y la apagaba con sus zapatillas. Se dispuso a entrar.


•••

          —Llegas tarde. — espetó la rubia al verla entrar al café. Lo supo no porque estuviese atenta a la puerta, sino porque al leer el diario que tenía entre manos, sintió como aquel abastecimiento de repente parecía pausarse. Esa era más o menos la reacción que causaba su mejor amiga en la mayoría de lugares, por no decir todos.
          —Tráfico. — se excusó volcando los ojos, y Brokelle no lo puso en duda. Camille podía ser soberbia y hasta cierto punto irascible, pero nunca impuntual. La vio sentarse con un café en mano.
          —¿Y bien?...
          —Estuve con Caleb hablando sobre mañana — le hizo saber. —. ¿Sabes? Estoy ansiosa, quiero atraparlos ya — enfatizó la última palabra. —, realmente han sido un dolor de cabeza, comenzaban a fastidiarme. Y sus notas, ¿las recuerdas? Realmente quiero tenerlo entre mis brazos, matarlo yo misma.
          —Estás agresiva. — comentó Brokelle tomando un sorbo de su café.
          —Se llama sed de venganza, querida, y ese par de idiotas van a pagarla caro.
          —Sigo pensando que están exagerando — inquirió. —.Son muchos hombres para lo que son dos personas, como máximo tres, será demasiado evidente. Además, Berneri es un simple chef, no es como si fuésemos a matar a un mafioso.
          —Caleb irá sólo para saber quién está detrás de todo esto, no para matar a Berneri. De ese me encargo ya hasta con las manos atadas.
          —Me preocupa. — mencionó mirándole.
          —Seremos discretos — le dijo la pelirroja. —,no deben ser muy rápidos. Admito que son astutos, pero... no creo que puedan con veinte de nosotros. Imposible.
          —¿No te estás precipitando a subestimarlos? — cuestionó la rubia.
          —Por favor, cualquier persona que haga lo que ellos están haciendo es porque realmente no tienen respeto por sus propias vidas. Lo sabían cuando se metieron en este jueguito, y si sabían las consecuencias, deben estar dispuestos a perder.
          —Pueden escaparse.
          —No esta vez— objetó. —.De ninguna manera.
          Aquella fue la frase concluyente de su conversación sobre su trabajo. Y ese, no era ni más ni menos, que ser frías, seductoras, y terriblemente peligrosas… asesinas a sueldo. Y no cualquiera, las mejores. Pero un par de chicos, en algún lugar de Alemania, había decidido desafiarlas, asesinando a todos y cada uno de sus trabajos, sólo un par de minutos antes de que ellas llegasen, dejando como única pista una nota que siempre destilaba arrogancia y burla hacia ellas por llegar tarde. Pero aquello iba más allá de una simple competencia sobre asesinos, se trataba de que después de cada asesinato, la policía se aparecía inoportunamente, por poco atrapándolas, arriesgándose a perder su libertad. Y quién se atreviese a jugar con su libertad, y para empeorar las cosas, le dejaba notas restregándoselo, no sería digno de su piedad, de ninguna manera.


•••

         Bill Kaulitz era otra de las personas que llamaban la atención en cuanto pisaban un lugar. Era su belleza exquisitamente andrógina, su mirada profunda, y su peculiar forma de vestir lo que lo hacía una persona difícil de pasar desapercibida. Aquella tarde de otoño llevaba unos pantalones ajustados en color negro, y una gabardina de cuero color marrón hasta las pantorrillas. Su cuello adornado de múltiples cadenas de plata, y el cabello peinado en una extravagante cresta negra. Su hermano gemelo, que más que gemelo parecía primo lejano, tampoco era de esas personas que simplemente pasaban sin ser notadas. Solía usar el cabello trenzado en color negro, la ropa holgada, y nada de maquillaje, a diferencia de Bill.
         —Llegas justo a tiempo. — dijo, apenas su hermano tomó asiento.
         —¿Ah, sí? ¿No me he perdido de nada importante?
         —No todavía — respondió Tom. —.El espectáculo debe aguardar por su protagonista. —Bill frunció el ceño, no muy seguro de lo que significaba eso.
         —¿Qué planeas hacer? — preguntó desconfiado.
         —Nada por ahora, más tarde te darás cuenta. — Tom le dio un sorbo al café que su hermano recientemente se había pedido, dándole un toque extra de enigma a la escena. Bill se quedó momentáneamente confundido, pero logró sacar los documentos que traía para su hermano.
         —Gustav hackeó de nuevo a la Organización — le comentó. —.Ha descubierto que mañana nuestro trabajo será particularmente fácil — sacó de su bolsillo una fotografía y se la extendió. —.Franco Berneri, Chef. ¿Recuerdas el restaurante que fuimos hace unas semanas?— Tom asintió. —.Es el dueño.
         — ¿Por qué van a matarlo? —preguntó.
         —Se ha negado a pagarle su mercancía a Caleb Novek, y él mismo ha decidido tomar cartas en el asunto.
         —No creo que hagan mucho alboroto si se trata de un simple chef.
         —Así es, hermano.
         —Comienza a gustarme este trabajo, ¿sabes? — Tom se reclinó en su silla, con una mirada pícara, una mirada que Bill conocía a la perfección.
         —¿Están aquí, cierto?
Tom esbozó una sonrisa traviesa.
         —¿Por qué no lo verificas por ti mismo? — Bill se sintió incentivado y sonrió al igual que su hermano. Apenas vio por su hombro, a unas cuantas mesas de distancia se encontraban ellas, inadvertidas de que pronto, el cazador, se convertiría en el cazado.


•••

         —Alguien no te ha quitado la mirada de encima desde que llegamos. — dijo Brokelle con una sonrisa coqueta.
         —¿Ah, sí? ¿Es lindo?
         —Lo es — respondió, asintiendo suavemente. —.Podrías dejarme uno a mí, yo no me quejaría. — Camille se carcajeó, mirando solo de reojo hacia atrás. Apenas tuvo una visión borrosa de un chico en una chaqueta de cuero, sin embargo no se veía nada mal. Pero aquel día no era día de ligues no mucho menos, mañana tendría una misión importante, y debía saldar algunos asuntos antes de intentar conocer chicos que no durarían más de una noche.
         — Debemos irnos — dijo mientras se levantaba, después de dar el último sorbo a su café. —.Esta vez pago yo.
         Mientras hablaban sobre banalidades, ambas caminaron hasta el mostrador para pagar el par de cafés y la rosquilla que Brokelle se había comido en su espera. Camille sacó de su billetera un par de euros, y lo extendió a la cajera.
         — No será necesario. — dijo la mujer, tratando de fingir una sonrisa amable. Camille frunció el ceño.
         — ¿Puedo saber por qué? — cuestionó confundida.
         — Lo han pagado por usted — le respondió. —.Los señores de aquella mesa — Camille se volteó y al mirar a la mesa la vio vacía, sin embargo supo que allí antes estuvo sentado el chico que había visto anteriormente. —.Ha dejado esto para ustedes. — dijo interrumpiendo el hilo de sus pensamientos, y le extendió una servilleta con algo escrito dentro de ella.
         Camille esperó ver un número telefónico, una dirección de un departamento, o al menos un nombre. Pero lo que encontró fue todo lo contrario, fue algo que le robó el aire de momento, que la hizo marearse para después enojarse, que la hizo sentir irremediablemente enfurecida, como si algo la estuviese azotando con un látigo llamado «Realidad. »
         Y aquella letra, desordenada y escrita con bolígrafo negro, rezaba las palabras que hasta aquel momento, la habían atormentado más:
         «Dame algo más difícil, linda. Llevemos esto a otro nivel, ¿vale? Veremos quién atrapa a Berneri primero»
         Sus palabras siendo leídas, le causaron lo mismo que siempre le causaban cada vez que encontraba sus notas. Eran demasiados sentimientos como para ser siquiera mencionados, pero la mayoría de ellos provenían de la ira y la venganza. A Brokelle sólo le bastó ver a los ojos de su amiga para saber de qué se trataba todo. La ira comenzaba a recorrerla con una rapidez inexorable.
         Fue después de que arrugó con sus propias manos la servilleta con la nota, y la tiró al piso, cuando salió de allí a paso rápido con Brokelle siguiéndola. Cuando estuvo dentro de su auto pareció perder la cordura, hundió el tacón de su bota en el embrague, movió la palanca, y el sonido de la fricción entre las llantas y el asfalto, hizo eco hasta en el más alejado callejón de Frankfurt.

•••


         Mientras tanto, a un par de metros de distancia, Bill y Tom celebraban su proeza con risas y carcajadas. La habían burlado, vilmente, un poco de diversión no hacía daño, aunque aquello no estaba entre sus planes. Definitivamente no, ahora que probablemente sabía sus identidades, las cosas se pondrían más peligrosas. Pero, inadvertidos del verdadero grado de las cosas, su ignorancia les costaría algo más que…
         —¿Tom? ¿Qué demonios te sucede? — preguntó su gemelo. De repente se había paralizado.
         —Bill…— musitó con la vista congelada. — Joder…estamos en problemas.
         —¿De qué demonios hablas? — Espetó confundido, esperó respuesta, sin embargo no hubo. —¡Oye, reacciona! — En ese instante su vista se clavó en el retrovisor.
         Y allí estaba ella.
         —Mierda, mierda, mierda— soltó deliberadamente, mientras sentía aquellos ojos grises como una tormenta taladrándole en la cabeza. —¡Te advertí que no lo hicieras! — Rugió, poniendo más nervioso de la cuenta a Tom.
         —¡Ya cállate y deja de buscar culpables! — le increpó, mientras avanzaba sobre otros autos a una velocidad considerable. — ¿Pero cómo demonios nos alcanzó? ¡Le llevábamos como 3 kilómetros!
         —¡No por nada la policía no las ha atrapado! — inquirió Bill. Y tenía toda la razón. — Eres un pésimo conductor, ¿lo sabías? — Tom lo fulminó con la mirada. Ya era bastante vergonzoso saber que una mujer conducía mucho mejor que él, como para que Bill se lo restregase en la cara. Tomó una curva, su auto derrapó un poco. Pero cuando volvió a ver al retrovisor, ella seguía tras ellos. Esta vez se le erizó la piel.
         Y no supo realmente porqué.
         Sus ojos le causaban, en aquel momento, un miedo descomunal, y sin embargo, implícita, la atracción que sentía también. Era su manera de tomar el volante, con seguridad, su mirada, su cuerpo, su semblante, todo en ella incitaba a mirarla… a desearla y a la vez temerle. Una combinación explosiva, exquisita. Tuvo que respirar profundo.
         Cuando volvió a la realidad, cayó en cuenta de que estaba en una calle desolada. La vida le jugaba en contra, pero no podía culparla, hasta él mismo jugaría al lado de Camille Novek si fuese necesario. Pero ahora no había autos, no había negocios, no había persona, simplemente no había impedimento para que ella acabase con ambos en ese preciso instante. De repente se vio a sí mismo siendo impulsado hacia adelante.
         Miró de nuevo al retrovisor, ella sonreía maliciosa con una ceja arqueada. Increíblemente sexy, increíblemente peligrosa. Dio otro golpe con el parachoques, a la parte trasera del Ford Mustang Plateado. Así continuó un largo trecho, Tom tratando de avanzar, ella golpeándolo cada vez más fuerte, hasta que el parachoques del auto se desprendió y quedó a la deriva de la calle, sacando un par de chispas mientras se desprendía completamente. Fue entonces cuando Camille decidió que era hora de dar el golpe final.
         La adrenalina comenzó a aumentar a medida que la aguja del velocímetro comenzaba a inclinarse cada vez más hacia la derecha. Brokelle miró por ambos lados del auto de Tom, y descubrió que por la izquierda había más espacio para rebasarlo.
         —¡Por la izquierda! — Vociferó, el motor sonaba tan alto que era imposible hablar. Camille le miró un mínimo segundo, luego asintió. Miró por el retrovisor al tiempo que seguía acelerando cada vez más, en un par de segundos ya se encontraba al lado del auto de Tom.
         Brokelle sacó su pistola y la accionó con la corredera, de modo que el trabajo de disparar sería de Camille, ya que era la que tenía la mejor puntería de las dos. Le extendió el arma y Camille la tomó con la mano izquierda, apoyándose en la mano derecha que mantenía la dirección del auto. Brokelle abrió la ventanilla tan rápido como pudo, el auto de Camille era blindado y la bala no lograría romper el vidrio. Tom miró hacia el lado un mínimo segundo, y fue entonces cuando vio la bala venir.
         Brokelle miró hacia atrás, para presenciar al fin de algo que nunca debió haber comenzado. El auto derrapaba encendido en llamas de fuego, y después hubo una explosión, lo cual no detuvo al auto de su camino estrepitoso. Entonces colisionó con el paredón de un callejón, justo en una curva, una gran cortina de humo negro se alzó sobre el auto calcinado.
         Camille sonrió, pensando en que todo se había acabado. Inadvertida de la realidad, ciertamente, apenas comenzaba.





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3 Response to Prefacio

7 de noviembre de 2011, 9:20 p. m.

hola!
como prometí empecé a leer y me ha encantado el prefacio. escribes muy bien, tienes talento ¿sólo haces fan fic?
lo pregunto porq realmente serías una buena escritora.
eso, me verás comentando más adelante.

chauuu

8 de noviembre de 2011, 4:35 p. m.

Hola Nadia, muchas gracias por tu comentario. Por el momento sí, sólo hago fanfics, es algo así como un hobbie...tal vez a futuro tenga alguna historia que no involucre a TH, pero por el momento no se me ocurre nada xD. Lo más cercano sería que proximamente voy a imprimir mi fanfic para tenerla de recuerdo, y con tal de tener todos los derechos, voy a quitar a TH de la historia, pero es basicamente lo mismo. Muuchas gracias por el cumplido, me alegra mucho que te gustara :)

6 de febrero de 2017, 5:00 p. m.

Hola! Leí tu fic hace muchos años, y he vuelto a encontrarmela y no sabes la ilusión que me ha hecho! Ha sido una de mis favoritas, la releí varias veces incluso :) Has vuelto a escribir? Un saludo!!