Capítulo 43 «Otra manera de morir»

Categories:

Photobucket




Despertó por la mañana, la tenue luz del sol ya acariciaba sus mejillas en conjunto con una brisa que se revolvía por la habitación. Reparó rápidamente en que Camille no estaba, sin embargo no sabía a qué se debía su ausencia. ¿Habría escapado de nuevo, como la primera noche que tuvieron juntos? Esperaba que no con todas sus fuerzas, pero por mientras, debía levantarse.

En su trascurso a la planta baja, echó unos cuantos vistazos a las demás habitaciones, sólo para verificar que realmente no estuviese. Su desasosiego incrementó cuando realizó en que se encontraba completamente solo, ni Bill, ni Brokelle, ni nadie. Volvió a la habitación de Camille, una vez que al alcanzar la cocina, se sintió cohibido por tomar solo un poco de jugo de naranja. Si bien ayer había pasado la noche con Camille… aquello no significaba una reconciliación inmediata, tal vez un adelanto, pero no quería decir que Camille confiase del todo en él. Se sintió aliviado al saber que ya no le escondía nada, ni que Gordon le escondía cosas a él. Las cosas tomaron un rumbo que no fue el mejor, sin embargo, todo llegó a la única conclusión que tuvo desde el principio, sin importar los caminos que se tomase, el destino iba a permanecer el mismo. Un destino bueno, debía destacar, porque aún no la había perdido… al menos no del todo.

Recogió su ropa de la sala de estar, donde había quedado ayer, se vistió y buscó las llaves de su auto en el bolsillo. Justo cuando abrió la puerta para salir de casa, Brokelle apreció en el umbral.

—¿Te vas tan pronto? —preguntó la rubia, sosteniendo unas bolsas que cargaban comida.

—No sabía que estarían aquí.

—Puedes quedarte a desayunar —propuso Broke, entrando, y luego añadió: —.Si quieres, claro.

Bill entró un poco después, y después de palmearle la espalda dijo:

—Vamos, no te ves muy bien últimamente, tal vez algo de comida te siente bien.

Tom no supo si agradecer el comentario o sentirse humillado, sólo un mohín se formó en su rostro como respuesta.

—¿Vienes?

Tom les siguió a la cocina, Brokelle descargó las bolsas y se acercó a la estufa para encenderla, puso una sartén en uno de los discos y vertió algo de aceite, Bill y él se sentaron a la mesa.

—¿Saben algo de Cam? —preguntó de improviso, Brokelle se volteó.

—La vi salir hoy por la mañana —respondió, y volvió a la estufa.

—¿Sabes adónde iba?

—Tiene trabajo, Caleb la ha llamado.

—Creí que siempre trabajaban juntas.

—Lo hacemos —inquirió—, pero le pedí que me cubriera por hoy, tengo todo un día preparado con Bill —Al decir lo último, sus ojos se iluminaron.

—¿Si? ¿Algo importante?

—Cumplimos meses —respondió Bill, lanzándole una mirada coqueta a su novia. Tom logró fingir su mejor sonrisa.

Brokelle sirvió el desayuno y todos disfrutaron de su deliciosa comida.




•••




Miró su reloj de pulsera, sólo fracciones de segundos después de echar otro vistazo a la entrada principal. Le tenue luz le alumbraba un costado del cuerpo, precisamente en su pierna cruzada, reluciendo su tonalidad nívea, se alzaba la tela de un vestido color granate. Sus manos sostenían un vaso de whisky en las rocas, su dedo índice estaba adornado por un precioso anillo de plata que encajaba a la perfección con la piedra preciosa en color negro que enmarcaba. Su cabello como el color del vestido, recogido en un elegante moño a la altura de la nuca, y con disimulo, llevó su mirada hacia la puerta principal, al tiempo que le daba un sorbo a su bebida.

Arthur Coven entró por la puerta, con su traje inglés hecho a la medida y el cabello negro como la noche peinado perfectamente hacia atrás. Su mirada era vanidosa, escaneando a todas y cada una de las personas allí sentadas, mientras las comisuras de sus labios se elevaban en una sonrisa coqueta y seductora. De inmediato le llamó la atención su presencia, sus ojos negros se encontraron con unas pupilas color gris, recorriéndola de pies a cabeza con una sola mirada que le bastó para no quitarle los ojos de encima toda la noche. La vio permanecer allí sola, sentada en la barra, en la espera de alguien que nunca llegó.

Camille miró por los vidrios que tenía frente a ella, contenían botellas de licor, que entre espacios reconocía la mesa en que su objetivo se encontraba. No podía quitarle la mirada de encima, y eso era más ventajoso que el primer contacto visual que tuvieron. Arthur era un hombre demasiado vanidoso e impetuoso, de esos que era fácilmente engatusar, de los que con palabras bonitas enaltecían su ya desbordado ego. Le vio dirigirse hacia uno de sus empleados, y casi al instante, un mesero se acercaba a ella con una copa en bandeja.

—Srta. El Señor Arthur Coven le envía esto.

Camille sonrió con picardía. Tan predecible como cualquier otro hombre, le mandó un cóctel. Un cóctel demasiado dulce para su gusto, realizó después del primer sorbo. Se volteó, clavando su mirada en él, que la esperaba, alzó la copa en el aire y le guiñó un ojo, acto seguido, volvió a tomar un sorbo y se volteó de nuevo a la barra. Ahora estaba en completa seguridad de que Arthur Coven no sería presa difícil.

No se podía caminar por los caminos de una asesina a sueldo valiéndose de sus atributos físicos, y eso Camille lo había aprendido bien. Antes de cada misión se llevaba una ardua búsqueda de información del objetivo, se estudiaba a fondo sus intereses, sus agendas, y era fácil darse cuenta quiénes caerían por una cara bonita, y quiénes no. Pero definitivamente Arthur Coven no representaba problema alguno, tanto así, que casi podría asegurar que ya no tendría que hacer nada más excepto esperar al siguiente movimiento. El cual no tardó en aparecer, alrededor de media hora después, el mismo mesero de acercó de nuevo a ella.

—El Señor Coven manda a decir que le encantaría estar acompañado por usted, Srta. Si me lo permite, puedo escoltarla hasta la mesa.

Camille terminó de un sorbo su whisky. Miró de nuevo hacia Arthur, que aún tenía esa misma sonrisa encantadora en los labios. Entonces se dirigió al mesero:

—¿Ha estado insistiendo mucho?

—Lo suficiente, Camille. No me hagas hablar demasiado, es peligroso.

—Relájate, Marcel. Ya lo tengo.

El chico le extendió la mano, ayudándola a bajar del asiento. Ella se dirigió entonces a la mesa, paso a paso, con lentitud, sólo la cantidad exacta de enigma y gracilidad para hacerle ansiar cada vez más sus pasos. Llegó a una sala alejada de la multitud, a unos cuantos escalones de la primera planta. Los guarda-espaldas se abrieron paso al verla acercándose.

—Creí que tendría que ir a rogarte —murmuró él, al momento en que ella se sentó a su lado.

—No es propio de una dama ser indiscreta —replicó, con una sonrisa.

El resto de la velada pasó de forma amena. Camille fue tan falsamente simpática como pudo, mientras que él se comportó como todo un galán. Era sorprendente, en ningún momento se propasó con algún comentario o insinuación, y aunque aquello no cambiaría su destino, muriendo a manos de Camille, sí hacía que ella reconsiderara la manera en que acabaría con él.

Eran las 19:52 cuando él le insinuó pasar la noche con él, a lo que ella accedió sin el menor de los pudores. La tomó de la mano, abordaron su lujoso Cadillac, y se dirigieron nada más y nada menos que al hotel en que ella había matado a Franco Berneri…un escalofrío la recorrió al recordar a Tom, aquel día, desafiándola con la misma sonrisa cínica que simplemente le fascinaba. Aquel día en el que le fue imposible jalar del gatillo por el recuerdo de Georg, un recuerdo que Tom personificaba.

Sin darse cuenta ya estaba subiendo por el ascensor, mientras la mano de Arthur se posaba fielmente en su espalda baja. La habitación en la que se hospedaba no era la misma de Berneri, sin embargo se encontraba en el mismo pasillo, a dos habitaciones de distancia. El abrió la puerta casi con ansiedad, y con un ademán la invitó a pasar primero.

—Es una habitación preciosa —comentó, echándole un vistazo al lugar.

Él se acercó, sin inhibiciones, y la tomó con cierta posesión, hasta plantarle un beso en los labios, cargado de pasión y lujuria.

De inmediato sintió como un halo de electricidad recorriéndole el cuerpo; le supo a culpabilidad.

—¿Qué sucede? —preguntó, cuando ella se separó repentinamente.

—No tan rápido…—susurró entonces, tomando el control de inmediato. A Arthur le gustó la picardía que vio en sus ojos, y se dejó llevar.

Cuando lo tuvo en su cama, después de muchas caricias, al verlo totalmente extasiado, sacó de entre su busto una jeringa, a lo que inmediatamente lo sedó en menos de cinco segundos.

Pero algo no salió bien.

El sonido de los puños de sus guarda-espaldas resonó en su cabeza como un eco sin fin. A ello, se le agregó la incesante llamada por su nombre al no recibir respuesta en los primeros segundos. Efectivamente, aquellos hombres estaban muy bien entrenados…demasiado para su gusto.

—¿Señor? Por favor, respóndanos si se encuentra bien.

Camille miró al cuerpo inerte de Arthur. Totalmente sedado, sin oportunidad alguna de despertar. Ella debió pensar rápido ¿qué debía hacer? Entonces algo se alumbró en su cabeza; comenzó a gemir, estruendosa y violentamente. De pronto los puños cesaron de su tocar, y ella respiró aliviada.

Se acercó con pasos rápidos a su cartera, sacó un frasco de vidrio con un ligero polvo blanco, y se acercó al cuerpo de Arthur. Le abrió la boca, y vertió un poco del veneno dentro de la boca del pelinegro, luego cerró el frasco, y asimismo la boca de Arthur. Su trabajo estaba hecho.

Entonces a sus oídos llegó otro eco, uno que le caló lo más profundo de sus huesos, la heló por dentro, la hizo palidecer. Era el sonido de una sirena.

No pasó mucho tiempo, cuando estaba apegada a la ventanilla viendo hacia abajo; una guerrilla de policías, con armamento en mano, se acercaba a toda velocidad al lujoso hotel. Estaban protegidos, con chalecos anti-balas y cascos. Cuando miró al frente, un francotirador estaba apuntando directo hacia ella, en su pecho iluminó una intensa luz color rojo neón.

Se lanzó al suelo, y casi de inmediato el estruendo de la ventana siendo quebrada le llegó a los oídos; las partículas de vidrio se incrustaron en su espalda desnuda. Sabía entonces que estaba siendo víctima de una emboscada, y no tenía salida.

Los guarda-espaldas de Arthur comenzaron a forcejear la puerta con brutalidad, mientras ella recorría la habitación en busca de una salida. Los nervios alcanzaron su nivel máximo, pensando en cómo la atraparían y no ella podría hacer nada más que entregarse. No pudo evitar pensar en Tom, y el corazón se le estrujó dentro del pecho. Decidió respirar hondo y recordar cómo había salido la última vez de allí; pronto una idea la iluminaría hasta casi cegarla.

—La escalera de emergencia.

Asiéndose de su arma, se aceró a la ventana de la parte trasera de la habitación; y allí estaban las escaleras, a poco más de dos metros…la única manera de llegar allí sería caminando por el alfeizar de la ventana, y eso significaría enfrentarse a uno de sus peores miedos; las alturas.

Tragó entonces, con suma dificultad. El viento pululante le azotaba el rostro con violencia, estaba mirando al vacío. Escuchó más cerca de sí los incesantes golpes a la puerta, para derrumbarla, esta vez era la policía quién llamaba. Miró por última vez hacia atrás, tomó valor al tiempo que daba una gran bocanada de aire, y puso un pie sobre el alfeizar.

Cerró los ojos con tanta fuerza como pudo, los tacones no estaban ayudando al objetivo que tenía en mente. Se aferró tan fuerte a la pared como pudo, dando pasos cuidadosos, mientras saltaba de un alfeizar al otro, a poco más de 50 centímetros de diferencia. Finalmente estiró su pie, lo más que le permitió su cuerpo, y tras un trompicón, cayó boca abajo sobre las escaleras de emergencia. De inmediato se despojó de sus zapatos, y descalza, saltó de tres en tres los escalones, llegando finalmente a la primera planta, en un callejón. Cuando saltó se incrustó una piedra, a lo que tuvo que avanzar cojeando, al final del callejón asomó las narices un oficial.

—¡Aquí está!

Sólo esas palabras le bastaron para recibir un tiro directo a la frente, matándolo de súbito. Camille continuó corriendo, esta vez más rápido, hasta que alcanzó su auto, a unos cuantos metros alejados del hotel, Marcell estaba en el asiento del copiloto.

—¡Camille! —vociferó apenas la vio, y creyó no era verdad lo que sus ojos le mostraban—¡Estás viva!

—¡Claro que lo estoy, idiota! ¿¡No pudiste dejar el auto más alejado!?

Marcel omitió su sarcasmo y se alegró de que estuviese viva y en libertad, de no ser así, Caleb de seguro lo mataría.

El vértigo lo recorrió en el momento en que ella pisó el acelerador, a partir de ese momento todo pareció difuminarse. A duras penas logró abrocharse el cinturón de seguridad, y Camille no aminoró la velocidad ni aun cuando se hubo asegurado de que nadie los seguía. Una serie de cláxones se unieron a coro por cada lugar en que ella rebalsaba a los autos sin respeto alguno de las señales de tránsito. Después de alejarse lo suficiente, Camille se introdujo en un callejón donde ni siquiera alumbraba la luz, y detuvo el auto en seco.

—Maldición —masculló Marcell apenas se detuvieron.

—¿Dónde debo dejarte?

—Créeme que prefiero caminar a que me lleves como me traías —dijo Marcell, con cierto sarcasmo. Camille no estaba para bromas.

—Bien —dijo entonces, y se escuchó el sonido de las puertas abriéndose simultáneamente—. Bájate ahora.

Marcell tragó con dificultad. ¿Realmente hablaba en serio? Era mejor ir conociendo el carácter de la hija de su jefe, si no quería perder su trabajo en un santiamén. Se bajó del auto, tal como ella pidió, y luego vio humo blanco saliendo de las llantas al rodar; en el asfalto quedaron las huellas de sus llantas, y en sus oídos grabado el sonido del motor rugiendo.




•••




—Nada salió bien, maldita sea ¡nada!

—Sabes que no podemos hablar esto por teléfono —refutó Caleb con voz grave y autoritaria.

—¡Me tendieron una trampa! ¿lo entiendes? ¡Debes hacer algo al respecto!

—Lo haré, déjame eso a mí. Por ahora necesito un último favor.

—¿Sobre qué?

—Necesito que vayas al departamento de Evan —comenzó a decir, con voz furtiva—. Necesito tener en mis manos el chip que contiene la información del asesinato de Arthur Coven. Es urgente.

—Te he dicho que no guardes información sobre eso, Caleb. Es peligroso.

—Es aún más peligroso no retenerla.

Camille no quiso preguntar porqué, de modo que se limitó a callar.

—Bien, pasaré mañana por la mañana a dejártelo.

—Guárdalo bien, no lo pierdas de vista ni un segundo.

—No lo haré —aseguró, y Caleb colgó.

Emprendió de nuevo camino al departamento de Evan. Vivía no muy lejos de ella, aunque más en la ciudad que en los suburbios. Su apartamento era casi tan lujoso como el que Camille solía compartir con Brokelle, con escalones de metal desplegado y pisos de madera fina. Cuando estuvo frente a la puerta, tocó varias veces sin éxito, parecía no haber nadie, y le extrañaba de cierta manera: Evan no había participado en la misión de ese día porque se sentía realmente enfermo, y pensaba iba a permanecer en cama todo el día. Camille pensó que simplemente no quería abrirle a ella.

—¡Evan! ¡Abre, soy Camille!

Apegó el oído contra la puerta, pero no hubo respuesta. Sabía lo importante que era para Caleb tener en sus manos esa información, y aunque Evan fuese su empleado más importante, no era del todo confiable, al menos así lo veía Caleb. Camille pensó en una manera de entrar al departamento, solo tomaría el chip y saldría de allí sin tocar nada, no creería que a Evan le molestase.

Sabía unos cuantos trucos de abrir cerraduras, y después de unos intentos logró abrir la puerta sin mayor problema. Volvió a asegurarla y se adentró en el departamento, tan típico de un hombre soltero, un tanto desordenado pero no en extremo, alguno que otro vaso con licor de algunos días, y algo típico de Evan: ropa interior femenina.

Camille se adentró a la habitación con cautela, atenta a cualquier movimiento, revisando con la mirada los estantes de libros que tenía. Necesitaba encontrar un sobre de papel color ocre, que se suponía debía tener el chip, pero en ninguno de los estantes encontró tal cosa.

Buscó en los grandes muebles que tenía Evan al lado de su televisor, parecían más alacenas que muebles para sostener televisores, y no tenía nada realmente importante. Algunas películas viejas y papeles en blanco.

De pronto escuchó el cerrojo de la puerta y entró repentinamente en pánico; Evan no venía solo, de modo que pensó realmente no le gustaría verla husmeando en su departamento. Los estantes del mueble eran lo suficientemente grandes como para que su cuerpo entero cupiera, de modo que abrió la puerta con rapidez y se introdujo en el escaso espacio, sólo una ranura había, por la cual entraba un poco de luz.

—Te estoy diciendo que no tengo nada —decía el hombre castaño, sentándose en el sofá de mayor tamaño. Camille lo reconoció rápidamente, era el detective Robert.

—Es increíble la inutilidad de los oficiales. ¿Cómo no pudieron atraparla?

—Es bien escurridiza la muy puta, debiste ver como dejó a Franz.

Camille sintió que el corazón le latía muy rápido, tanto que no podía controlarlo, y su respiración comenzó a agitarse de la misma manera.

—Le disparó ¿cierto? —preguntó Evan.

—En la frente. Lo mató sin piedad alguna.

—No me sorprende —comentó, tomando un poco de whisky que tenía en su vaso—. ¿Qué haremos ahora? Caleb se va a enterar de que estás liderando los operativos en contra de la Corporación, va a eliminarte en un abrir y cerrar de ojos.

—Tienes que cubrirme, Evan. Tú te metiste en esto ¿recuerdas?

—No puedo hacer mucho, Robert. Caleb no es la persona más abierta conmigo.

—¿Y no tienes como robarle información?

Evan bufó.

—Ese hombre no confía ni en su sombra.

—Bastardo —masculló el detective—. Debía haber matado a su hijita cuando tuve la oportunidad.

—Pero fuiste lo suficientemente estúpido como para culparse sin tener siquiera bases.

—No pude controlarme —admitió—. Verla allí, tan fresca después del asesinato de Luke, me causó tanta rabia… no sé cómo no la maté en ese mismo instante.

—Debes llevar las cosas con calma. Es por eso que aún no la atrapas.

—La atraparé a la próxima, lo prometo.

—¿Próxima? —cuestionó Evan—. Robert, no creo poder tener una próxima. Caleb ya está encima de mí por haber faltado a esta misión, no me dejará faltar a otra.

—Haré lo posible para que no te involucren en el crimen.

—No lo sé…

—Vamos, Evan. Lo necesito. Y tú también.

—Lo que necesito es tiempo —repuso, apretando los dientes—. Lo haremos, pero no ahora…dentro de unos meses.

—No puedo esperar tanto —declaró.

—Tendrás que hacerlo. Así incrementará el odio de Caleb hacia el novio de Camille, el tal Tom… lo seguiremos culpando a él, me encargaré yo de eso.

Camille sintió ganas de salir de allí y acribillarlos a muerte a ambos, para que murieran como las ratas que eran. Nunca pensó que Evan podría llegar a tales extremos, tan vil, tan desleal… después de todo lo que Caleb hizo por él, de esa manera le pagaba.

Y Robert… él no era santo de su devoción, no le importaría matarlo de dos tiros a la cabeza, pero sabía que Aggynes tenía sentimientos por él. De igual manera, no podía hacer nada ahí, tenía más la desventaja. Ahora debía tragarse su odio, y esperar a que a alguno se le ocurriese irse, o a Evan dormirse, sería la única manera de salir de allí.

Ahora comprendía que Tom siempre le había dicho la verdad sobre su trabajo. Nunca fue él quien llamó a la policía, todo este tiempo, quién creyó era su enemigo, era probablemente la única persona que le era leal a ella. Sentía tanta rabia, tanta ira que necesitaba canalizar… y sólo conocía una manera de hacerlo; matando. ¿Y quién más que a la sabandija de Evan Diermissen? Haría todo lo posible por desenmascararlo frente a Caleb, y lo vería morir a manos de su jefe, al que traicionó, y disfrutaría verlo retorcerse en su propia miseria.

Estuvo allí encerrada alrededor de una hora, cuando Evan y Robert decidieron marcharse de allí. Camille encontró, entre los papeles en los que se encontraba sentada, el sobre que contenía el chip. Lo tomó y salió de allí tan rápido como pudo.

Nadie más, si no ella, se encargaría de darle su escarmiento.


I Can ride my bike with no handlebars-The Flobots.

Spread The Love, Share Our Article

Related Posts

1 Response to Capítulo 43 «Otra manera de morir»

13 de septiembre de 2011, 6:59 p. m.

:o Que potenteeee!!!! Demasiado bna la parte donde empieza a hacer "gemidos orgasmales" (según yuliana xD) Jajajaja Cam si es una perra, me encanta *-*
Y que HP Evan, ojalá que Cam lo mate lenta y dolorosamente!!!
Ya me hacía tanta falta leer de la putita esta xD
Exc como siempre :)