El Relicario [One-Shot]

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• Titulo: El Relicario.
• Autor: Berrÿ
• Categoría: Hetero.
• Géneros: Misterio, Suspenso, Amor.
• Clasificación: Mayores de 13 años.


El Relicario

Inglaterra, 31 de Octubre de 1656.

Era tenue luz del sol del ocaso, alumbrando las partículas de polvo, que brillaban cuales estrellas al celaje nocturno, caían con la suavidad de una pluma sobre la superficie del elegante piano. Su mano de alabastro, deslizaba los dedos con la gracilidad de un felino, las más hermosas composiciones que un hombre podía apreciar, salían melódicamente al tocar de las teclas blancas como el marfil. Sus ojos avellana se habían cerrado, su amor por el instrumento lo llevaba más allá, a lugares que su mente con recelo había encerrado.
Un papel arrugado de partitura, descansaba en la oscuridad de una esquina de la habitación del monarca Billiam Kaulitz. En el cénit de su plena satisfacción musical, el chirrido de las bisagras de la puerta lo hicieron perder la poca paciencia que tenía; entonces se volteó con el rostro enfurecido, el estrepitoso sonido de las notas musicales, amortiguadas por el puño ponzoñoso del Joven Kaulitz.
Anja, sumisa y fidedigna, aguardaba en el umbral de la puerta con rostro asustado y temeroso. Siempre obediente, sin embargo pocas veces prudente, le dirigió una mirada que le hacía saber a Billiam Kaulitz que tenía todo el poder que desease sobre ella.
—Mi señor Billiam, La señora Simone le espera abajo en el comedor para la cena. Ha pedido fervientemente su compañía.
—Hágale saber a Madre que me apena mucho, pero que no podré ofrecerla mi compañía. He de cuidar de MiLady Zaphire esta noche, se encuentra un poco indispuesta, y es mi deber cuidar de ella.
—Milord, La Señor Simone me ha dicho que no desistirá de su invitación hasta que acceda a bajar. Se encuentra realmente preocupada por usted.
—He dicho que cuidaré de mi esposa esta noche, Anja. Haga el favor de no ser insolente, y retírese de mi habitación.
Su ensayada reverencia no tuvo tiempo de ser vista, el joven Billiam ya se había levantado para cerrarle la puerta en la cara. Billiam miró con desesperación hacia su cama, el cuerpo de porcelana de su amada esposa descansaba inerte entre las sábanas, haciéndole ver más etérea de lo que sus ojos alguna vez la percibieron. Su cabello rubio como oro pálido, contrastaban con su piel blanca como el marfil, a lo que el rostro lo enmarcaban preciosos ojos verdes de esmeralda. Se hincó en el piso y le tomó la mano con delicadeza, tal como se toma a una rosa. Su amada volteó ligeramente la cabeza, al encuentro con su perfilado rostro. Apenas podía hablar, pero hacerlo con él, lejos de aumentar su incesante dolor, lo aliviaba.
—Mi amado Billiam, prométeme que a mi muerte, dejarás de maltratar a la niña Anja.
—Oh, Zaphire, mi querida. Calla, y no hables cosas que no deberías. Pronto te vas a recuperar.
Ella se echó una risa efímera y débil, sus pulmones no aguantaron y comenzó a toser estrepitosamente. Billiam le alcanzó un vaso de agua con rapidez, mirando atentamente todos y cada uno de sus casi imperceptibles movimientos.
—Todos llegaremos a morir en algún momento, mi querido. Mi hora se está acercando, pero quiero asegurarme de que seguirás siendo el hombre del que me enamoré. La niña Anja no tiene culpa alguna de mi desafortunada enfermedad, deberás tratarla con el respeto que se merece, en mi ausencia.
El semblante se transformó en desdicha. Billiam acercó uno de sus esbeltos dedos a la boca de su amada, acallándola con suavidad, y murmuró:
—Prométeme que no vas a dejarme.
Ella apenas pudo verle.
—Siempre voy a estar aquí…—dijo, en tanto su fina mano se posicionaba en el pecho del joven Billiam, palpando los tímidos golpes de su corazón.

―•―

Una vez en el comedor, La Señora Simone y el Joven Thomas aguardaban sentados a la mesa, la luz de las velas alumbraba sus rostros, el mínimo sonido de los grillos era escuchado como un lejano eco. Las zapatillas desgastadas de Anja se hicieron escuchar paso a paso adentrándose al comedor, no sorprendida, La Señora Simone notó que su adorado hijo, heredero del trono, Billiam Kaulitz, había osado a denegar su invitación a la cena, por tercera vez en la semana.
—Si mal no recuerdo, Anja, he dicho que no bajases si no contabas con la presencia de mi hijo —dijo pausadamente, La Señora Simone.
—He de disculparme, MiLady, pero Mi Señor Billiam ha dado como respuesta un no rotundo. Ha dicho que su deber es cuidar de su esposa, MiLady Zaphire.
—¡He de estar pagando los pecados que no he cometido! —vociferó, siempre dramática, MiLady Simone—¿Qué he hecho malo a los ojos de Dios, para merecer semejante castigo?
Los pasos deliberados de Billiam, bajaron los escalones con rapidez, al tiempo que una capa negra alrededor del cuello se abultaba por el viento, en su espalda. Simone le vio salir sin ninguna explicación, debía haber hecho algo muy malo en su antigua vida, y ahora pagaba con un hijo desobediente y al borde de la demencia.
—Retira el plato, Anja, me temo que esta noche tampoco cenaremos.
Simone tomó de su abultado vestido y se apresuró a subir los escalones al borde de las lágrimas. Thomas, siempre mujeriego, le echó una mirada coqueta a Anja, para luego subir a su habitación.

―•―
—Milord Billiam, ¿a qué debo la dicha de tenerlo ante mi humilde presencia? —preguntó el viejo canoso, detrás de la fina vitrina de vidrio.
—He venido por un presente muy especial, señor Franz. MiLady Zaphire y yo pronto cumpliremos nuestro aniversario, y estoy buscando algo realmente digno de ella.
El Señor Franz se quedó momentáneamente pálido. ¿Había escuchado bien? Se cuestionó, ¿había dicho MiLady Zaphire?
Las malas lenguas ya murmuraban sobre la muerte de la Reina y la pronta demencia del señor Kaulitz, a causa de la ausencia de su amada. Pero el joven Billiam se veía completamente rebosante de felicidad pura, y aún no había habido servicio fúnebre digno de una reina como lo había sido Zaphire de Kaulitz. Franz se planteó a sí mismo, debía dejar de escuchar los chismes de su infame vecina.
—Tengo la joya perfecta, Milord.
Franz se fue a la parte trasera de su joyería, donde guardaba las más preciadas piezas que los ojos humanos pudiesen haber contemplado. En el más incognito lugar, se encontraba la preciosa joya que en su ardua búsqueda por Asia encontró. Con sumo cuidado, la tomó y volvió al mostrador de su tienda, dónde aguardaba Sir Billiam con avidez.
—Es esta, mi señor —le hizo saber, en tanto se la extendía. Y Billiam quedó completamente embelesado con la pieza.
De plata, incrustado en el centro del perfecto relicario, una preciosa esmeralda, verde como los ojos de su amada. Era de forma ovalada, en la parte trasera tenía gravado algunos garabatos en hindi, Billiam sintió que estaba más que destinado a ser de ella, la única dueña de su amor, su amada Zaphire.
—Viene de la India, Milord —le comentó Franz—. Es una pieza única, especial para MiLady Zaphire. Se comentaba que pertenecía a la emperatriz Arjumand Bano Begum, la esposa de Shah Jahan, el hombre que mandó a construir el Taj Mahal, especialmente para ella—Franz sabía que Billiam no prestaba atención alguna, pero estando al tanto de la crítica situación en la que MiLady Zaphire se encontraba, dónde su vida pendía de un hilo, decidió agregar con cautela—:También, Milord, cuenta la leyenda que antes de morir, Shah Jahan cortó una hilera de cabellos de su amada, y los guardó dentro del relicario para preservar su encantadora esencia. Luego de la muerte de la emperatriz, se decía que la señora Arjumand había cobrado vida por medio del Relicario, pero que únicamente, la persona que realmente la amase, la podría ver. Y bajo los encantos del espíritu de su difunta y ambiciosa esposa, el emperador Shah construyó el mausoleo. ¿No le parece romántico, Milord? Aunque claro, también se dice que el emperador simplemente estaba demente.
Billiam no había prestado mucha atención al relato, su mirada seguía brillando ante la belleza de tal joya. Y Franz, viejo ambicioso y calculador, casi podía oler las cantidades exorbitantes de dinero que pronto recibiría.
—¡Me lo llevo! —anunció Billiam, con sonrisa en la boca. Y montó su caballo, de vuelta a su mansión.
Su amada esposa yacía en la cama, como lo esperaba. Los agrietados labios no le parecieron más que afrodisiacos, y aún el grotesco olor que desprendía de su boca, inexorable prueba de su pronta defunción, se acercó para besarle los labios con suavidad.
—He traído un presente…—farfulló, la felicidad le enredaba la lengua—Para ti, mi querida.
Zaphire trató de hablar, pero Bill se lo prohibió apenas vio un ápice de intento.
—No es necesario decir nada —dijo—. Cuando te recuperes podrás agradecerme.
Quizá Billiam ya comenzaba a perder la cordura, o quizá era demasiado optimista. Lo cierto era que para él, la muerte de su amada no sería ni pronto, ni nunca. Era como si la imaginase cual ángel, con su cabello ondulado y revoloteado por el viento, las flores de azahar pululando a su alrededor, y el aroma de su cuerpo desprendía perfume de rosas.
Billiam se puso de cuclillas, al lado de su cama. Traía una navaja en su mano, de modo tomó un mechón de cabello rubio, le cortó, y abrió el relicario. Zaphire quiso preguntar qué estaba sucediendo, pero las fuerzas que le quedaban no abastecerían para decir esas simples palabras. Se quedó callada, ¿para qué le serviría el cabello estando muerta? Además, su adorado Billiam se veía muy entusiasmado cortándole el cabello y acomodándolo en un relicario que no alcanzaba a ver del todo bien.
Le levantó la cabeza, ella sufrió un leve mareo. Finalmente pudo, con creces, colocarle el precioso relicario. Y supo entonces, que nunca encontraría mujer más hermosa, o mujer que pudiese verse más etérea con la joya pendiendo del cuello. Ni tan siquiera aquella mujer del relato, la que Franz había mencionado.
—Nos mantendrá siempre juntos — murmuró, mirándole risueño—. Siempre —enfatizó. Ella alzó la comisura derecha de sus labios, formando una sonrisa de lado.
Y Billiam presenció su última calada de aire.

―•―

—Me preocupa, madre —murmuró Tom, el tono de su voz iba retrayéndose cada vez más. —. No ha salido de su habitación desde que Zaphire murió.
—Es normal que esté deprimido, querido —MiLady Simone estaba extrañamente calmada, como si el comportamiento de su hijo no le preocupase—. Está reciente la muerte de Zaphire, debemos darle unos días más, y si no se recupera, entonces…
—¿Entonces qué?
—¡Ah, querido! —Simone abrió sus ojos más de lo normal—. No puedo resolverles la vida a todos.
—Pero, madre…
—Te ordeno que calles —intervino, la aludida—. Tu hermano estará bien. Yo superé la muerte de tu padre, y él deberá superar la muerte de su esposa. Son cosas de la vida, hijo mío, lo comprenderás cuanto te cases y encuentres a una mujer digna, y ella tenga que morir. ¡Ah! Por cierto, ¿no crees que ya sea hora de pedir la mano de Antoniette?
Tom miró de reojo a Anja, en sus mejillas se arremolinaba el color carmesí.
—No sé si estoy listo para el matrimonio, madre.
—¡Pues no verás nada de la fortuna de Arthur, querido!

―•―
Aquella tarde el señor Kaulitz se levantó de cama por primera vez desde la muerte de su amada. Se apartó por primera vez de la fragancia de su perfume impregnado en las sábanas que la arropaban antes de su muerte. Y se sintió vacío, desesperado y… enojado.
Enojado. Esa era la palabra perfecta.
En algún momento de su desesperación, creyó que podría ver a su amada de nuevo. Creyó realmente que el relicario tendría el poder de hacerla inmortal. Pero había pasado una semana, ¡toda una semana! Y MiLady Zaphire no aparecía además de en sus sueños…aquellos sueños tan extraños, donde no discernía entre su realidad y su ensueño.
Al encaminarse al espejo que tenía en su habitación, la imagen que lo recibió fue completamente patética. ¡Vaya rey era! No había dormido en semanas, el pueblo era un completo caos, y él no dejaba de llorar por la muerte de su esposa. Y madre…¡tan necia era madre que no lo dejaba solo en su angustia! Solo quería tiempo para dejarse abrazar por la tétrica depresión y morirse sin ser perturbado. ¿Por qué nadie lo entendía?
Su puño se estrelló contra el cristal, haciéndolo sangrar. Fue entonces cuando decidió irse a dormir, dejando las gotas de granate marcando su camino a cama.
Por la noche extraños acontecimientos sucedieron. Madre dejó de molestarlo, Tom salió con Antoniette y su familia, y Anja no entró a la habitación en ningún momento. Era casi...etéreo. Pero de repente tenía demasiado calor, un calor avasallante y bochornoso. Y Billiam no soportaba el calor, ¡le odiaba tanto! ¿Cómo podía hacer calor en el cénit del invierno? Se apresuró a la ventana, estaba lloviendo…¿Entonces cómo hacía calor? Se preguntó, y de repente reparó en que…ya no lo hacía.
Así que con pies descalzos y congelados se acercó a la cama de nuevo, pero tenía un aspecto diferente. Tenía un halo de calidez que lo tentaba pero que a la misma vez lo atemorizaba.  Con la palma de la mano, sintió el aire caluroso que emanaba de su almohada.
Apartó la mano con rapidez, pareció quemarse. Luego la tomó y la apartó de la cama, creyendo que había algún problema con ella…pero había algo bajo la aterciopelada tela en la que Billiam solía descansar su cabeza. Algo que lo dejó momentáneamente…petrificado.
El Relicario.
¿Y qué hacía allí la joya de su amada? Si mal no recordaba, había decidido enterrarla con el cuerpo de ella, donde pertenecía. Sólo había una solución para tan horrible atrocidad; alguien había tocado el cuerpo de Zaphire antes de enterrarlo. ¡Qué osadía!
Así que corrió todos los pasillos del castillo, mientras las ventanas se azotaban por el viento y la tormenta tomaba más fuerza. Su rostro azorado, a la luz de los rayos parecía ser sacado de un cuento de terror, mientras con la boca fruncida y la mano sujetando con fuerza el relicario, gritaba los nombres de madre y su hermano.
Y de repente realizaba en que no había absolutamente nadie.
―¡Anja! ¡Anja!
Sus gritos no sirvieron de nada, el castillo estaba completamente desolado. Y tuvo la misma sensación que tenía en sus sueños…el miedo recorriéndolo, la ansiedad, las ganas de correr y la impotencia para mover las piernas. Pero algo le decía que no estaba soñando, que todo aquello era…su realidad.
Las ventanas se azotaban cada vez más, podía jurar que escuchaba el viento susurrarle cosas. Cosas que no tenían sentido para él, pero que le erizaban la piel cada vez que lo escuchaba. El eco de un chirrido llegó a sus oídos…como el de unas largas y asquerosas uñas rasguñando una superficie. De pronto se vio a sí mismo hincado en el piso de la sala de estar, rogando por clemencia.
Y todo se calmó en un segundo.
Su respiración, antes agitaba, ahora parecía detenerse. Intentó escuchar los latidos de su corazón, los mismo que antes sonaban como un martillo azotando su pecho, pero que ahora se acallaban con la apacibilidad que antecede a un huracán. Las ventanas dejaron de azotarse, la tormenta había cedido.
Una melodía comenzó a adentrarse en todo su ser. No parecía escucharla, parecía vivirla, adentrándose en sus venas, como saña que se vierte en una herida. Le recorrió todo el cuerpo, la simple melodía demoniaca que provenía del piano, tan simple pero tan terrorífica, sentía todo el cuerpo temblarle…era la melodía más maquiavélicamente seductora que había escuchado en toda su vida. Y allí estaba él, caminando con pasos inseguros hacia el piano, dividiéndose entre sombras y sombras más oscuras, tratando de discernir sobre aquella silueta iluminada por la luz de la luna. La silueta que tocaba la macabra melodía, que lo embelesaba.
―Sabía que vendrías ―dijo la voz con un timbre de voz que le heló la sangre. Y aunque anhelaba escuchar una vez más aquella voz de terciopelo, ahora que no la escuchaba, sino que se metía dentro de su alma y le robaba todo ápice de vida…quería acallarla. Deseaba ser sordo.
―Toca conmigo. Es la melodía que tocaban el día que nos conocimos…¿lo recuerdas?
Billiam posó sus manos sobre el piano, siguiendo la partitura sin mirarla. Y aunque extrañamente escucharla le causaba la peor de las sensaciones, no podía dejar de estar a su merced. No podía decir no a cualquier cosa que ella propusiese, era como si su cuerpo ya no respondiese a su mente, sino a la de ella. Y la mente de ella era tan…malévola y retorcida. Podía verlo en sus ojos, cuando la miraba, mientras sus manos continuaban tocando el piano.
―Te dije que siempre íbamos a estar juntos.
Billiam sintió su corazón retorcerse. Y podía jurar que la mano de Zaphire había atravesado su pecho y lo había drenado de todo líquido vital. Pero las manos níveas de su amada seguían al compás del piano, tocando la misma melodía sin fin, la que le estaba robando la consciencia con cada respiro.
―Hay una condición para que nunca más tengamos que separarnos, amor mío. Tienes que prometer que cumplirás tu palabra, y así permaneceremos juntos. Para siempre.
―¿No lo estamos ya? ―cuestionó Billiam. Ella negó son una sonrisa dulce.
―¿Harías lo que sea por mí?
Bill se sintió obligado a decir que sí.
―Entonces deberás cumplir con la profecía.
―¿Qué profecía? ―preguntó él.
―La del relicario ―respondió ella.
De pronto el relicario estaba frente a él. De modo que dejó el piano, pero la melodía continuó ardiendo en sus oídos. La profecía estaba escrita en hindi, pero extrañamente en su mente susurró la voz de ella con el significado. Y decía así:
«Siete son las muertes que traerán la vida. Siete son las estrellas que verán el día»
Billiam se desmayó en ese instante.

―•―
―Señor Franz, ¡señor Franz!
Franz se volteó ante los chillidos silenciosos de su sirviente, Hanz.
―¿Qué quieres, niño? ¡Estoy ocupado!
―Señor Franz, ¡le busca el rey! ¡Le busca el rey!
Franz se quedó momentáneamente extrañado. ¿El rey de nuevo pasando por su joyería? Acomodó lo mejor que pudo su cabello, al tiempo que dejaba sus joyas en la vieja mesilla de la parte trasera de su tienda y se dirigía a atender al rey.
Tenía un aspecto tan horrible que parecía más un muerto en vida que otra cosa. Había escuchado los chismes de su vecina, diciendo que milord se estaba volviendo loco, pero ya que el último chisme que escuchó había sido mentira…decidió no volver a creerle. Aunque descubrió que no estaba muy lejos de la realidad.
―¡Milord! ¡Qué gusto tenerle por aquí! ¿En qué puede ayudarle este humilde servidor?
Billiam apartó su mano de la boca de Franz.
―Aquí tiene de vuelta su relicario, señor Franz.
El hombre tomó la joya.
―Oh, milord…¿no le gustó? Podría conseguirle otra, más bonita, si así lo prefiere.
―No ―respondió tajante―. Sólo tome el relicario.
Franz no objetó nada, no lo haría a menos que le pidiese el dinero de vuelta. Así que sólo tomó el relicario, o al menos así lo intentó.
Al hacer contacto con la fina plata, se quemó.
―¡Mi señor! ¿No se está quemando? ¡Está en fuego la joya!
Billiam no podía sentir nada en sus manos, ni frío, ni calor. Tensó la mandíbula, completamente irascible, y entonces escuchó una voz…su voz, susurrándole al oído:
«Siete son las muertes que traerán la vida. Siete son las estrellas que verán el día»
―Franz ―dijo de repente―. Quisiera ver más joyas, a cambio de esta.
―Oh, mi señor, ¡por supuesto! Iré a traer las mejores de la tienda, ¡sólo espere!
Completamente fascinado, Franz corrió a la parte trasera de su tienda y buscó las mejores joyas que tenía a su alcance. Entre tanto, Billiam aprovechó la ausencia de las personas en la tienda, saltó sobre la vitrina y se encontró con Franz en su inhóspito escondite. En el momento en que Franz se volteó para saber quién había irrumpido en su bóveda, un golpe mortal lo azotó justo en el rostro.
Su cuerpo inerte cayó sobre los pies del rey, cuya mirada vacía se encendía en llamas. Y así, sin más, la profecía comenzó su curso, mientras Billiam cargaba en su consciencia las almas que él mismo había arrebatado.
Comenzaron entonces las noches de tortura del rey y su castillo, que se convertiría en su propia tumba. Más tormentas azotaron el pueblo, que descontrolado pedía justicia por sobre el nuevo asesino…el roba almas. Y Billiam se encerró en su alcoba y no salía si no era a matar, a cumplir todos y cada uno de los pasos de la maldición a la que era ahora esclavo. Zaphire seguía con el mismo semblante de demonio y ángel, susurrando en su cabeza cada vez que debía matar, las mismas palabras, las palabras de la profecía.
No cualquiera podía ser asesinado. Aquellas personas que tocasen el relicario, y Bill escuchase la profecía, serían los elegidos.
Y así, Bill escuchó sus palabras como látigos azotándolo, en la madrugada, y dirigiéndose al relicario, descubrió que era Anja quién lo tomaba. Sin más remedio, la mató asfixiándola, y sintió el peso del remordimiento asentándose en su consciencia. Su próxima víctima fue su madre, a quien asesinó con un veneno letal en su té matutino. Madre murió con el rostro formando el mohín más desagradable que hasta ese momento había visto.
Sus víctimas continuaron, el pueblo era cada día más caótico, y Bill cada día más demente. Las tormentas no cesaban de su furor, parecían empeñarse en destruir el pueblo sin lástima alguna. Los hombres de renombre del pueblo comenzaron a temer; parecía ser que el asesino roba almas únicamente se empeñaba con hombres de la alta sociedad. Y el pueblo vio como su rey, sin tomar ninguna clase de represalia, simplemente se escondía en su castillo y huía del nuevo asesino.
―¡Claro que debe esconderse! ―dice la vieja regordeta, a Franz―¡Si él debió ser el primero en ser asesinado!
En las calles se respira terror y demencia. A los niños se les ha prohibido jugar afuera, de modo que todo está desolado, y en las calles lo único que se mueve son las inundaciones de agua que dejaron las tormentas.
Finalmente, llegó el día en que salió el sol. Un sol que traía consigo un calor bochornoso y asfixiante, pero que no detuvo al pueblo de sus protestas y manifestaciones. Hombres y mujeres marchan en las calles, rogando por justicia, los niños lloran y gritan, y el sol brilla más que nunca. Ese día, sucede el último asesinato.
En la última torre del castillo, se ven siete cuerpos colgando. Seis que se reconocen fácilmente, Gustav Schäffer, Georg Listing, Tom Kaulitz, Franz Diermissen, Simone de Kaulitz, Anja Ziegler.
Pero el último…tiene un aspecto demacrado y torturado. Como si sus últimos días de vida hubiesen sido un completo infierno. Un cuerpo seco, alargado y gris. La multitud, consternada, grita por auxilio y no dan crédito a lo que sus ojos ven. El sétimo y último cuerpo, pertenece al Rey, Billiam Kaulitz.
Son las doce medio día, y el sol, en su máximo resplandor, comienza a oscurecerse. Se ve eclipsado por una luna rojiza y grande, que lo acapara por completo, parece engullirlo cual serpiente a su presa.
La tierra se sacude de manera violenta, causando espasmos en las casas, las cuales comienzan a caer una por una, ladrillo por ladrillo, cual juego de domino. La misma tierra sepulta los cuerpos vivos del pueblo, conforme parece, el infierno toma su lugar en la tierra y comienza a quemarlo. Y siendo de día, la luz se sume ante la potente oscuridad y deja de existir. Y sobre el cielo, el último vestigio de mirada logra ver la profecía cumplirse en su totalidad.
Siete puntos blancos alumbran alrededor de la luna roja. Siete estrellas que marcan un fin…pero que dan paso a un comienzo.



Kiss my eyes and Lay me to sleep-A.F.I

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2 Response to El Relicario [One-Shot]

the_flacks
18 de noviembre de 2011, 10:46 a. m.

¡¡Dios mio!!!,¡¡que one -shop!!!, por dios, me has dejado helada, petrificada, y mucho mas, hasta me lo imagine perfectamente,..eres...eres genial, eres una escritora magnifica, realmente tu fics merece ser leído por todos!, esta estupendo, ..no tengo palabras para describirlo, de verdad que me has dejado muy admirada. Cada suceso, y..Billiam en su demencia, mas que eso, el relicario hasta poseído?, me quede así O.O, ahhh, pero que one-shop, es una de mis preferidos, creo que es el único, es el primer one-shop que me gusta tanto, que ha transportado en lo mas alto de mi imaginación, que me ha hecho temblar, te lo juro, encima estoy solita en mi habitación y aquí en perú esta lloviendo y estas todo nublado, dándole ese toque parecido a la de la historia, aunque creo que la de la historia era muy tétrica, maravillosa para el tipo de one-shop. ohhh me has dejado maravillada, de verdad, no se que mas decirte, quisiera decirte miles de cosas, pero ala vez es difícil describirlo. solo....como me gustaria tenerte al frente para aplaudirte.....gracias por escribir tan bello one-shop!

Clau
20 de noviembre de 2011, 2:00 p. m.

oh mi Dios, no se como lo haces, simplemente escribes fenomenal, genial, excelente... calificativos hay millones pero no creo que se asemeje a lo que tu expresas escribiendo... bien de seguro te estaras preguntando quien es esta loca verdad? y te lo digo para mi perspectiva soy tu fan numero uno.. te eh leido desde que publicaste en el foro de peru utopia... no me atrevia a comentar porque temia no ser lo suficientemente buena comentando, aveces me travo mucho y cuando quiero decir algo que me dejo O_O no puedo porque simplemente no se expresarme ^^.. bien linda, te admiro y no sabes las ganas que tengo de leer mas creaciones tuyas.. sos genial en cuanto al one - shop como te dije arriba esta buenisimo, excelente, perfecto. hiciste que me metiera en la historia como nunca antes me habia pasado lo que gracias a eso hizo que no aguantara las ganas de comentar... felicidades realmente me encanto.. te mando muchos saludos desde paraguay :) besos y sigue escribiendo asi por favor ^^