Capítulo 51 «Lo que nos une»

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Cuando despertó por la mañana, se volteó para ver la hora, y lo primero que se encontró fue la fotografía de Camille en su buró. Todos sus allegados le aconsejaron que la quitase de ahí, no era bueno para él, no era bueno para nadie. Pero Tom continuaba aferrándose a la idea de tenerla a su lado, y además, era un incentivo para lo único que lo hacía querer mantenerse vivo; su venganza.
Hamburgo era una ciudad tan o más encantadora que Frankfurt. Allí el crimen organizado no estaba tan asentado, lo cual le servía, porque debía mantener un bajo perfil. Si bien andaba tras Caleb, él de igual manera andaba tras Tom.
Su vida se había vuelto una rutina…casi como la misma rutina de Gordon cuando anduvo tras Camille. Se levantaba, se bañaba, desayunaba, y repasaba los detalles de los últimos asesinatos de la Organización. Robó algunos planos de Gordon, que había construido en su tiempo con Caleb, y buscó en toda Alemania si las instalaciones habían sido realizadas. La realidad era que lo único que Caleb mantenía de Gordon, era la bóveda.
Su próximo reto sería averiguar el nombre del arquitecto de Caleb, lo cual, probablemente, haría mañana.
Porque hoy… hoy era el aniversario de la muerte de Camille.
Y aquello no significaba que los demás días sin ella no le importaban, significaba que la realidad era cada vez más evidente. Ella ya no estaba, y no iba a volver. Y aquel día, en particular, se sentía más decaído que cualquier otro.
Bajó entonces a desayunar con su hermano, y Brokelle, quién después de la muerte de Camille, decidió irse a vivir con Bill.  Realmente vivían en un pent-house en el centro, bastante lujoso, pero pasaban la mayor parte del tiempo junto a Tom, tratando inútilmente de que desistiese de su idea de una venganza.
―Buen día, Tom ―saludó la rubia, quién había renovado su imagen con un flequillo recto que le sentaba mejor a su cabello ondulado.
―Buen día, Broke ―saludó el de trenzas.
Tomó un poco de jugo que estaba en la mesa, probablemente Bill lo había dejado.
―Ha llamado Gordon ―comunicó Brokelle, mientras se sentaba―. Dijo que vendría hoy por la tarde…
―Oh, genial…
―Creo que será mejor que devuelvas sus planos antes de que llegue a casa, ¿no es así? ―Broke guiñó un ojo, mientras Tom dejaba de masticar―. Nunca vas a rendirte, ¿no?
Tom tragó con dificultad.
―No ―dijo con simpleza―. ¿Y bien? ¿Puedo saber por qué Bill aún no le ha dicho a Gordon que he estado tomando sus planos?
―Porque no lo sabe ―respondió Brokelle―. No quiero decírselo aún, a menos que…bueno, tú me obligues. Necesitas dejar esa obsesión, Tom. No es algo sano, lo único que Camille quería después de su muerte era que tuvieras libertad, y tú pareces estar empeñado en estropearla.
―Ah, genial, de repente se me quitó el apetito…
Brokelle dio un suspiro cansino.
―Piénsalo, por favor.
―No voy a descansar hasta ver a Caleb Novek muerto ―dijo con su mirada clavada en ella―, y nada va a hacerme cambiar de idea.
Bill llegó a la cocina justo en el momento en que Tom salía dando zancadas en lugar de pasos, mirándole extrañado se volteó a Brokelle y preguntó:
―¿Y a ese qué le sucedió?
Broke se encogió de hombros.
―Supongo que no durmió bien…

―●―


Gordon llegó de su viaje a Vienna a las cinco de la tarde, casi cuando comenzaba a anochecer. Después de la muerte de Camille necesitó de más empleados para lo que, comenzaba a formarse, como su propia Organización. Evidentemente no era tan poderosa como la de Caleb, pero estaba teniendo un buen inicio, y finalmente podía consolidarse como una verdadera amenaza con más empleados que sus dos hijastros y un sobrino adoptivo.
En su casa le esperaba una pequeña reunión sorpresa. Gustav y Charlotte, Bill y Brokelle, y Adrien y su novia, una chica sencilla y bonita, y los otros diez empleados que había contratado en los últimos días.
Les saludó a todos, agradeció por la sorpresa y se tomó algunos tragos. Todos lucían muy bien, y la reunión resultó bastante amena ―probablemente porque Brokelle la había planeado― lo cierto era que había extrañado a todos y cada uno de los que estaban ahora en su casa conversando con él sobre su viaje a Vienna.
Lo que le extrañó fue no haber visto en ningún momento de la noche a Tom.
Cuando se acercó a la mesa con bocadillos, justo al lado de Brokelle, decidió preguntarle.
―Creo que está arriba ―respondió―. Estuvo con nosotros unos minutos y subió fingiendo dolor de cabeza. Creo que es porque hoy…bueno, tú sabes.
―Sí, desde luego―Gordon se mordió los labios―. Iré a verlo, si no te importa que me desaparezca unos minutos.
―Oh, claro que no, puedes ir tranquilo.
―Bien.
Cuando subió lo primero que hizo fue dirigirse a su despacho. Le echó un vistazo a sus cosas y se dirigió a la habitación de Tom. Él se encontraba sobre su cama, con un vaso de vodka en la mano y mirando hacia el techo blanquecino.
―Así que…¿dolor de cabeza? Con alcohol no harás más que incrementarlo.
Tom no se tomó la molestia de levantarse. Pero su padrastro continuó apoyándose del marco de la puerta.
―Gordon ―dijo, con tono de adivinanza.
―Tom ―respondió, acercándose a la cama―. También te extrañé.
Tom se echó una carcajada.
―Oh, vamos, no lo hagas de esa manera.
―¿De la manera sentimental? ―Se escuchó una risilla―¿Al pequeño Tommy le da vergüenza mostrar un poco de amor a su viejo? Oh no, es al gran Tommy al que le da pena, el pequeño lloraba cada vez que su padrastro iba al supermercado.
Tom finalmente se levantó.
―Fue Bill quién lloró, para ese tiempo aún no podías diferenciarnos―Gordon arqueó una ceja con expresión divertida―. Bien, bien, fue sólo una vez, y mamá había dicho que te ibas pero nunca aclaró que volverías en diez minutos. Además, tenía seis años.
―Ah, deja de ser tan pretencioso. ¿No te alegras de verme?
Tom sonrió de lado, mientras estiraba la mano a Gordon. Después de una sacudida digna de “machos que se respetan”, terminaron dándose un abrazo y palmeándose la espalda.
―Sé que estuviste viendo mis planos ―murmuró Gordon al oído de Tom, quién se separó de golpe al escucharlo―. ¿Creíste que no me iba a dar cuenta?
―En realidad creí que lo harías, pero no tan pronto ―Su sonrisa cínica iluminó el rostro. Gordon negó suavemente, aunque sin poder ocultar la risilla que quería salir de su garganta.
―Podrías haberme preguntado ―propuso Gordon―. He estados persiguiendo a Caleb Novek por más de veinte años, y he intentado todas y cada una de las cosas que has hecho. ¿Alguna te ha funcionado a ti?
Tom negó, apenado.
―Eso no es bueno ―comentó―. Creo que no necesitas que te eche un sermón, pero sabes lo que pienso ¿no?
―Lo sé, es lo mismo que piensan todos.
―¿Y no crees que tal vez tengamos razón? ―preguntó.
―No puedo detenerme, Gordon ―dijo con pesadez―. Es como si…fuese lo único que me mantiene vivo. Lo único por lo que…aún no quiero morir.
―Te está succionando la vida, Tom.
―Me está dando vida ―le corrigió.
―Sabes que no importa lo que hagas, ella no volverá. Y si crees que matando a Caleb vas a sentirte mejor, estás equivocado. La única manera de que puedas vivir contigo mismo es que aceptes el hecho de que Camille murió, continúes con tu vida y, por más difícil que suene, olvidar.
―No quiero hacerlo, Gordon. Ella…ella está muerta por mi culpa, y es algo que simplemente no puedo dejar ir. Siento que se lo debo…
―Ella está muerta porque quiso liberarte. Lo único que le debes a su memoria es cumplir con lo que ella hizo por ti. Y ella quiso que fueras libre.
―Tú dijiste que si me metía en esto, no habría marcha atrás.
―Me equivoqué ―dijo―. Ella te está dando la oportunidad de salir y ser libre. Aprovéchala antes de que sea muy tarde.
―Daría todo porque ella estuviese conmigo, Gordon. No necesitaría de mi libertad si ella ―La voz se le quebró―…estuviese a mi lado.
Gordon murmuró segundos después:
―Sólo no quiero que vivas lo que yo viví mis últimos años. Persiguiendo algo que…simplemente, nunca iba a poder tener. Creí que arrebatándole a Camille a Caleb le haría pagar por lo que le hizo a Sophia, pero con ello sólo conseguí hacerme la vida miserable y hacérsela a ustedes. A mí también me duele su muerte, Tom, perdí a mi hija y a mi mujer a manos del mismo hombre…pero comprendí que es hora de seguir adelante. No quiero perder otro ser querido por Caleb, Tom.
―No vas a perderme ―le aseguró―. Sé que puedo hacerlo, estoy determinado a destruirlo.
―¿Y si no lo logras?
―No es opcional ―replicó.
Gordon bajó la mirada, rendido. Algo drástico tendría que sucederle a Tom para que cambiase de idea. Algo como lo que le sucedió a él.
Simplemente no quería ver a Tom como un espejismo de él mismo, ahogado por el odio y el rencor, en busca de una venganza que no iba a traerle más que tragedias. Pero hacerle cambiar de idea era tan imposible como lo hubiese sido si alguien hubiese intentado lo mismo con Gordon. No tenía más remedio que verlo caer cada día un poco más, porque tenía fe en que, eventualmente, iba a levantarse.
La reunión se convirtió en un jolgorio para el tiempo en que el reloj marcó las nueve de la noche. Brokelle veía divertida como los empleados de Gordon manifestaban todo su amor a sus compañeros después de un par de tragos. Para ella no había mucho, quería permanecer sobria esa noche.
Luego pensaba en que Camille probablemente le diría «Ni tú misma te crees eso» y ella reiría con mirada fulminante, pero no objetaría porque sabía que era verdad. Y de repente le dolía recordar…que ya no estaba, que ya no la tenía para bromear y hablar. Que la extrañaba tanto que quería llorar en ese momento, pero había muchas personas viéndola. Entonces miró su celular, buscó en sus contactos a Camille, y contempló su número por unos segundos.

―●―


Tom decidió que la casa de Gordon no era un lugar muy tranquilo para estar. Aunque sabía que, probablemente terminarían desmayados en una hora, tenía muchas otras cosas que enfrentar cuando se acabase la reunión.
Odiaba tanto que todos quisieran hacerle cambiar de opinión. Nadie podía entender lo que él sentía en ese momento, ni siquiera Gordon que lo aseguraba…porque si alguien lo entendía, debía entender entonces por qué lo hacía.
Estaba consciente de que no había nada que podía hacerla volver. Lo sabía mejor que nadie, porque le dolía más que a nadie y la extrañaba más que a nadie. Pero sentía la necesidad de vengar su muerte para sentirse bien con él mismo.
Le dio un trago a su cerveza, sentado en la barra de aquel bar, mirando el televisor sin poner mucha atención al partido que estaban pasando. Varias meseras le estaban coqueteando, él las ignoraba.
Fue en ese momento, el vestigio de mirada dirigiéndose a la puerta que daba al callejón, se acercaba una motocicleta. Y no era cualquiera, era negra con detalles en dorado, una exquisita BMW motorrad a toda velocidad, derrapando justo frente a la puerta, para entrar.
Aquellas piernas largas no pertenecían a un hombre, por el contrario, llevaban unas botas de tacón de aguja sobre el pantalón negro entubado hasta poco más abajo de la rodilla. Ella estacionó la motocicleta, apartando el casco de su cabeza, mientras su cabello se liberaba sedoso y caía sobre sus hombros y espaldas. Su cabello era lacio en la raíz y ondulado en la parte baja, en color rubio cobrizo. Llevaba los labios con un color rojo intenso, mientras sus ojos centelleaban. Tom no podía quitarle la mirada de encima.
No pudo comprender como nadie más aparte de él la miraba. Tenía cierto aire altivo, y era ciertamente preciosa. Se sentó en la barra y saludó al bar-tender.

―●―


―¿Todo despejado? ―preguntó la rubia, tomando un trago de su bebida.
―Desde luego ―respondió el bar-tender, limpiando la barra.
―¿Hace cuanto está aquí? ―preguntó.
―No más de una hora.
―Genial―Ella miró por sobre el hombro―. ¿Cuántas cervezas lleva?
―Está terminando la quinta ―dijo, hablando con fingida naturalidad―. Deberá ir al baño pronto.
Justo al terminar esa frase, el hombre se levantó y se dirigió al baño. La rubia se mantuvo en su lugar.
Le miró caminar, su lenguaje corporal, la manera en que coordinaba sus piernas y movía sus brazos en cada paso. Le miraba con los ojos con los que mira una serpiente a la pequeña rata que pronto será su cena. No puede haber nada que interrumpa tal grado de concentración, y entonces el chico a su lado le dice:
―Ahora, ve.
Ella niega, y espera un par de segundos.
―Ahora ―le corrigió, y se levantó.
―¡Vaya diferencia! ―bufó el chico, y en su movimiento el cabello falso se le desacomoda. La rubia le guiña un ojo.
―Estás aquí para aprender, Russell. Lección número uno; dos segundos pueden hacer la diferencia.
Russell la vio caminar hasta el baño. Podía jurar que por sobre la música ruidosa de ZZ Top podía escuchar el eco de sus tacones al caminar.
Pero quién no escuchaba sus tacones era el hombre que estaba siendo acechado y pronto cazado. Se acercó al urinal, bajó la cremallera e hizo lo suyo.
Entonces miró hacia el lado, un espejo que lo refleja a él y a una chica entrando, pero no una chica cualquiera, es una rubia despampanante vestida completamente de negro…y antes pensaba en coquetearle, pero entonces se dio cuenta que esto ya había pasado…que conocía muy bien ese procedimiento. Sacó en ese momento la navaja que tenía en el bolsillo derecho, subió su cremallera y se volteó para enfrentarla, en ese mismo momento, ella le tomó la mano con la navaja, dobló un poco la muñeca y con la mano que aún tenía libre, le dio un golpe directo a la nariz, justo con el espacio entre la palma de la mano y la muñeca.
Se escuchó un gemido de dolor, mientras ella aprovechaba su momento de debilidad y volteaba la filosa navaja apuntando hacia el estómago del hombre. Le miró a los ojos, clavando pupilas con pupilas, y con una media sonrisa murmuró:
―Me recordaste.
Y él sintió el filo atravesándole la piel, tocando sus entrañas. Mientras ella retorcía dentro de él la navaja, de un lado a otro, más profundo, dónde sabe exactamente el lugar que va a hacer que se desangre hasta la muerte. Estratégicamente, sobre ella aún no hay ni una gota de sangre.
El cuerpo cayó al suelo, la escena es grotesca: un hombre con una herida de navaja, hecha por él mismo. Eso le daría un buen dolor de cabeza a la policía.
Se miró al espejo, asegurándose de que su cabello estuviese bien peinado y su maquillaje impecable…y de hecho lo estaba. Se retocó un poco los labios, y salió de allí tan campante cómo había entrado.

―●―

 
Tom había imaginado toda la escena. No lo había visto, desde luego, pero al estudiar sus movimientos ―como sólo los asesinos lo hacen― se dio cuenta que ella no era una chica cualquiera. Y debió saberlo antes, no cualquier chica llega a un bar en un callejón con una motorrad y vestida de negro.
Ahora estaba más que intrigado. ¿Para quién trabajaba? ¿Lo hacía sola o tenía algún equipo? Extrañamente quería saber más sobre ella…como si lo hubiese cautivado. Tal vez, de alguna manera, así lo hacía. Tal vez, y sólo quizás…le recordaba a Camille.
Se levantó y se dirigió al baño. Justo en el pasillo la encontró saliendo, ella levantó la mirada y lo encontró.
Y el sintió que estaba siendo víctima de choques eléctricos, cómo a los que Caleb le había sometido, pero placenteros. Su mirada le causó eso. Entonces ella apartó la mirada, y salió de allí con paso más rápido. Tom no pudo discernir emoción alguna en ella cuando lo miró a él. Ni miedo…ni la electricidad que el sintió.
Se adentró al baño y encontró lo que sospechaba; un cuerpo recién asesinado. Lo analizó unos minutos, con el impulso de ir tras ella pero controlándose. No había dejado ninguna pista, el escenario decía que sí, se había apuñaleado a él mismo, pero no se estaba suicidando.
Tom se sintió ansioso por saber cómo sería la policía de Hamburgo comparada con la de Frankfurt, de modo que mañana vería las noticias.
Salió de allí tratando de encontrarla de nuevo, pero en la puerta que daba al callejón ya no se veía su motocicleta. Tom se apresuró a la salida, tal vez tendría la oportunidad de verla conducir tan ostentoso vehículo.
Las luces de la calle se difuminaron a lo lejos, mientras ella aceleraba y se aferraba al manubrio. Y entonces dejó de verla.
Decidió que era hora de ir a casa, por lo que volvió al bar, pagó por sus tragos, y se devolvió al auto. Justo cuando se acercó lo suficiente para desactivar la alarma, vio como la luz del farol se eclipsaba por una cabellera. Tom se volteó de inmediato.
―Evan ―dijo tragando con dificultad.
―Tommy, hace mucho que no nos vemos ―dijo y sonrió―. Necesitamos hablar.
―No tengo nada de qué hablar contigo.
―Oh, vaya que sí.
Tom siguió su camino hacia su auto, y entonces vio como más hombres salían de la oscuridad del estacionamiento.
―Te conviene voltearte ―le escuchó decir con avidez. Tom obedeció.
―¿Qué demonios quieres?
―Oh, yo no, Caleb quiere.
―Bien, ¿qué quiere ese hijo de puta?
―Que dejes de seguirlo. Se está cansando de tener un acosador.
―Dile que cuide sus espaldas, entonces.
Evan se echó una carcajada.
―Escucha, chico, no querrás hacerle enojar ―se acercó, sacando sus manos de los bolsillos―. Te propongo un trato, ¿bien? Nos dejas en paz, y nosotros a ti y a tu familia. Nadie sale herido, ¿lo ves?
―No me gusta el trato.
―¡Ah! Pues aquí tengo otro, aunque dudo que te guste; sigue con tu jueguito y Caleb matará a todos y cada uno de tus familiares frente tuyo.
―¿Como lo hizo con Camille? ―preguntó Tom, tensando la mandíbula―. Mató a su propia hija.
Evan se carcajeó estruendosamente y dijo:
―¡Tío, supéralo! ¡Está muerta!
Tom se llenó de rabia y se abalanzó hacia él, tomándolo de los pliegues del cuello de la camisa. Lo acorraló a su auto y le miró fulminante mientras Evan continuaba riéndose.
―Suéltame, tienes a una docena de francotiradores dispuestos a dispararte si doy la señal.
Tom no aminoró la fuerza.
―No quieres hacer esto, créeme.
Pasaron unos segundos, Tom acorralándolo del cuello y Evan con las manos en los bolsillos, tranquilo y cínico. Tom finalmente se calmó y se dio cuenta que allí no tenía posibilidad alguna de salir victorioso. De modo que lo soltó.
―¿Lo ves? Juicioso. Calmado, y nadie sale herido ¿entendido?
Tom le miró furibundo.
―Tomaré eso como un sí.
Le vio marcharse. Y así lo hizo él, de igual manera, hacia su casa. Completamente enfurecido, pero con el recuerdo de ella.





Lo que nos une-Los Govinda

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4 Response to Capítulo 51 «Lo que nos une»

16 de noviembre de 2011, 9:42 p. m.

Mae que triste :( Me hace tanta falta Cam, no es lo mismo sin ella, pobre broke,y pobre Tom, y pobre Bill y Gordon... Y que hijo de puta Evan, espero que se muera lenta y dolorosamente, y se me olvidó lo otro que iba a decir que mierda!!
Bueno mañana le digo si me acuerdo xD
Pd: dem bna la canción!! *-*

17 de noviembre de 2011, 2:23 p. m.

Concuerdo con Shell, me hace falta Camille. Odio a Evan y pido que por favor sufra mucho!!!
Me da mucha lastima Broke y Tom...
Pero una ligera sospecha...ojalá que sea cierta!
Los Govinda ♥
La canción es genial!

the flacks
18 de noviembre de 2011, 9:53 a. m.

pobre tom :(, cuando empece a leer y dijo que tenia la foto de camille al lado, dije "dios, esta obsesionado", me dolió, unas lagrimitas se me escaparon, se extraña mucho a camille, sera porque su personaje pego muy fuerte en el fic, era extraordinaria, pero bueno, esta muerta T-T. ese tom va enserio con lo de su venganza, y broke es otra que esta igual que tom, aunque ella no esta de acuerdo con la venganza, tiene razón, lo ultimo que quería camille era que el fuera libre, que se saliera de esa vida, pero también hay que entender a tom, se siente culpable, eso si carcome por dentro el corazón.

la nueva chica ya apareció, y tal parece que a tom le hace recordar a camille, peligro, porque hay personas que se refugian en otras so9lo porque tienen un parecido de las personas que algunas vez amaron, solo estarian por un parecido, y no por amor.

el fic esta genial Berry, es realmente interesante y fascinante, y algo me dice que se pondrá mucho mas, lo que ya quiero saber es, ¿para quien trabaja la nueva chica? , eso me llena de intriga.

bueno, solo me queda decir felicitaciones y estaré atenta al próximo capi ;)

Anónimo
24 de noviembre de 2011, 7:10 p. m.

podria ser camille8-) hay no la extraño