Capítulo 52 «Línea de tiempo»

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El reloj marcó las siete cincuenta y cinco de la mañana cuando aquel incandescente rayo de luz mañanero resplandeció por su capó al tiempo que estacionaba su auto junto al Mercedes Benz de su jefe. Un lindo Nissan 370z en color gris arena que recién había adquirido, y aunque, no le tuvo mucha fe al principio, definitivamente ahora no podía dejar de conducirlo.
Llevaba una linda blusa de satén en color azul verdoso, combinada con sus aretes, mientras un pantalón negro entubado de talle alto combinaba con sus zapatos. Se acercó al elevador, en conjunto con uno de esos compañeros de trabajo que no suele hablarle mucho, le concedió una sonrisa a manera de saludo, y marcó el sexto piso del edificio.
Llegar a su oficina siempre le daba cierto sentimiento que no podía descifrar. Le gustaba la decoración ―ella misma la había hecho―, las paredes eran en color blanco y tras su escritorio, había un gran ventanal sustituyendo una de las paredes para darle una preciosa vista de Hamburgo. Y siempre se mantenía limpia, por el simple hecho de que, prácticamente no pasaba más de veinte minutos allí.
Boyd llegó con su preciosa sonrisa de perfectos dientes blancos, cargando dos tazas de café, pocos minutos después de que ella misma se hubiese puesto cómoda en su lugar. Ver a Boyd siempre la ponía de buen humor, tal vez era porque era eso lo que él irradiaba. Era ciertamente atractivo, con su cabello rubio oscuro y sus ojos verdes grisaceos que contrastaban perfecto con su tono de piel bronceada, y cuando dejaba su barba por algunos días, dándose a sí mismo un toque algo desaliñado, era simplemente…la perfección masculina.
―Nada me haría mejor que un buen café en este momento ―comentó la rubia, viéndole entrar a su oficina. Boyd dejó el café correspondiente sobre su escritorio de vidrio.
―Será mejor que lo tomes rápido. He visto a Dirk algo malhumorado, apuesto a que no tarda en venir.
Ella asintió, probando un poco del café para no quemarse. Cuando estuvo segura de que tenía una temperatura prudente, decidió darle tres grandes sorbos.
―Y bien, ¿qué tal tu fin de semana? ―preguntó Boyd.
―Horrible ―respondió sin más.
―Vaya, ¿horrible interesante o sólo aburrido?
―Pues, ambos…
―¿ah, sí?
―El sábado estuve llena de trabajo con el caso de Ostrow, de modo que no salí de casa en todo el día, y el domingo…digamos que intenté salir y no encontré mucha diversión.
―¿Con eso te refieres a que no tuviste tu aventura a escondidas con un completo extraño que tienes todas las semanas? ―ella le miró con ojos fulminantes pero a la vez divertidos―. Cómo me gustaría que eso fuese realidad.
―¿Disculpa? ―dijo la aludida, fingiendo estar ofendida.
―Oh, sabes a qué me refiero. Demasiado trabajo y muy poca diversión.
―Boyd, realmente no quiero escucharte decir lo mismo de todos los lunes…
―Bien, no lo diré ―Boyd hizo un ademán de tregua con las manos―, pero creo que soy suficientemente claro diciéndote que hasta yo me acostaría contigo en estos momentos para que tengas algo de acción.
La rubia se carcajeó unos minutos, hasta que se asomó en la puerta la cabeza pelirroja de su jefe Dirk.
―Vall, Pechner, a sus trabajos, AHORA.
―Sí, señor.
Había sido tan enfático al decirlo que ambos dejaron de reír súbitamente y Boyd salió de la oficina tan rápido como sus piernas le permitieron.

―●―

Tom llegó a la cocina más temprano de lo que solía, pero le agradó ver a toda la familia reunida y pensó, tendrían un delicioso desayuno gracias a Brokelle, todos juntos. Últimamente, y aunque Bill y Broke vivían en un departamento propio en el centro, pasaban demasiado tiempo en la casa de Gordon y él.
Pero le gustaba de esa manera. Aún no podía creer que se había separado de su hermano, después de tantos años de dependencia con él, y ahora tenía novia y se iba a vivir alejado de Tom. Y aunque la mayoría de los días la pasaban juntos, a veces extrañaba ver a su hermano un día, sin Brokelle, sin interrupciones, sólo ellos dos.
―Huele delicioso ―comentó adentrándose a la cocina―. ¿Qué preparas, Broke?
―Una vieja receta para panecillos ―respondió―. Y los cocina tu hermano, no yo ―Broke guiñó un ojo con media sonrisa.
―¡Ah, joder! ―se escuchó a Bill decir, todos voltearon verlo.
―¿Estás bien, cariño?
―Me he quemado, ¡maldita estufa!
Todos rieron al ver la repentina rabieta de Bill por un artefacto sin vida. Tom tomó el control remoto de la televisión y pulsó el canal de las noticias, estaban justamente pasando una nota sobre su más reciente misión.
―Bien hecho, Tom ―dijo Gordon mirando la noticia. Hablaba la teniente de policía, daba muy poca información sobre lo poco que tenían de pistas, lo cual, les hacía saber que el departamento de oficiales no tenía mucha claridad en cuanto al asesinato.
Pero Tom no escuchó el comentario de su padrastro. Estaba absorto en la imagen del noticiero, tras la teniente había una mujer rubia con el cabello recogido en una coleta alta, aquella mujer era la misma que había visto ayer…en el bar.
―Tom, ¿qué dices? ―preguntó Brokelle―. ¿Tom? ¿Estás escuchándome?
El aludido finalmente salió de su ensimismamiento.
―Lo siento, Broke ,¿qué decías?
―Ah, olvídalo ―La rubia le acercó un plato con los recién horneados panecillos―. Te tocaron los quemados, la próxima debes poner más atención.
Tom sólo miró con mohín hacia los panecillos. Se levantó con rapidez y salió de la cocina, dejándolos a todos completamente confundidos.
―Ah, mierda ¿dije algo? ¿de nuevo?
―No, Broke ―respondió Gordon, comprendiendo lo que acababa de suceder―. Mira la televisión.
Ambos, Bill y Brokelle, clavaron su mirada en la televisión. Quien declaraba en ese momento sobre el crimen no era la teniente, era una criminóloga que estudiaba el caso. El rostro de aquella mujer era el recuerdo vivo del detonante de Tom. El rostro de aquella mujer era el recuerdo vivo de…Camille.

―●―

―Harlem, ¡ven a ver esto!―La rubia se acercó hacia Boyd, quien examinaba el cuerpo desde cerca.
―¿Qué sucede?
―¿Ves a ese chico de allá? ―Boyd señaló. Harlem alzó la vista y le miró.
―Joder, estoy harta de la gente husmeando en las escenas de crimen.
―Exacto. Haz algo, aquí no hay mucho por decir.
―Haz algo tú. Mides casi dos metros, creo que serías bastante intimidante…
―No, cariño, demasiado atractivo. Puedo olerlo desde aquí.
Harlem sonrió.
―Eres tan gay.
―¡Ja! Como si hubiese un medidor. Ahora ve, ¡rápido!
Harlem comenzó la marcha, incentivada por una cómica nalgada de su compañero de trabajo.
Era difícil adivinar la sexualidad de Boyd sin conocerle a fondo. A primera vista da una impresión de macho inquebrantable, una primera conversación dejaría a cualquiera convencido de que no sólo era heterosexual, sino que hasta algo homofóbico, pero conforme el tiempo pasaba y dejaba ver su verdadero yo…Boyd era la persona más obsesionada con las pijas que Harlem había conocido.
Y no era afeminado, ni mucho menos, podía decir con su voz regular “me gusta el trasero de aquel chico” y aún así sonar como un militar. Harlem sonreía conforme se iba acercando al chico que husmeaba, recordando cómo había conocido a su mejor amigo, y de pronto, le vio mejor.
Era el mismo chico del bar.
Bien, las cosas no podían ponerse peor, definitivamente. Sólo podía recordar su mirada penetrante conforme se acercaba a la escena del crimen que ella misma había cometido, el día anterior, la manera tan profunda en que la miraba…
―No eres muy discreto que digamos.
Tom dio un respingo, volteándose de inmediato, encontrándose con ella cara a cara. Y ahora que tenía su rostro tan cerca, no pensaba que pudiesen haber dos personas tan parecidas a menos que fuesen gemelas idénticas. Pero era un parecido tan desigual, tan confuso, que le tenía el cerebro hecho trizas.
Sus ojos no eran grises como los de Camille, eran de un color azul muy claro. Pero tenía la misma intensidad que ella y…el mismo efecto sobre él. Y su cabello no era rojo, era rubio cobrizo, y su piel tenía la misma tonalidad nívea… y de pronto se daba cuenta de que la estaba mirando mucho.
―Puedes irte ahora ―demandó la rubia.
―¿Tú…?
―Yo…puedo arrestarte si no te vas.
Tom sonrió suspicaz.
―No puedes, eres una criminóloga.
―Bien, pero puedo llamar a un oficial.
―O mejor nos conocemos ―dijo de súbito, extendiendo su mano―. Me llamo Tom.
Le miró mientras arqueaba una ceja.
―¿No vas a decirme tu nombre? ―preguntó él.
―No tengo ganas, ¿te irás ahora o debo llamar a un oficial?
Tom sólo sonrió. Y ella se volteó, marchándose. Tom la tomó del brazo, antes de que ella estuviese fuera de su alcance, la obligó a mirarlo y dijo:
―Sé quién eres.
Harlem lo entendió a la perfección, la implícita amenaza en su amigable petición.
―Yo también sé quién eres.
Tom le soltó el brazo.
―Así que…ya nos conocemos, ¿eh?
―Corrección, yo te conozco, tú crees que me conoces.
Tom sonrió de lado, el sonido imperceptible de un bufido apenas se salió de su boca.
―Sabes, eres muy astuta, en realidad. ¿Criminóloga y asesina? Vaya combinación.
Tom vio en el semblante de la rubia cambiando, como si de repente perdiese la paciencia con él.
―Te rompería el cuello en un segundo sin pensarlo dos veces. Pero estoy en mi trabajo, así que te recomiendo que te largues de aquí y no juegues con mi paciencia. ¿Has entendido?
Tom sonrió, impasible.
―¿No me dirás tu nombre, entonces?
―¡Harlem! ¡Ven ahora, hemos encontrado algo! ―La voz de Boyd resonó por toda la propiedad rodeada de árboles secos. Harlem maldijo para sus adentros.
―Así que…Harlem, no es un nombre muy común ¿o sí?
―Ruégale al cielo que esa pista no sea un desliz tuyo ―sentenció la rubia.
―Créeme cuando te digo que no lo es.
―¡Eh, Harlem! ¿Sucede algo allí arriba?
Harlem miró directamente a los ojos de Tom.
―Estoy bien, Boyd ―gritó en respuesta, luego se dirigió a Tom―:Es hora de que te vayas ahora.
Tom iba a replicar algo ingenioso, pero ver a Boyd subiendo la pequeña colina hacia dónde él estaba, tras Harlem, le hizo volver a pensar si estar allí no era verdaderamente una locura. Boyd podía llegar a los dos metros de altura sin problema alguno, y aunque Tom no era realmente pequeño ―rozaba el metro noventa― estar al lado de un hombre como Boyd le daba cierto golpe a su ego.
―¿Todo bien por aquí? ―preguntó con tono sospechoso. Tom no quiso mostrarse demasiado vulnerable, pero tampoco demasiado macho.
―Todo está bien, cariño ―respondió Harlem, con mirada fulminante, pero tono meloso―. El caballero ya se iba.
Tom le sonrió de manera coqueta, al mismo tiempo lanzándole una mirada fulminante a Boyd, quién le daba una sensación repentina de celos. ¿Así que tenía novio, y parecía un supermodelo? Bien, aceptaría el reto.
―Nos vemos luego, Harl.
Tom se marchó lanzándole una última mirada que decía todo y nada a la vez. Boyd se posicionó detrás de Harlem, como cuidándole la espalda, observando a Tom marcharse.
Entre tanto, murmuraba con su voz ronca al oído de Harlem cumplidos sobre el trasero de Tom, mientras lo veía desde atrás.
―Agh, simplemente exquisito ―dijo con tono lascivo.
―Por primera vez en lo que llevo de conocerte, debo coincidir con tus gustos ―respondió de vuelta, ella.
―¿Cómo has hecho para no comértelo a besos con esas miradas? ¡Hasta yo me sonroje! Ah, y me puse algo celoso…siempre te salen los mejores. ¿Crees que tenga alguna oportunidad, tal vez sea ligeramente…bisexual?
Harlem sonrió de medio lado.
―Está fuera de tu alcance, Boyd. Totalmente heterosexual.
Harlem sonrió, pensando en él. Y Boyd no pasó desapercibida esa mirada.
―Oh por Dios ―dijo pausadamente―. ¡Realmente te ha gustado ese chico!
Harlem se volteó, con los brazos cruzados.
―Claro que no, Boyd ―dijo, mientras caminaba hacia la escena del crimen―. Es sólo que…ya lo conocía.
―¡Te acostaste con él, cierto! ―dijo con la boca ligeramente abierta de sorpresa―. Joder, pero es que pareces tan calmada, ¡pero hay que ver con qué monumentos te andas revolcando!
Harlem lanzó una carcajada.
―No me acosté con él, Boyd.
―¿Ah, no? ¡Dime entonces que estás a punto de hacerlo!
―En realidad…―Los ojos de Boyd brillaron―, es el ex de una conocida.
―¿Qué tan conocida? ―indagó el rubio, ahora con pocas esperanzas de vivir su sueño a través de su amiga.
―Lo suficiente como para que me esté vetado ―respondió.
―No lo creo, ni siquiera él reparó en ello, ¡estaba coqueteando contigo!
―Él no sabe quién soy ―dijo Harlem.
―Entonces no son tan cercanas, ¿eh?
La rubia se detuvo y miró directamente a los ojos de Boyd.
―No lo éramos. ¿Podrías dejarlo ya?
―¿Y entonces, quién era ella?
Harlem quitó su mirada, el viento le revoloteó el cabello.
―Sólo…una vieja amiga.







Anybody seen my baby?- The Rolling Stones

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3 Response to Capítulo 52 «Línea de tiempo»

Anónimo
30 de noviembre de 2011, 10:43 p. m.

broooder siempre leo tus historias y cada vez me dejas mas cojuda jaja. Las amo en verdad, siguela prontooo

2 de diciembre de 2011, 2:29 p. m.

Jajaja uy que cool, creo que me he enamorado de Boyd!!! *baba cayendo* es dem sexy...!
Me encanta Harlem, y a Tom nunca se e ha quitado lo perrito, ¡que vida!
Espero el otro con ansias!

the flacks
4 de diciembre de 2011, 4:15 p. m.

m*erda!!! O.O, para camile quien era ella?, O mas bien, para ella...que era camille?, su hermana?, o solo una amiga?, no enteindooooo >_< y me desespero, porque creo que camille tiene una hermana gemela, pero ala vez no, por dios!! que enredo, pero ala vez interesante y me deja con mas ansias de leer el siguiente capi.

de verdad que me has dejo llena de preguntas y ansias, esto ex extraño, y aun mas, tom esta de coqueton ¬¬, cuidadito, pero igual es parecida camille, pero aun así no es camille. pobre, seria muy feo que solo se meta con ella por ese parecido, pero bueno, algo bueno saldrá de esto, o no? O.o, AHHHHHHHHHHHHH LA INTRIGA ME MATA!!!,

CAP PRONTO PLEASE!!! T-T