Capítulo 3 «Tahúr»

Categories:


La mirada de Camille permanecía fija en la pared de la cocina. Sus manos abrazaban una taza de café intacta, que humeaba justo debajo de su rostro. Sus pies cubiertos por unas coquetas pantuflas, su cuerpo envuelto en una bata de seda, y su cabello amarrado en un desordenado moño.

Cualquiera que la mirase en ese momento pensaría que era una demente. Su mente divagaba entre recuerdos y pensamientos, entre explicaciones y preguntas sin respuestas. Las pocas horas que pudo dormir solo le habían servido para estresarse más.

El recuerdo vivo de unos ojos avellanados reaparecía cada vez que parpadeaba. Y una pregunta se encendía en su mente cada vez que lo recordaba; ¿Cómo pueden estar vivos?

Le dio el primer trago a su café y sintió su recorrido arder en su garganta.

La situación se le había salido de las manos, y no quería admitirlo. Se rehusaba a pedirle ayuda a Caleb nuevamente. Aquello sería un golpe duro para su ego, y no estaba dispuesta a humillarse de esa manera. Entonces la pregunta volvía, azotando su realidad, helando sus huesos.

Y aún seguía sin respuesta. Aquello la quemaba por dentro, y tal vez, no necesariamente de una manera negativa, sino más bien…Placentera. Quizás, comenzaba a gustar el juego del gato y el ratón. Quizás por eso no le había matado aún…

Le gustaban los retos, y éste particularmente, le causaba una cierta satisfacción. El salirse de la rutina, de solo matar y esconder cualquier evidencia, le hacía sentir bien, aún cuando sabía que su libertad se encontraba pendiendo de un hilo.

También sabía que Tom no era ningún incompetente, por el contrario, con un poco más de práctica podría llegar a ser tan buena como ella. Pero de pronto la diversión comenzaba a causarle miedo, y ese miedo se tornaba poco a poco en preocupación. Sabía que debía hacer algo… y pronto. Para el momento en que había dado su segundo sorbo al café, escuchó los pasos de Brokelle bajando los escalones. Venía tallándose los ojos y dando un gran bostezo.

La rubia se detuvo abruptamente al encontrar a Camille tomando café.

―¿Qué haces levantada tan temprano? ―preguntó extrañada.

―No podía dormir ―se excusó Camille sin apartar la mirada de la pared.

Brokelle frunció el ceño.

―¿Te encuentras bien? ―preguntó con un dejo de preocupación.

―Sí, es solo que…ya sabes…―dijo haciendo un ademán―ellos.

―Deberías… hablar con Caleb ―le sugirió Broke, aunque había sonado más bien como una pregunta.

―No puedo ―repuso Camille ―. Es…

―Complicado ―dijeron al unísono.

―Lo entiendo ―añadió Broke. Sin darle más importancia al asunto del que ya tenía, caminó adentrándose a la cocina, buscando su ansiada taza de café matutina.

―Iré a darme una ducha ―escuchó la voz de Camille. Cuando Brokelle se volteó la pelirroja ya no estaba. Pudo escuchar a lo lejos los pasos de Camille subiendo los escalones.

―¡Tengo una idea! ―dijo, haciendo que Camille se detuviese súbitamente en uno de los peldaños. Se volteó con una sonrisa de medio lado. Sabía que su amiga era la mejor levantando ánimos, y algo le decía que tenía no una idea, sino una muy buena idea.

―¿Qué se te ocurre? ―preguntó arqueando una ceja.

―Velvet ―respondió haciendo un mohín―. ¿Qué dices? Creo que lo remodelaron. Habrá chicos…―le guiñó un ojo.

―Cuenta conmigo ―repuso la pelirroja sin pensarlo―. Es hora de que me divierta un poco.

Ambas sonrieron. Aquella sería una noche prometedora.



―●―



―¡No puedo creer que hayan ido! ―se escuchó la voz furiosa de Gordon, haciendo eco en todas las habitaciones de su casa.

―Lo siento…―dijo Tímido Tom. Sabía que no tenía excusa creíble para el disparate que había hecho, y sin embargo…no se arrepentía.

―Les dije que no fueran, y aún así lo hicieron. ¡Casi los matan!―Los ojos de Gordon por poco se iban a salir de su lugar habitual. Bill jamás había visto a su padrastro así, y aunque no quería señalar culpables, su hermano era el único que tenía que ver con el lío.

―¡Lo siento, bien! ¿Qué más quieres qué haga aparte de disculparme? ¡Te he dicho lo siento millones de veces!

―¡Quizás quieras obedecer mis órdenes la próxima vez! ―replicó Gordon.

―¡Quizás quieras dejar de gritarme! ―replicó Tom. Él podía soportar todo, excepto el llanto y los gritos. No lo soportaba, simplemente no podía. Y parecía que la voz de Gordon iba a desaparecer si no dejaba de gritarle.

Sabía que lo que había hecho, había sido un arrebato de orgullo. Y que podría haber traído consecuencias graves, y sin embargo, no había pasado nada. No entendía por qué tanto drama.

―¡Joder! ―exclamó aventando el lapicero de su mano contra el piso de la habitación―. ¿Saben? Mejor…váyanse... no puedo ni verlos ahora.

Tom y Bill se limitaron a callar. Después de una última mirada retadora, los dos salieron y se dirigieron a sus habitaciones. Bill se dejó caer en la cama de Tom, mientras su hermano caminaba en círculos alrededor de él.

―Sabes que él tiene razón ―comenzó a decir Bill.

―Lo sé ―concedió Tom―. Pero no quiero hablar de eso…tengo una idea.

―¿Ah, sí? ―preguntó Bill.

―Escuché que están remodelando Velvet ―explicó haciendo señas―. Necesito un descanso ¿sabes? Y unas cuantas chicas no harían mal.

Bill volcó los ojos, pero al mismo tiempo la idea le conmovía.

―¿Qué dices, hermanito? ¿Noche de chicos?

―Noche de chicos ―afirmó Bill moviendo animadamente las cejas



―●―



Camille buscaba en su armario algún atuendo para su prometedora noche. Eran pocas las veces que salía, pero cuando lo hacía, se veía increíblemente hermosa.

Brokelle tenía en su cama varios atuendos preparados y aún estaba indecisa. Pensativa, tomó un lindo vestido satinado y se miró al espejo.

―Te ves mejor con el negro ―escuchó a sus espaldas y se volteó. Camille estaba mirándola desde el marco de la puerta.

―Tienes razón ―dijo torciendo su cabeza hacia el lado―. Este es un poco…revelador.

―Querrás decir que te ves como una puta―repuso sin más Camille. Brokelle levantó su dedo del medio.

―Vamos, solo soy sincera.

―Tu sinceridad y tú pueden irse a la mierda ―replicó Brokelle volcando los ojos―. ¿Qué quieres?

―Vine por mi gabardina ―respondió paseando su mirada por la blanca habitación―. ¿La has visto?

―Por allá ―señaló Brokelle con la barbilla. Camille la tomó y salió de la habitación.

Al fin decidió que ponerse, después de una hora de debatir con el espejo. Su atuendo de esa noche constaría de unas blusa blanca con escote U. Unos leggins de cuero negros y unos botines del mismo color. No se arriesgaría a morir de hipotermia con el frío que le ofrecía aquella noche, así que culminó el atuendo con una gabardina gris oscuro.

Por suerte para Camille y su naturaleza puntual, Brokelle se alistó en un tiempo prudente de una hora y media. Cuando el reloj marcaba las diez de la noche en Frankfurt, El “Chevy” Camaro de Camille ya estaba recorriendo las calles de Alemania con la majestuosidad y rapidez que solo la pelirroja podía darle.

Cuando llegaron al lugar, Camille no pudo evitar asombrarse por su remodelación; La arquitectura minimalista y el valet parking del lugar, eran algunos de los puntos más relevantes.

Camille puso sus dos pies fuera del auto aún admirando el gran letrero que tenía frente a sí y decía en letras de colores neón “Velvet”. La música llegaba a sus oídos y rebotada en su pecho. Sonrió para sí misma al tiempo que aventaba sus llaves a un hombre robusto a su derecha, y se adentró al lugar en compañía de Brokelle.

―Broke, no vayas a dejarme sola ―amenazó apenas se adentraron, pero fue demasiado tarde―. ¿Broke? ¿Broke? ―cuestionó sin respuesta―. Genial ―bufó al no encontrarla.

Se dejó caer en una silla de la barra, y de inmediato pidió un vaso de whisky.

―¿En las rocas? ―preguntó el Barman.

―No, solo ―se apresuró a responder.

Una vez listo, Camille tomó el vaso de whisky y lo terminó en cuatro grandes sorbos, sin tomarse la decencia de descansar entre cada uno. Cuando terminó, dejó caer el vaso en la barra, causando un estruendo que llamó la atención de los demás presentes.

―Chica ruda ¿eh? ―escuchó a sus espaldas. Pidió otro vaso de whisky y se volteó.

Su mirada se encontró con unos desgarradores ojos negros. Lo miró de pies a cabeza, algo que Camille nunca solía hacer. Tenía un cierto atractivo en su sonrisa, y un cabello castaño rizado era el punto culminante.

―Depende de cuál sea tu perspectiva de “ruda” ―dijo, y sonrió. Él también lo hizo. Ambos sonrieron.

―No suelo ver muchas chicas bebiendo whisky de esa manera. Y a ti te imagine…

―¿Bebiendo un coctel? ―cuestionó arqueando una ceja―. Lamento decepcionarte.

―No lo hiciste ―rió él―. ¿Qué te parece si comenzamos de nuevo?―Camille arqueó una ceja―. Me llamo Sam ―dijo extendiendo su mano, con una mínima esperanza de que Camille le correspondiera.

―Camille ―replicó después de pensarlo unos segundos. La mano de Sam quedó al aire, y prefirió guardarla en su bolsillo.

Pasaron varios minutos acompañados de copas. Para ese momento Camille se encontraba envuelta en los brazos de Sam, bailando al ritmo de una canción que sonaba demasiado pop, pero demasiado bailable.

«My love is a revolver, my sex is a killer.

Do you wanna die happy, do you wanna die happy?»



―¿Te importaría? ―escuchó a alguien decir a sus espaldas. Sintió a Sam alejarse y las manos de su nueva pareja de baile, aferrándola más hacia él.

No le incomodó, por el contrario, ni siquiera se molestó en estar al tanto de con quién bailaba ahora. Lo único que sabía era que se movía bien, y eso le bastaba.

Cerró sus ojos, adentrándose en su propio transe. Su cabeza se recostó en el hombro del chico que estaba tras ella, y pudo sentir su respiración muy cerca de su cuello.  Sus manos se enredaron con su cabello, alborotándolo, sintiendo el calor del momento chocando contra ella. Después de un par de canciones, Camille decidió que era hora de tomar algo.

Aún cuando no podía escuchar su respiración se sentía agitada. Y podía ver su pecho exaltarse cada vez que inhalaba. De modo que se volteó mirando hacia el suelo, tratando de esquivar la mirada del chico que tenía tras ella. Pero entonces cuando quiso avanzar, él le bloqueó el paso.

Sus ojos lo recorrieron de pies a cabeza, al tiempo que peinaba su cabello con los dedos. Lo primero que encontraron sus ojos grises fueron unos pantalones holgados. De alguna manera sabía de quién se trataba, y no quería subir más la vista. Obligada a lo último, lo siguiente que encontraron sus ojos fue su brazo vendado.

Ahora estaba segura de quien se trataba. Tragó con dificultad, parpadeó, y miró su rostro.

Sus ojos lo encontraron y se clavaron con fuerza. Reconoció su sonrisa, aquella sonrisa cínica y de alguna manera encantadora. Un tentador piercing en el labio inferior y una ceja arqueada, de manera desafiante.

―¿Me extrañaste? ―preguntó él.

Camille no respondió. Lo miró relamiéndose los labios, y aquello le había atraído. Tragó con dificultad nuevamente, y Tom pudo ver su garganta moverse. Sin pensarlo mucho salió de la pista de baile, sintiendo como la sombra de Tom la perseguía.

Tomó la primera botella que encontró en la barra y le dio tres grandes sorbos.

―Yo que tú, no haría eso ―escuchó su voz otra vez. En un tono que ella sentía como una ofensa, como una…burla―. Podría tener algo, sabes. Es peligroso.

―Me estás siguiendo ―espetó la pelirroja clavando su mirada en él.

―Mmm...Tal vez...―Se encogió de hombros

―No fue una pregunta ―sentenció Camille.

De alguna manera quería escapar de allí. Se sentía mareada, y no sabía exactamente por qué. Caminó hasta el segundo piso del Club, y salió a la terraza que había allí.

En ese lugar la música se sentía más como un leve zumbido a lo lejos. No había nadie allí, y sin embargo se sentía observada. Sus manos se aferraron al muro que llegaba justo a la altura de su ombligo. Las luces de la ciudad estaban frente a ella, cerró sus ojos, suspiró en silencio y cuando los volvió a abrir, él estaba a su lado.

El humo salía de su boca, y sus manos sostenían un cigarrillo blanco. Tom sonreía, y Camille no entendía por qué lo hacía. Le molestaba.

―¿Quieres? ―preguntó extendiéndole un cigarrillo. La única respuesta que obtuvo fue una mirada fulminante―. Yo también he tratado de dejarlo, sabes ―dijo como si se tratase de una broma.

―¿Qué carajos quieres?

―Mmm…―se quedó pensativo, dándole otra calada a su cigarrillo―, deberías especificar esa pregunta―La recorrió de pies a cabeza, con una mirada lujuriosa.

―Sabes a qué me refiero ―sentenció la pelirroja.

―Bueno, no te va a gustar la respuesta.

―¿Dinero? ―cuestionó Camille―¿Tu vida?

―¿Eso fue una amenaza? ―preguntó con una carcajada.

―Te ahorrarías más tiempo preguntándome cuando no lo sea.

―Déjame pensarlo ¿sí? Cuando lo haya pensado, te diré que quiero.

―No tienes idea de con quién estás jugando ―repuso ella, en un tono de voz que le había helado los huesos a Tom.

―Me gustaría averiguarlo ―dijo el acercándose peligrosamente.

El cigarrillo cayó al suelo y se apagó en un charco de lluvia. Camille lo sintió acercándose a ella, sintió su calor, sintió su respiración.

Sabía que quería.

Aquello no sería un impulso de ella. Sabía que poseía el auto control que a Tom le faltaba, y estaba segura de que la mente del pelinegro se encontraba entre sus piernas, y no en su cabeza.

Dejó que sus labios la encontraran. Un simple roce, que aunque Camille trataba de negar, la había estremecido. Tom por su parte se encontraba feliz, y a punto de abrir su boca para disfrutar plenamente de aquel beso. Hasta que el sonido del revólver de Camille hizo eco en su oído.

Se separó de ella abruptamente, como si se hubiese lastimado. Tragó con dificultad y miró a su lado el brillo del arma de Camille. Sus ojos se dirigieron a ella casi de inmediato, y de alguna manera su mirada confundida parecía reclamarle.

Camille mantenía una mirada maliciosa, como si hubiese ganado en un juego donde se jugaba con trampa. Enarcó su ceja de manera triunfante, y le susurró empleando el mismo tono seductor de Tom:

―Me parece que el juego acaba aquí ―Tom se estremeció y sonrió. Elle la siguió el juego, el juego que él había inventado. Ambos jugaban, y sabían las reglas.

―Me parece que tendré que agregar “asesina” en mi lista de afrodisiacos ―Tom sonrió con picardía.

―No juegues con fuego, trenzas ―le advirtió ella.

―Tal vez quiera quemarme ―replicó él en un susurró casi inaudible, y sin embargo caótico.

Escuchó los tacones de Camille alejándose de él. Caminando hacia atrás, sin apartar su mirada hechizante de los ojos de Tom.

Por ahora no podía hacer nada. El arma que andaba no estaba cargada, y no podía hacer mucho en un lugar público. Le guiñó un ojo y lo señaló con la punta del revólver, como si se tratase de una amenaza. Se perdió entra la gente, y Tom se quedó momentáneamente estupefacto. Viendo a la mujer más espectacular con la que había hablado en su vida. Tocó el lóbulo de su oreja recordando el roce de los labios de Camille cada vez que le hablaba al oído.

Sonrió para sí mismo, satisfecho de lo que había sucedido. El juego apenas comenzaba…



―●―



Bill no pudo ignorar la inminente sonrisa que llevaba su hermano mientras conducía. Sus dedos golpeaban el volante al ritmo de la canción que tarareaba. Algo que hizo que Bill se quedase confundido momentáneamente. Él no estaba acostumbrado a escuchar a su hermano cantando… ¿Madonna?

«Oops I guess I shot you

My finger's on the trigger

I had a bullet with your name on it»



Decidió ignorarlo. Prefirió pensar en que aquella noche había conocido a Brokelle, y por más que intentó, no pudo quitarle la mirada de encima. Le preocupaba, de cierta manera, que ninguno de los dos pudo siquiera amenazarse, aún sabiendo sobre quienes eran ellos, y en lugar de ello, decidieron bailar e intercambiarse los números telefónicos.

El camino se mantuvo en silencio, hasta que Tom y una sonrisa malvada lo interrumpieron:

―Te fue bien con Brokelle ¿eh?

Bill se sintió cohibido por un momento.

―¿De qué hablas? ―preguntó fingiendo desinterés.

―Vamos, te vi bailando con ella.

―Oh, sí, eso. Es todo parte del plan.

―¿Ah, sí? ¿Qué plan? ¿Enamorarlas y luego matarlas? Vaya cliché.

Bill le fulminó con la mirada.

―Vamos Bill. Estás siendo ridículo.

―¿Por qué mejor no hablamos de tu encuentro con Camille, eh?

―No sucedió nada ―dijo con evasivas.

―Te conozco cuando mientes. Y por si no sabías, también te conozco cuando alguien te gusta.

―Pues ella es guapa, sería natural ¿no? ―Tom sonrió con cinismo.

―Sabes de qué hablo. Es demasiado peligroso que siquiera intentes acostarte con ella.

―Oh y tú socializando con Brokelle no es peligroso ¿eh?

―Es diferente.

―¿Ah, sí? ¿En qué sentido?

―Que tal vez yo no la quiero para follármela, contrario a lo que tú quieres con Camille. Y que nuestra misión no es con Brokelle, por lo que tengo todo el derecho de salir con ella. ¿Lo ves? Es diferente.

Tom entonces cambió el semblante, ahora preocupado, y replicó con mirada desaprobatoria.

―Involucrar tus sentimientos en esto va a ser una mierda, y lo sabes.

Bill lo sabía, pero tal vez no podía evitarlo.


Spread The Love, Share Our Article

Related Posts

No Response to "Capítulo 3 «Tahúr»"