Capítulo 9 «Vorágine»

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«¡Auxilio!» Fue lo primero que escuchó Bill cuando entró a su casa. El grito sonaba distante, y sin embargo la suplica en su voz era imposible de ignorar. Con el ceño fruncido a causa de la confusión, apuró su paso, siendo guiado por aquella voz.

Rápidamente reconoció de quién se trataba, y francamente dudo en ir a ver si su hermano estaba bien, dado que podría encontrarse una sorpresa no muy agradable al entrar a su habitación. Con el pomo de la puerta en su mano, se quedó estático allí unos segundos. Se dijo a sí mismo que si su hermano volvía a gritar, entonces entraría.

 «¡Auxilio, por favor!»

Tragó salida antes de entrar, y giró el pomo de la puerta.

—¡Bill! —chilló Tom al verlo—¡Has vuelto! ¡Bill, ayúdame a quitarme estas estúpidas esposas! —Pero su hermano todavía no terminaba de procesar lo que sus ojos veían.

Tom completamente desnudo, temblando de frío y aún así sudando, amarrado a los barrotes de la cama con unas esposas de felpa rojas. ¿Podrías ser más irreal?

No importaba la respuesta a eso, no cuando verlo le causaba esa sensación de hilaridad. Estalló en carcajadas ruidosas y burlistas, y cayó en el piso tomándose el abdomen a causa del dolor que le provocaban las incesantes carcajadas.

—¡Bill! —vociferó Tom, esta vez furioso por la reacción de su gemelo—¡¡Ven acá y ayúdame a quitarme esto!!

Bill siguió riendo, ignorando la reciente orden que le daba su hermano, la cual parecía más bien una amenaza. Aún envuelto en carcajadas, pudo finalmente incorporarse, con las piernas temblando por la falta de fuerzas.

—¡Tengo que tener pruebas de esto! —espetó Bill, y sacó de su bolsillo su teléfono celular.

—¡No! ¡No! —gritó Tom al escuchar un sonido proveniente del móvil de Bill―¡Borra esa foto ahora mismo! ¡O te juro que cuando salga de aquí voy a partirte la cara!

—¿Disculpa? —cuestionó Bill, apoyándose en una pierna y llevando ambas manos a su cintura—. Te recuerdo que soy la única esperanza que tienes de quitarte eso… y si no me tratas bien, te dejaré allí toda la noche.

—¡¡Ven acá, idiota!! —refutó Tom, pataleando contra las esposas.

—¿Y crees que así voy a ayudarte? —preguntó Bill, fingiendo estar indignado—. No lo creo Tommy.

Y sin decir más, caminó unos cuantos pasos para salir de la habitación de su hermano. A la mitad del pasillo, le escuchó gritarle nuevamente.

—¡Bill!...—Se detuvo, formando una sonrisa malvada en su boca. Y con el poder desbordándole por sus finas facciones, entró nuevamente a la habitación de su hermano―¿Decías? —cuestionó apoyándose en el marco de la puerta, arqueando una ceja.

—Vamos, ayúdame —suplicó Tom. Bill se echó una nueva carcajada y se acercó a él. Tomó las llaves que guardaba con recelo en un compartimento de su buró y finalmente lo liberó de su verdugo.

—Demonios —maldijo, sobando una de sus muñecas. Para ese momento se encontraban rojas por la fuerza que Tom había empleado al tratar de zafarse—. Dime que no vas a enseñarle esa fotografía a nadie.

—Mmm... Podría decírtelo, pero no lo cumpliría.

—Bill…—masculló Tom con tono demandante.

—Bien, bien. Solo la guardaré de recuerdo —sonrió con malicia Bill, y Tom bufó.

—Si me doy cuenta que se la enseñaste alguien, eres hombre muerto —sentenció Tom, y sin decir nada más, se levantó y salió de su habitación. Bill se quedó allí unos minutos más, contemplando la fotografía de su celular, ahogándose en risas y carcajadas.



•••



—¿¿¡¡QUE TÚ HICISTE QUÉ!!?? —vociferó Brokelle, y el refresco que tuvo en su boca hacía unos minutos terminó esparcido por toda la mesa.

—Oh vamos, que no es para tanto —rió Camille acercando su vaso a su boca.

—¡Claro que sí! —replicó Brokelle, abriendo los ojos más de lo normal—¡Es muy grave lo que hiciste! ¡Puede haber un incendio o alguna emergencia y él moriría allí amarrado!

—Si lo matan sería una ventaja ¿no crees? —dijo Camille con tanta indiferencia que a Brokelle se le erizó la piel―. Además, estás exagerando las cosas. Probablemente Bill ya llegó y se encontró con la sorpresita.

—¡Aja! —repitió Brokelle como si tuviese una gran idea—. Iré a llamar a Bill, él debe saber lo que has hecho.

—No uses esto como excusa para llamarlo —se burló Camille, dándole un sorbo a su refresco. Brokelle la fulminó con la mirada, y salió de la cocina a paso rápido. Camille se quedó allí, terminándose su vaso. El placer de imaginarse a Tom amarrado, desnudo y completamente indefenso, no se comparaba con ningún otro…



•••



—Hola, Broke —saludó Bill al escuchar su voz del otro lado de la línea. Inconscientemente sintió una tranquilidad que lo embargaba por completo, esa sensación que sólo ella le daba.

—Llamé para… bueno, es algo tonto, pero debo decírtelo —Bill notó su nerviosismo, y eso le hizo sonreír. Sabe que ella siente lo mismo que él cuando hablan.

—Dime… ¿qué sucede?

—Es sobre Tom —Cuando Bill escuchó sus palabras, supo de inmediato a qué se refería―Creo que Camille ha estado… bueno… solo…joder —Bill rió al ver que no le salían las palabras, de modo que decidió hacérselo más fácil.

—Tranquila, ya lo sé todo. Tom me lo ha contado

—¿Ah, sí? —cuestionó, y Bill asintió como si ella pudiese verlo—. En ese caso, solo llamaba para eso… sí. Es que… podría ser peligroso.

—Entiendo…—musitó Bill cabizbajo. Realmente esperaba que ella llamase para él y no para su hermano. Claro que él no tenía ese “sexto sentido” que las mujeres sí poseen, y no sospechaba siquiera las verdaderas intenciones de Brokelle. Pero por suerte Bill, y la mayoría de los hombres no tienen un sexto sentido, pero sí un sentimiento nato por no darse por vencidos.

—Brokelle —llamó justo a tiempo, antes de que ella colgase.

—¿Sí? —dijo con un dejo de esperanza en la voz.

—¿Qué harás mañana por la noche? —Palabras mágicas salieron de su boca. Brokelle se tira boca arriba en su cama, con un cosquilleo que la recorrió de pies a cabeza.

—Nada ¿por…?

—Estaba pensando… si… tal vez podríamos salir.

—…Mmm…eso... sería una buena idea —Bill sonrió al escuchar sus palabras.

—Bien, entonces… pasaré por ti a las siete. ¿Sí?

―Sí, a las siete está bien.

—Cuídate —Fue lo último que dijo, y terminó la llamada.



•••



Al día siguiente, justo antes del ocaso, Brokelle ya se encontraba en la ardua tarea de buscar qué ponerse. Camille despertó de una siesta que había tomado en la tarde, ya que por la noche tenía dificultad para dormir. Arrastrando sus pies caminó hasta la habitación de Brokelle. Allí estaba su amiga probándose un vestido gris satinado, que le quedaba bastante bien.

—Me gusta ese —le escuchó decir y se volteó. Sus ojos encontraron a Camille recostada en el marco de la puerta, con los brazos cruzados a la altura de su pecho.

—Es nuevo —dijo Brokelle sonriendo, mientras giraba en su propio eje para dejarse admirar.

—¿Alguna ocasión en especial? —preguntó Camille, sabiendo la respuesta de antemano.

—Bill —dijo sin más, con una sonrisa inminente—. Saldré con él hoy…—Miró su reloj de pulsera—. En realidad, debo apresurarme. Llega en menos de media hora —se acercó a Camille para que le ayudase con la cremallera.

—Sabes Broke…no quiero que lo tomes a mal, pero… creo que esto de Bill y tú… es algo peligroso.

Brokelle se volteó, y contrario a lo que Camille pensó, esta estaba sonriendo.

—Tal vez —admitió encogiéndose de hombros—. Pero, bueno, en nuestra última cita hablé con él un poco, y creo que todo está bajo control.

―¿Ah, sí?

—Sí, además trabaja para alguien en específico, no una entidad grande, por lo que está en desventaja.

—¿Cómo estás tan segura?

—Mmm… creo que tú sabes la respuesta —dijo Brokelle, y se calzó uno de sus tacones. Camille se quedó pensativa, tratando de encontrar la respuesta en ella. Sabía que Brokelle se refería a que ella también andaba con Tom, pero eso no quería decir que se sentía confiada, sino que le gustaban los retos.

Y desde que tiene uso de razón, a Brokelle no le gusta arriesgarse mucho… ¿o sí?

—Cam —llamó Brokelle, sacándola de su ensimismamiento—, creo seriamente que te estás quedando sorda.

—¿Eh? —pudo apenas pronunciar.

—Que vayas a abrir —dijo Brokelle en tono cansado. Camille se levantó aún extrañada, pero se limitó a caminar y bajar los escalones. Al abrir la puerta, encontró al padre de Brokelle en el umbral, tomado de la mano con un niño de al menos cinco años.

Su nombre era Jared, y tenía un gran parecido a Brokelle, o en realidad a los Zeller. No podía ser para menos si era su hermano, pero este pequeñín era diferente. Sí, poseía esa mirada dulce y encantadora que también Brokelle tenía, y también ese carácter radical que podía cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Pero Jared era diferente, era como un pequeño huracán, que por donde pasase lo único que podía dejar era un caos total.

—Paul, qué gusto verte —saludó Camille, acercándose a él para darle un beso en la mejilla. —. Hola, Jared —se dirigió al pequeño, y lo despeinó un poco a manera de saludo.

—Hola Camille, ¿podrías llamar a Brokelle, por favor?

—Claro, pase por favor —Sin decir nada más, subió los escalones a paso rápido, y llegó a la habitación de su mejor amiga. Brokelle estaba tirada en el piso, lo cual era una lástima con ese hermoso vestido. Pero parecía estar muy concentrado buscando su otro zapato bajo la cama.

—¿Broke?

—¿Ah? —inquirió con la mitad del cuerpo bajo la cama. Su voz sonó ahogada.

—Es tu padre, está abajo.

Brokelle salió de la cama en un movimiento tan rápido que hasta Camille se había mareado.

—¿Mi padre? ¿Qué hace él aquí?

Camille se encogió de hombros, y esa fue su única respuesta. Brokelle se incorporó, y despeinó su cabello. Camille no entendió, hasta que después, tomó la bata y se la ató a la cintura, disimulando así perfectamente el cualquier indicio de que iba a salir esa noche. El resultado final fue bastante creíble, y Brokelle salió casi corriendo al encuentro con su padre.

—Hola, papi. Hola, Jared ―les saludó respectivamente, dándole a ambos un beso en la mejilla.

—Hola princesa, me alegra que no estés arreglada —dijo Paul mirando las fachas de la rubia. Brokelle frunció el ceño.

—¿Por qué lo dices?

—Necesito que me hagas un favor —comenzó a explicar, mientras ambos se sentaban―. Verás, tuve que despedir a la niñera de Jared, y no tengo con quién dejarlo hoy. Lo he estado cuidando yo mientras consigo a una nueva, pero hoy tengo reunión con Patrick y Caleb, y sabes que no puedo llevarlo.

—Y… ¿en dónde encajo yo en todo ese lío? —preguntó Brokelle. Ella sabía bien la respuesta, pero no quería apresurarse.

—Necesito que cuides a Jared por mí —respondió Paul—. Vendré por él mañana.

—Oh…yo… en realidad…

—No me digas que vas a salir —dijo Paul mirando el atuendo de Brokelle, como si estuviese recordándole lo desliñada que se veía. Vaya que lo había disimulado bien…

—Es que… no puedo… tengo que…

—Brokelle —sentenció Paul en tono suplicante—. Por favor, sólo será un día.

—Pero papá…

—Broke…

Y podrían seguir en ese jueguito, pero Brokelle sabía que terminaría aceptando. De modo que para qué gastar saliva…

—¿Prometes portarte bien? —preguntó agachándose para quedar a la altura de su hermano. Jared sonrió mostrando sus impecables dientes de leche, formando una sonrisa de lo más traviesa—. Bien, entonces supongo que sí…

Paul la miró sonriendo, sabía que le debía una. Finalmente se despidió de ambos, y se marchó a la importante reunión que tenía.

Brokelle, después de despedir a su padre, se tumbó en el sofá de la sala de estar, bufando a más no poder. De pronto escuchó el sonido del vidrio haciéndose añicos contra el suelo…probablemente era un vaso, y ese sería el primero de muchos que terminarían igual.

—Qué desperdicio de vestido, tú cuidando a esa pequeña fierecilla —se burló Camille bajando los escalones. Cuando Brokelle abrió los ojos, Camille estaba sentada a su lado.

Y de pronto… una idea. Camille, ella era la única que podía salvarla, de modo que al verla una sonrisa inminente se dibujó en la totalidad de sus labios. A la pelirroja no le gustaba la manera en que los ojos de Brokelle brillaban de malicia.

—¿Qué? —espetó ante su mirada—. No me mires así, Zeller. Estás loca si crees que voy a decir que sí.

—¡Oh, Camille!

—¡No, no y no! ¡Ya sabes que no soy buena con los niños!

—¡Vamos, Cam! ¡Será solo por hoy! —suplicó Brokelle juntando las manos—. Además, sabes que Jared es un niño muy dulce.

—¿Dulce? ¿Ese niño? —cuestionó Camille, y su pregunta pareció responderse sola cuando otro vaso cayó al suelo—. Ni lo sueñes…

—¡Camille, por favor!

—¡He dicho que no, joder!

—Por favor, por favor, por favor, por favor

—No lo haré, no lo haré, no lo haré.

—¡Cam!

—¡Broke!

—¡No me vengas con ese jueguito!

Camille se carcajeó al tiempo que se incorporaba.

—Te dije que no.

—Anda Cam… solo será ésta noche…

Camille se detuvo en el primer peldaño de los escalones. Algo en la voz de su amiga empezaba a convencerla…

—Cam… ¿sí?

—Bien —accedió rodando los ojos—. Pero no me culpes si termino matándolo.

Cuando trató de dar el primer paso para subir, sintió un peso descomunal recargándose en su espalda. Era Brokelle, llenándole de abrazos y besos. Camille pataleó tratando de zafarse, y se carcajeó cuando al fin se liberó.

—¡Deja de ser tan melosa! —vociferó Camille limpiando su mejilla con el dorso de su mano —¡Y arréglate el cabello, lo tienes horrible!

Brokelle continuó riéndose, y dando pequeños brinquitos de felicidad subió los escalones.



•••



El timbre de casa sonó, y Brokelle bajó a una velocidad casi inhumana, aún cuando llevaba unos tacones de diez centímetros. Sabía quién estaba allí, y no quería hacerlo esperar ni a él, ni a ella misma.

Abrió la puerta con una sonrisa jovial, y apenas le vio lo recibió con un cálido abrazo.

—Hola, Broke —saludó Bill correspondiéndole un abrazo. Brokelle finalmente se apartó y lo miró de pies a cabeza, contemplándolo.

Era definitivamente su tipo, un poco andrógino pero sexy a la vez, fuera de lo común, y delgado, completamente delgado. Llevaba una camisa negra, con el cuello en “V”. Encima de la misma llevaba un saco a rayas negras y plateadas, horizontales. Un pantalón negro y ajustado, y un par de argollas que adornaban su oreja derecha, culminando su aspecto “punk” con la cresta peinada. A los ojos de Brokelle, completamente exquisito.

De pronto, una no tan extraña presencia detrás de Bill. Esos ojos traviesos y esa sonrisa pícara, le extrañó verlo allí, pero comenzaba a acostumbrarse.

—¿Tom? —cuestionó al verlo.

—Sabes, empiezo a acostumbrarme a tus desplantes —bromeó el susodicho, recordando que siempre en esas circunstancias, reemplazaba el “Hola” por un tanto grosero “¿Tom?”.

Bill le propinó un codazo directo al abdomen.

—No sería un desplante si te quedaras en casa, donde deberías estar —masculló Bill fulminándolo con la mirada. Brokelle sonrió volcando los ojos.

—No importa, Bill —dijo restándole importancia al asunto—¿Nos vamos?

—Claro —Tomó la mano de Brokelle, encaminándola al auto. Mientras ambos se dirigían allí, Tom pudo escuchar a Brokelle gritándole «¡No le digas a Cam que te dejé entrar!»

El pelinegro se limitó a asentir, y mientras con un ademán se despedía de ambos, su gemelo y lo que posiblemente… sería su novia. Dio un paso dentro de la casa de Camille, y al hacerlo la pelirroja iba bajando los escalones con algo en las manos, que Tom no pudo distinguir.

—¡Brokelle! ¡Olvidaste tú…! — Y lo miró allí, y su frase se vio interrumpida por la confusión—¿Tú otra vez? —preguntó mirándolo, y antes de que pudiese responder, volvió a preguntar—¿Broke se ha ido ya?

Tom asintió respondiendo ambas preguntas.

—¿A qué viniste?

—Mmm… a verte.

—Parece que no aprendiste la lección —rió Camille, recordando la noche anterior. Tom arqueó una ceja.

—Aquí la única que tiene que aprender una lección, eres tú —objetó Tom, acercándose tanto a ella que sus narices estaban rosando sus puntas. Camille no era de baja estatura, pero su metro setenta y cinco no sobrepasaban al metro noventa de Tom.

—¿Ah, sí? —cuestionó ella, sonriendo con picardía—¿Y de qué lección estamos hablando?

—Veras, Camille. Un hombre como yo, no se desnuda frente a una mujer por nada, de modo que creo que me debes algo…

Y sin previo aviso, tomó su rostro con sus manos y unió sus labios en un beso lleno de pasión y lujuria. Esa que sólo ellos dos podían darse, esa que solo entre ellos sentían. Camille se dejó llevar, una vez más, como tantas. Y es que cuando sus labios tocaban los de él parecía perder todo tipo de control sobre ella, y por mucho que lo negase, le gustaba.

Él comenzó a avanzar, obligándola a ella a caminar hacia atrás. Ambos cayeron en el sofá, y Tom sobre ella se inclinó para cobrarle algo que, según él, ella le debía desde hacía mucho tiempo.

Su mano descendió desde su hombro hasta su codo, despojándola del tirante de su blusa. Con esa pequeña parte descubierta de su cuerpo, aprovechó para repartir varios besos a lo largo de su cuello.

Pero se detuvo al escuchar un alarido, proveniente de los escalones.

—¡Camille! ¿¡Es ese tu novio!? —preguntó lo que al parecer de Tom era un niño. Alzó la vista, y en los escalones se encontraba lo que parecía ser una réplica exacta de Brokelle, solo que con un intento de cresta, y un metro menos de estatura.

Camille apartó a Tom tan rápido que el pelinegro quedó momentáneamente mareado. Se acomodó la blusa, y relamió sus labios.

—No, no es mi novio ―se apresuró a decir mientras se incorporaba—. Es mi… amigo…

—¡No! —chilló Jared dando brincos—¡Los amigos no tienen sexo! —Hablaba alargando las silabas, como todo niño a su edad.

—¿¡Qué!? —se escandalizó Camille—¿¿Sexo?? ¿¡De donde sacaste esa palabra, eh!? — Dio una larga zancada para tratar de tomarlo, pero Jared fue más astuto, y se escabulló de sus brazos, para luego salir corriendo.

—¡Camille tiene sexo! ¡Camille tiene sexo! —canturreaba mientras se perdía entre las habitaciones. Camille apretó los puños y gritó:

—¡Ven acá, niño!

Allí estaba otra vez, esa aversión hacia los niños. Y más cuando eran tan escandalosos y malcriados como Jared. Las cosas empeoraron aún más cuando escuchó unas carcajadas a sus espaldas. Se volteó y encontró a Tom, tumbado en el sofá, carcajeándose mientras veía la escena.

—¡Tú! —vociferó acercándose a él—¡Levántate de allí y ayúdame a encontrar a ese pequeño demonio! —Con cada sílaba, su dedo índice golpeó más el pecho del pelinegro.



•••



Después de haberlo encontrado bajo la cama de Brokelle, Camille cargó a Jared ―quién era increíblemente ligero― y se lo llevó a la cocina. Camille no era buena cocinera, ni planeaba serlo, de modo que se las arregló para que Tom fuese a comprar algo de helado, y finalmente, eso se convirtió en la cena del pequeño.

—¿Te gusta? —preguntó Camille, mientras Jared se llevaba una cucharada a la boca

—¡Sí! —respondió eufórico, sin importar que aún su boca estuviese llena de helado. Camille sonrió satisfecha, al parecer lo peor ya había pasado. Lo contempló mientras seguía comiendo, debía admitir que era un niño lindo, y cuando no estaba haciendo destrozos por toda la casa, podría hasta parecer educado. Jared dio su última bocanada, y emitió un gran eructo.

—Estoy aburrido —dijo sin más, y dio un brinco para ponerse de pie.

—Mmm…podemos ver unas películas —propuso Tom encogiéndose de hombros.

—Esa es una buena idea —le apoyo Camille, y miró a Jared—¿Qué dices?

—No, no me gustan las películas —Se cruzó de brazos, e hizo un puchero.

—Mmm…a ver… entonces… ¿naipes?

—Te aconsejo que no sea Streap-poquer —habló ahora Tom, con un dejo de resentimiento en la voz. Camille sonrió maliciosamente, y miró a Jared.

—No, los naipes son aburridos.

Camille volcó los ojos, y bufó al no tener otra idea. De nuevo el Jared diabólico se había aparecido, y no daba señales de irse.

—¿Qué propones tú, niño?

—Quiero jugar a las escondidas —chilló dando brincos, y Camille se escandalizó. Ya había tenido esa experiencia, y no le gustó para nada.

—No, no —dijo negando con la cabeza—. Otra cosa, lo que sea.

—¡Quiero jugar a las escondidas! —gritó Jared pataleando en el piso, y Camille sintió que sus tímpanos iban a estallar.

—¡No!

—¡Que sí! —volvió a chillar, y unas lágrimas falsas brotaron de sus ojos.

—¡Joder dile que sí y cállalo! —espetó Tom frunciendo el ceño ante el ruido que causaba Jared.

— ¡Bien, bien! ―dijo finalmente Camille y Jared dejó de llorar repentinamente—. Pero tú — señaló a Tom—, también jugarás.

—¡Iré a esconderme! —informó Jared en un alarido, y salió corriendo de la cocina. Tom miraba a Camille con una expresión de burla en su rostro.

—Sabes, normalmente primero tengo sexo, y luego vienen los hijos. Pero contigo puedo hacer una excepción, y hacerlo al revés. ¿Qué dices? —sonrió con picardía.

—Digo que eres un idiota, y me tienes que ayudar a encontrar a ese torbellino —respondió Camille, y caminó dándole la espalda.

—¡Oh, vamos! —le escuchó exclamar—No vine aquí a cuidar de un mocoso.

—Lamentablemente a lo que viniste, no se va a cumplir ni ahora, ni en un futuro cercano ―replicó Camille con una sonrisa en su cara, la cual Tom no pudo ver porque estaba detrás de ella.

—¡Eso lo veremos! —se carcajeó Tom, siguiéndole los pasos. Cuando hubo llegado arriba, Camille ya se encontraba en la tarea de buscar. Pudo escuchar su voz llamando el nombre del pequeño, y el sonido de algunas cosas siendo cambiadas de lugar. Se adentró en la habitación de Charlotte, y encontró a Camille agachada buscando bajo la cama.

—No creo que esté aquí —inquirió Tom, caminando a paso lento. Camille sacó la cabeza bajo de la cama, y le miró:

—¿Por qué lo dices?

—No hay buenos escondites.

Camille se incorporó, y sacudió sus rodillas.

—Tienes razón —dijo caminando, y salió de la habitación—. Debe estar en la habitación de Brokelle.

—¿Y por qué no en la tuya? —cuestionó Tom.

—Porque la mía tiene cerradura en contra de niños-huracanes —respondió Camille y escuchó a Tom reírse. Le gustó el sonido de su risa…continuó buscando en la habitación de Brokelle, en la ducha, en los gabinetes del baño, en el armario de la rubia, y bajo la cama. No se encontraba en ningún lado, y comenzaba a agobiarse.

—No está aquí —bufó mirando a Tom, quién estaba muy entretenido mirando una foto de ella y Broke, que la rubia guardaba en su buró. Tom se volteó, y se encogió de hombros.

—Deberías ver en tu habitación —le dijo al tiempo que cerraba la puerta, y Camille se volteó a verlo.

—Ya te dije que no está allí, es imposible que haya abierto.

—No hay nada imposible para un niño, y menos uno como ese —replicó mirando hacia los lados. Camille se quedó pensativa, y finalmente cedió.

—Bien, veremos allí, pero te aseguro que no está.

Caminó el pasillo, y llegó al final de este, dónde estaba su habitación. De su bolsillo sacó una pequeña llave que parecía hacer conjunto con la cerradura, la introdujo, y se dio cuenta que ya la puerta estaba abierta.

Aquello no era una buena señal.

Entró con paso sigilosos, y buscó en la oscuridad el interruptor. Finalmente la luz iluminó su dormitorio, y lo que encontró no fue nada agradable.

Camille no era la persona más ordenada del mundo, pero aquello era el chiquero más asqueroso que había visto en su vida. Las almohadas estaban tiradas en el suelo, los edredones de la cama en las cortinas, su ropa interior esparcida por toda la habitación, sus zapatos guiñando de las astas del ventilador, y las sabanas manchadas con la prueba más contundente de que había sido Jared…chocolate.

—Parece que tienes problemas con la limpieza ¿eh? —habló Tom adentrándose al dormitorio a paso lento. Camille aún estaba en shock.

—¡Ese niño! —vociferó cuando al fin pudo reaccionar—¡Él hizo esto!

Tom trató de reprimir una carcajada, y se limitó a mirar unas bragas de encaje negro que estaban en el piso.

—Vamos, Cam. Estoy seguro que ya no está aquí.

—¡Me importa una mierda! —gritó exasperada—¡Ese maldito mocoso destrozó mi habitación!

—Y si no vamos a buscarlo, destrozará más.

—¡Búscalo tú! ¡Te juro que si lo encuentro no sé qué haré con él!

—Vamos, Cam. Estás…

—¡Que lo busques! —le interrumpió Camille en un grito. Tom sin más opción, salió de la habitación, en busca de Jared.

Primero se aseguró que definitivamente no estuviese en la habitación de Charlotte, luego hizo lo mismo con la de Brokelle, y cuando estuvo a punto de hacerlo con la de Camille, se arrepintió.

Buscó en los baños de todas las habitaciones, y cuando ya arriba no quedó espacio alguno en el que el niño pudiese estar, bajó los escalones.

Abajo tampoco había mucho en donde buscar. En los gabinetes de la cocina, el garaje, otro baño, habitaciones de lavado y demás. Pero el niño no aparecía, ni daba señales de vida.

Empezaba a ser preocupante, dado que normalmente la tarea de encontrar a un niño era fácil, pero ya llevaban casi una hora buscándolo, y no había encontrado nada hasta el momento. Decidió verificar una vez más en las habitaciones, de modo que subió, y se adentró en la habitación de Camille.

La pelirroja ya había ordenado un poco, sin embargo aún se veía desastroso.

—No puedo encontrarlo —dijo Tom. La cabeza de Camille se asomó por la puerta del baño

—Espero que se lo haya tragado la tierra.

Tom sonrió de lado, y sus ojos volvieron a encontrar la fotografía. Era linda, sólo aparecían sus rostros, haciendo unas muecas de lo más adorables y graciosas.

—Así que no eres pelirroja natural —dijo Tom, refiriéndose a que en la foto, Camille llevaba el cabello castaño.

—¿De qué hablas? —cuestionó Camille saliendo del baño.

—La foto —Tom la señaló—. Estás castaña.

—Oh…sí, eso —Camille miró la fotografía—¿En serio creíste que este color es natural? —El cabello de Camille, a pesar de ser rojo, no tenía el típico tono anaranjado de una pelirroja natural, sino uno más bien carmesí. Le quedaba bien, y resaltaba sus ojos grises.

—Bueno, no lo sé. También creí que los senos de Charlotte eran reales —dijo Tom. Se encogió de hombros, y Camille sonrió frunciendo el entrecejo.

—¿Cómo sabes que son implantes?

—Bueno, tienen una textura diferente.

Camille abrió la boca, atónita

—¿Eso significa que ya la manoseaste?

—Algo así —admitió Tom carcajeándose. Camille se unió a coro con él, y en esta ocasión, no sintió celos. Ambos rieron un buen rato, hasta que el sonido del timbre los interrumpió.

—Iré a ver quién es —inquirió Camille, y sin esperar respuesta salió del dormitorio. Tom se sentó a los pies de la cama de Camille, y aspiró profundamente. Tenía su aroma… y le gustaba.



•••



Camille abrió la puerta y encontró a Charlotte en su umbral. Para su sorpresa, no solo cargaba su bolso, sino también a Jared.

—Charlie… —dijo como forma de saludo, y luego reparó en el rubio—¿Jared?

El susodicho soltó una sonrisa traviesa.

—Lo encontré entre los arbustos de afuera —dijo Charlie al tiempo que entraba. Soltó a Jared, y el rubio se fue saltando—¿Cómo demonios llegó ahí?

—No lo sé —respondió Camille, aún desorientada por lo que Charlotte le había dicho. Cerró la puerta, y frunció el ceño tratando de encontrar una respuesta del porqué Jared estaba allí.

—Hola, Tom —escuchó la voz de la rubia. Camille alzó la mirada, y divisó a Tom bajando los escalones.

—Hola, Charlotte —le saludó el pelinegro sin mucho afán, su último encuentro había sido un tanto… vergonzoso.

—Estaré arriba si me necesitan —anunció Charlotte, y sin más, tomó la mano de Jared mientras subía los escalones.

Era increíble como cambiaba el semblante de Jared cuando estaba cerca de Charlotte. Hasta aceptó ver películas cuando la rubia se lo ofreció mientras subían. Tal vez era que Camille no tenía la suficiente paciencia para tratarlo. Pero de todos modos, estaba feliz porque se había librado del pequeño torbellino.

Caminó hasta la sala de estar, y se dejó caer en el sofá. Más tarde Tom imitó su conducta, y soltó aire audiblemente.

—Espero que Brokelle se esté ahogando con su comida —espetó Camille con la mirada perdida.

—Espero que a Bill no se le ponga dura —apoyó Tom, de la misma forma.

Camille cayó en cuenta de lo que Tom había dicho, y ladeó la cabeza para mirarlo. Tom sintió su mirada inquisitiva, de modo que también ladeó la suya.

Sus miradas se encontraron, y no pudieron evitar estallar en carcajadas.



•••



Bill tomó la mano de Brokelle, y posó la otra sobre su cintura, bailando al son del piano que sonaba más bien como una melodía a lo lejos. Tenía su mirada clavada en él, sus profundos ojos verdes que no perdían detalle alguno de sus movimientos. Ambo se atraían, de manera imposible de ignorar, pero aquello no significaba que dejaban de estar alertas el uno sobre el otro. Brokelle sonrió y rompió el silencio diciendo:

―¿Me dirás a qué estamos jugando, para saber qué reglas estoy rompiendo?

Bill sonrió de vuelta.

―No es ningún juego ―respondió.

―Pero Camille es parte de tu plan y el de tu hermano.

―Lo es ―afirmó.

―¿Debería preocuparme? ―cuestionó ella.

―Tal vez, que me agradas más de lo que deberías y que siento que yo a ti también. Eso debería preocuparte.

―¿Y qué hay de tu trabajo?

―No puedo hablar de ello ―dijo Bill.

―Yo tampoco del mío, pero seamos sinceros, estamos aquí, bailando, es nuestra segunda cita y debería saber a qué me estoy arriesgando contigo.

―Tú no estás arriesgando nada.

―¿Ah, sí?

―Mi trabajo es con Camille, hasta que me di cuenta de que su mejor amiga era la chica más atractiva que jamás había visto. Y además de ello, era divertida e inteligente y podría patearme el trasero con las manos atadas ―Brokelle sonrió ante el halago―, y fue entonces cuando me di cuenta de que, tal vez, podría arriesgarme a ser acribillado a muerte por una cita contigo. Y tenía la certeza de que valdría la pena.

―¿Debería creerte? ―preguntó la rubia.

―Cada palabra ―rectificó Bill.

¿Y qué si aquello estaba prohibido? No podía evitar sentirse atraída hacia él y su encantador misticismo, y como de repente dejaba de ser el chico tímido de Velvet y se transformaba en un Casanova con ojos solo para ella.

Después de todo, si Camille arriesgaba con Tom, ¿por qué no ella con Bill?




Freunde Bleiben - Tokio Hotel

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