Capítulo 8 «Jugando con fuego»

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« ¡Celos! » Gritaba una vocecilla que Camille deseaba omitir. Sacudió su cabeza un poco y parpadeó varias veces tratando de despertar de ese estado de shock en el que se encontraba.


—Charlie — Dijo en un murmullo, y al hacerlo le trajo un efímero recuerdo de su infancia — Es…es un gusto…verte — Lo último lo dijo tragando saliva con dificultad. Aunque Charlotte no lo notó, dado que estaba muy entretenida lanzándole miradas coquetas a Tom.

— ¿No vas a presentarme a tu amiga? — Preguntó Tom galante. Camille volcó los ojos, pero el pelinegro ni se inmutó.

—Charlotte, él es Tom — Dijo en un bufido, y miró como la rubia no tardaba en estrechar su mano — Tom, ella es Charlotte— ésta vez fue Tom quién estrechó su mano. Ambos quedaron en esa posición varios segundos, que –al parecer de Camille- fueron eternos. Aclaró su garganta al tiempo que le lanzaba una mirada asesina a Tom.

— ¿S-son novios? — Titubeó Charlotte sin apartar su mirada de él.

— ¡No! — Se apresuró a responder Camille— Él es mi…ehmm…amigo — Farfulló haciendo ademanes con las manos. Pero Charlotte estaba demasiado entretenida con Tom para darse cuenta de que Camille estaba actuando de manera extraña. La situación parecía casi insostenible, por un lado Charlotte podría comentar algo acerca de la presencia de Tom, lo cuál sería muy peligroso para ambos. Pero por otro lado… estaban los celos. Sí, celos de que tal vez Tom cambiaría de juguete, y Camille ya no obtendría la diversión de antes. «Maldición» Dijo para sus adentros, y llevó su mirada a las maletas de Charlotte.

— ¿Necesitas ayuda con eso? — Tom señaló las maletas — Se ven pesadas.

— ¡Oh! ¡Claro, pero aún no sé cuál será mi habitación! — Repuso entusiasmada. Camille le dijo “perra” sin que se diese cuenta, y volcando los ojos ante la situación, dio un portazo.

— Cam…— Escuchó la voz de Tom, y pudo distinguir un poco de burla en ella — ¿Podrías decirme a qué habitación llevo las maletas?

—Al garaje— Respondió Camille mientras caminaba hacia la cocina y le daba la espalda.

— ¡A la habitación principal, será! — Canturreó el de trenzas, y Camille le ofreció una seña obscena con su dedo del medio. Tom se echó una carcajada y tomó las maletas de Charlotte. Ambos subieron los escalones y a partir de allí Camille dejó de escucharlos. Con la rabia que se asomaba por sus ojos, y se manifestaba en sus venas resaltadas, tomó una de las tazas que iba a enjuagar justo antes de que Tom la sedujera. Abrió de nuevo el grifo y le quitó el jabón que le quedaba.

— ¡Tom, eres tan gracioso! — Escuchó desde arriba sus carcajadas, y sintió su rostro arder. De pronto la taza que tenía en sus manos quedó reducida a un montón de porcelana hecha añicos. Tiró los restos en el lavabo y apoyó sus codos en el mueble, para después ahuecar su rostro en sus manos mojadas, bufando. ¿En qué momento empezó a sentirse así? Charlotte no era un rival, o al menos así lo veía ella. Además, los celos no eran algo que Camille usualmente sintiese, de modo que le preocupaba el origen de ellos.

Tomó los restos de la taza y los echó al basurero. Secó sus manos en su pantalón, y subió los escalones. Una vez arriba, se dejó guiar por las risas estúpidas de Charlotte, y para suerte de los tres, no había tomado la habitación principal. La escena que presenció cuando llegó a la habitación, pareció causarle arcadas.

— ¡Oh! ¡Debes ejercitarte mucho! — Decía entre risillas estúpidas, mientras envolvía con sus manos uno de los brazos de Tom.

—Sí, bueno…hago lo que puedo— Alardeaba el de trenzas, visiblemente orgulloso por los cumplidos. Camille aclaró la garganta, llamando la atención de ambos. Apenas repararon en su presencia, se alejaron dando un respingo.

—Tom, me parece que debes irte — Anunció Camille arqueando una ceja — Llamó tu madre, y está muuuy preocupada porque son las 8 y no has llegado.

— ¿Qué? — Apenas pudo decir Tom — ¿Mi qué? — Entonces escuchó una carcajada reprimida proveniente de Charlotte — Yo no…yo no vivo con mi madre… ¿De qué demonios hablas Camille?

—Oh…Tommy— La pelirroja se acercó a él y tomó una de sus mejillas — No hay nada de malo con tener 26 años y aún vivir con tu madre. ¿No Charlie? — La rubia asintió, mientras con su mano trataba de ocultar las risas que amenazaban con salir — ¿Lo ves Tommy? No hay de que preocuparse — Le dio un par de palmadas a la mejilla –ahora roja- de Tom, y se alejó de él con una sonrisa burlona.

—Pero yo…yo no…— Balbuceaba alternando su mirada de Charlotte a Camille.

—No te preocupes — Intervino Charlotte cuando pudo controlarse — Yo…yo entiendo— Dio un prolongado suspiro y miró a Camille con desafío. Se acerco a ella con pasos rápidos y cuando iba saliendo, le dijo:

—Esto no se ha terminado.

Camille no se molestó en voltearse, y se conformó con escuchar sus pasos descendiendo por los escalones. Después de escuchar la puerta azotarse, pudo liberar sus carcajadas a coro con las de Charlotte.

— ¿E-en serio vive con su madre? — Apenas pudo preguntar Charlotte a causa de las risas.

— ¡Claro que sí! — Vociferó Camille sin ninguna clase de remordimiento — Solo que se avergüenza de ello, y a veces lo niega.

— ¡Pobre chico! — Se alarmó Charlotte y llevó una de sus manos a su boca — ¡No podría imaginarme a esa edad viviendo con mis padres!

— Sí…pero sabes, el pobre no ha conseguido mejor trabajo que…— Y justo antes de soltar su mentira, el timbre de casa sonó —…Oh, iré a ver quién es— Y sin esperar respuesta, bajó los escalones.

Cuando abrió la puerta se encontró con Brokelle, quién tenía una sonrisa radiante en sus labios. Y a su lado estaba el padre de Broke, Paul.

—Camille, un gusto verte — Habló Paul con una sonrisa.

—Un gusto verlo también, Señor Zeller. — Se hizo a un lado para que ambos pasaran, y a Broke simplemente la saludó con una media sonrisa.

—Veo que ha llegado Charlotte— Comentó Paul mirando alrededor, probablemente inspeccionando la casa.

—Sí, está arriba.

—Iré a verla, si no te molesta— Dijo esperando la aprobación de Camille. Ésta asintió con una sonrisa, y después de unos segundos Broke y ella se encontraban solas en la sala de estar.

—Está preciosa ¿no crees? — Mencionó Broke, mirando con admiración cada rincón del lugar.

—Sí, sí hermosísima — Concedió sin mucho interés — Pero tenemos un GRAVE problema.

— ¿Te refieres a Charlie? — Preguntó volcando los ojos.

—Sí, la misma. No creo poder soportarla tres semanas. ¡TRES SEMANAS!

—Vamos Cam, dime UNA sola cosa que te moleste sobre ella— Camille no iba a decirle que se sentía celosa porque Tom había coqueteado con ella. De modo que dijo la primera excusa que se le vino a la cabeza.

—Es…es… ¡es rubia! — Dijo cruzándose de brazos. Brokelle alzó una ceja, y Camille reparó en que Broke, también era rubia. — Bueno…tú eres la única rubia que puedo soportar. Y eres ¡”media-rubia”! — Brokelle volcó los ojos de nuevo.

—Estás siendo infantil.

— ¡Claro que no!

— ¡Admítelo! ¡Estas siendo infantil!

— ¡No admitiré nada! — Chilló y se cruzó de brazos nuevamente. Y justo cuando Broke iba a replicar algo, escucharon un alarido proveniente de los escalones.

— ¡Brooookeee! —Ese inconfundible tonito de voz, el mismo que atormentaba a Camille, era ella, Charlotte. Camille puso los ojos en blanco al ver que Brokelle se acercaba a saludarla. Entre abrazos eufóricos y las típicas frases que se dicen cuando te encuentras a un viejo amigo, se colaba uno que otro bufido de Camille. Después de unos minutos, Paul bajó los escalones.

—Chicas, es hora de irme — Anunció el rubio, y se acercó a Brokelle para darle un beso en la frente — Cuídate, princesa. Nos vemos mañana — Y sonrió, para después dirigirse a Charlie y a Cam — Y ustedes chicas, que disfruten la casa. Buenas noches— Y con un ademán, salió de la casa. Segundos después escucharon el motor de su auto alejarse poco a poco.

— ¡Chicas, estoy tan emocionada! — Chilló Charlotte dando brinquitos — ¡Será como los viejos tiempos! Podremos tener pijamadas, fiestas, saldremos por la noche…— Y así continuó enumerando las cosas que podrían hacer mientras estuviesen juntas. Con cada una Camille hacía un mohín de desagrado diferente, y no era porque la idea le desagradara, sino por que la voz de Charlotte era molesta.

El resto de la noche se les pasó hablando. Charlotte contaba cada una de sus relaciones amorosas mientras estuvo en Francia, en algunas lloraba, lo cual para Camille era estúpido, en otras sonreía con nostalgia, y en otras terminaba enojada contando como la habían engañado con alguna Francesa llamada “Julia”. Camille hacía oídos sordos a todo lo que ella decía, y mirando a un punto fijo en la pared, se puso a pensar en Tom.

Se sentía tan intrigada, e ingenua a la misma vez. Ella sabía que con una cita no lograría que Tom le dijese lo que tenía que decirle, pero aún así, asistió a la cita, y por mucho que lo negase, se lo había pasado bien. También sabía que el asunto era serio, y bastante. No por nada Tom se había arriesgado tanto, y haciendo un recuento de todo lo que había pasado en los últimos días, soltó una sonrisa.

De pronto notó las miradas de Charlotte y Broke clavadas en ella. Luego se dio cuenta, gracias a las lágrimas de Charlotte, que el tema que estaban tratando era triste. Aclaró su garganta y agachó su cabeza, avergonzada.

Y así, cuando el reloj marcó la media noche, Camille se excusó y se fue a dormir. Mañana sería un día diferente, y con suerte, podría encontrarse con Tom.




•••




Carcajadas. Estruendosas carcajadas. Abrió sus ojos con pesadez, y parpadeó varias veces para terminar de despertarse. Deseó por un momento que lo que había sucedido ayer fuese un sueño. Pero entonces se percató de que estaba en un cuarto diferente, con un horrible pijama que probablemente Caleb le había comprado, y las carcajadas de Charlotte resonando en su cabeza.

Maldijo por lo bajo al tiempo que se incorporaba, tanteó en la oscuridad buscando sus pantuflas, y cuando las hubo encontrado, salió de su habitación.

Abajo Brokelle le untaba mermelada a una tostada de pan que estaba en sus manos, y Charlotte tomaba un poco de té de una taza. Camille bostezó al tiempo que se adentraba en la cocina.

— ¿Dormiste bien? — Preguntó Broke al verla. Camille se limitó a asentir mientras bostezaba.

— ¿Qué hiciste de desayunar, eh? —Preguntó la pelirroja olfateando mientras caminaba.

—Charlotte preparó unos pancakes— Respondió Brokelle. Y con la mirada clavada en la de Camille, evitó que ésta dijera algún comentario sarcástico.

— Oh…bueno, supongo que quedaron bien— Repuso acercándose para tomar unos.

— Brokelle me enseñó a prepararlos — Inquirió la rubia sonriendo— Puedes tomar los que quieras— Camille sonrió de lado, y luego se sirvió un poco de café.

— ¿Sabes a qué hora llegaran nuestras cosas? — Preguntó después de darle un sorbo a su café.

—Ya han llegado — Respondió Broke — Tus cosas están en la sala de estar.

Camille ladeó su cabeza y encontró un par de maletas cerca del sofá. Devolvió su mirada a su café y le dio un sorbo. Después…silencio incómodo. No era por parte de Brokelle, porque era su mejor amiga, y después de conocerla por 20 años, los silencios no eran incómodos. Era por parte de Charlotte.

Se sentía de alguna manera cohibida. La rubia en realidad nunca le había hecho nada malo, simplemente se fue a Francia y perdieron el contacto. Tal vez era por lo de Tom, pero prefirió descartar esa opción. Y así pensó en varias opciones, hasta quedar absorta en sus propios pensamientos.

De un momento a otro las miradas de ambas se clavaron en la de Camille. La pelirroja extrañada, dejó de masticar.

— ¿Qué? — Preguntó mirándolas alternativamente.

— ¿Estás sorda? — Cuestionó Brokelle. Entonces escuchó la ligera melodía de su celular sonando, dejó sus pancakes en la mesa, y a paso rápido subió los escalones para atender su llamada. Cuando vio la pantalla no reconoció su número, de modo que frunciendo el ceño contestó:

— ¿Aló?

— Hola, preciosa— Escuchó la voz ronca del otro lado de la línea, era él.

— ¿Tom? ¿Cómo demonios conseguiste mi número?

—Eso no es importante ahora, Camille— Dijo él con evasiva

—Adivino. ¿Llamaste para saber si está Charlotte? — Lo último lo dijo con ironía.

— ¿Estás celosa, eh? — Rió él, y Camille volcó los ojos

—Tendrías mucha suerte si estuviese celosa, Kaulitz.

—Vale, vale. Pero no, no te he llamado para eso. Si quisiera saber sobre Charlotte la llamaría a ella. Y ese no es el caso, ¿o sí?

—Al grano, Tom. ¿Para qué carajos me estás llamando?

— Quiero…quiero verte — Respondió él con una timidez que a Camille le pareció tierna. Después de sonreír ante su momento de debilidad, sacudió su cabeza dejando de pensar en eso.

— ¿Verme? — Cuestionó con burla — No estoy de humor.

—Vamos, te juro que ésta vez sí te diré para quién trabajo— Camille se quedó pensativa, y mordió su labio inferior.

—Claro que no vas a decirme— Contraatacó.

—Vale, me atrapaste en la mentira — Dijo él y se carcajeó — No te diré, pero aún así quiero verte.

—Ni lo sueñes Kaulitz, ya me harté de este jueguito.

— ¿Jueguito? — Cuestionó él— Admite que éste “jueguito” como tú le llamas, te divierte. Además, tal vez podamos terminar lo que empezamos ayer… — Su voz cambió súbitamente a un tono seductor que Camille conocía a la perfección. Tuvo un recuerdo efímero sobre aquello, y no pudo evitar reír.

— ¡Los ves! ¡Si sonríes es porque quieres venir! —Afirmó él divertido. Camille sonrió de nuevo, pero ésta vez no se escuchó.

Tal vez Tom tenía razón. Tal vez Cam sí quería ir, pero tenía miedo. Miedo de no poder controlarse y de que ésta vez no hubiese nadie que los interrumpiera. Miedo de lo que podría pasar allí, porque después de todo, Tom seguía siendo un asesino, y más que un asesino, su peor enemigo.

— ¿Cam? ¿Estás ahí? — Cuestionó Tom al no escucharla responder. Camille se quedó unos segundos pensativa, para después mandar al demonio todo, y terminar respondiendo:

— ¿A dónde nos vemos? —

Y entonces pudo imaginar la sonrisa que se formó en el rostro de él cuando escuchó sus palabras.

—En mi casa, ya sabes como llegar.









Unas horas después, cuando el reloj ya marcaba las 4 de la tarde, Camille bajaba los escalones muy bien vestida. Brokelle la miró, y se sintió levemente incómoda al ver que ella apenas llevaba una bata de seda, y aún no había tomado una ducha. Acomodó su cabello avergonzada y luego miró a Camille:

—Oyeee…—Musitó mirándola de pies a cabeza, mientras Camille giraba en su propio eje para dejarse admirar— ¿Adónde vas tan radiante, eh?

Y justo cuando iba a responderle, apareció Charlotte.

—Ehmm… al supermercado, ya sabes, a comprar comida—Mintió Camille, y le echó una mirada de complicidad a Broke. La rubia hizo un círculo con el dedo pulgar e índice de su mano izquierda, y con la derecha introducía uno de sus dedos constantemente, y así, haciendo la mímica de un encuentro sexual que parecía estar predestinado, apenas pudo decir audiblemente:

— ¿Tom? — Camille, leyó sus labios perfectamente, y entendió a lo que se refería con esa seña. Asintió, y con un ademán le dijo que guardara silencio.

— ¡Oh! ¡Podemos ir juntas! —Chilló Charlotte mientras se acercaba a ellas— Necesito comprar unas cosas, sabes, y no he tenido tiempo de ir…— Camille le lanzó una mirada que decía “ayúdame” a Brokelle. La rubia intervino sabiamente:

—Charlie, ¿no será mejor que vayas conmigo más tarde? Digo, Cam ya está lista, y se pone de muy mal humor cuando la atrasan— Las tres se echaron una risilla.

—Tienes razón, Broke— Asintió y se dirigió a Camille — Iré con ella más tarde ¿vale?

—Vale, no tiene importancia— Concedió Camille, y con una sonrisa le agradeció a su amiga — Me voy entonces, las veo más tarde.

—Tal vez mañana— Dijo burlona Broke. Camille iba tan apurada que nada más acató a lanzarle una mirada envenenada.

Y así abrió el portón eléctrico del garaje, y salió rumbo a la casa de…él.




•••




— ¡Tom! ¡Buscan! — Gritó el rubio sin apartar la mirada de su laptop. Desde arriba escuchó a Tom gritándole:

— ¡Abre!

Se levantó al tiempo que bufaba, y arrastrando sus pies caminó hasta la puerta. Cuando la abrió no pudo quedar más sorprendido al ver a la pelirroja que se encontraba en el umbral de la puerta. Tragó con dificultad, y Camille se quitó los lentes que llevaba, dándole la pauta para que el rubio admirara sus increíbles ojos.

— ¿Está Tom? — Preguntó un tanto incómoda por la mirada inquisitiva. Claro que Gustav ya la había visto, pero ahora que la tenía tan cerca no creyó que podría ser tan…increíblemente hermosa.

— ¿Gustav? ¿Es Camille? — Vociferó Tom desde arriba.

— ¡S-sí! —Gritó sin apartar su mirada de ella — Pasa, Tom está arriba — Dijo y se apartó para que Camille entrase. Ella lo hizo, y espero a que Tom bajase.

Aún incómoda por la mirada de Gustav, algo en él le recordaba a… alguien. Y no sabía exactamente quién. Escuchó los pasos de Tom descendiendo sobre los escalones, y cuando se volteó a mirarlo no pudo borrar la cara de desconcierto que Gustav le causaba.

— ¿Estás bien? — Preguntó el pelinegro al verla. Camille asintió, aunque no muy segura.

— Oh…ya veo— Dijo Tom, sonriendo a Gustav — ¿Se te hace conocido, no? — Camille se extrañó de sobremanera. Era como si pudiese leer su mente.

— ¿Eh?

—Gustav, debe parecerte conocido ¿no? — Espero a que respondiera, y sin embargo aún estaba muy confundida para hacerlo — Probablemente sea por que ha estado persiguiéndote estos últimos 4 meses — Se echó una carcajada sonora. Y ahora Camille estaba más desconcertada que antes.

Claro, era por eso que le se hacía conocido. Constantemente se lo topaba en el supermercado, o en cualquier lugar que ella fuese. Pero nunca pensó que podría ser un espía, por que simplemente no tenía el aspecto de uno. Sacudió su cabeza para salir del trance en el que se encontraba, y de pronto sintió un escalofrío que recorría su espina dorsal. Las cosas eran más serias de lo que ella pensaba.

— ¿Cam? ¿Estás bien? — Preguntó Tom al verla tensa, en medio de él y del rubio. —Vamos, no voy a hacerte nada. No aquí— Sonrió. — ¿Por qué mejor no subes, eh? Yo voy en un minuto, ¿vale? — Le lanzó una última mirada a Gustav, y sin decir nada, finalmente subió. Sí, estaba asustada, y como pocas veces en su vida, se sintió vulnerable. Pero a veces el sólo hecho de ver una de esas sonrisas cínicas que le fascinaban, hacía que el peligro fuese imperceptible.

Cuando entró a la habitación de Tom, no tardó mucho en sentarse en la cama. Allí yacía una guitarra, de madera con cuerdas de metal. Camille estrechó su brazo y tocó ligeramente la superficie del instrumento.

La suave melodía que emitieron las cuerdas, fue opacada por el sonido de la puerta abriéndose. Camille se volteó, y allí estaba Tom sosteniendo un par de copas de vino. Se acercó a ella y le tendió una, Camille le dio un sorbo, y no mucho tiempo después preguntó:

— ¿Qué tanto sabes de mí?

Tom le dio un sorbo a su copa, y se balanceó sobre sus talones —Más de lo que crees.

— ¿Por qué?

—Ya te dije que es mi trabajo.

—No, Tom. Dudo mucho que tu trabajo sea coquetear conmigo.

—Tienes razón— Concedió Tom encogiéndose de hombros — Pero a veces el trabajo se vuelve aburrido, y necesito algo con qué divertirme.

— ¿Eso quiere decir que soy tu juguete personal?

—Algo así.

—Eres un idiota — Espetó Camille.

—Y tú mi musa.

Y sin previo aviso, se acercó a ella para besarla. Ésta vez no cargado de pasión y lujuria como las anteriores, ésta vez ninguno de los salió lastimado. Fue más bien un ligero roce, algo que apenas podía percibirse, como si ella fuese una delicada pieza de arte, una que él no quería lastimar.

Camille no movió sus labios, en lugar de eso se quedó estática ante él. Tom se separó con suavidad, y abrió sus ojos, clavándolos en los de ella. Sonrió, y Camille por primera vez desde que estaba allí, también lo hizo. Tom era diferente, y tal vez no en el buen sentido. Pero los cambios siempre eran buenos, y la monotonía le aburría.

De pronto la puerta se abrió abruptamente, y Camille dio un brinco separándose de él.

—Tom saldré con…— Y sus palabras quedaron en el aire al ver la escena — Yo…lo siento…yo…no — Balbuceaba al tiempo que bajaba la mirada. Tal vez estaba exagerando, dado que en realidad no había nada fuera de lo normal. Pero Bill sabía que cuando Tom estaba con una chica en su habitación, la mejor opción era no interrumpir. Y menos cuando esa chica era nada más y nada menos que el juguete sexual de su hermano gemelo.

—Bill— Le llamó su hermano — No pasa nada.

—Claro, sí…yo… yo nada más vine a decirte que voy a salir con Gustav— Y azotó la puerta sin esperar respuesta. Camille se echó una risilla, y dijo:

—Debe pensar que soy una puta.

—Descuida, piensa eso de todas— Replicó Tom, y Camille le lanzó una mirada asesina— Sólo bromeaba — Agregó luego, carcajeándose. Mientras él reía, la mirada de Camille se desvió a una baraja de naipes que tenía Tom en su buró. Caminó hasta allí y tomó los naipes en sus manos, más tarde Tom se acercó también.

— ¿Juegas póquer? — Preguntó él al verla entretenida con los naipes.

—Mmm… no mucho— Respondió Camille con indiferencia, y Tom sonrió con picardía.

— ¿Qué dices si jugamos una partida?

Camille se interesó repentinamente.

— ¿Y qué me das si gano?

—Lo que quieras, excepto información sobre mi trabajo.

— ¿Y si tu ganas? ¿Qué quieres?

—Ya veremos eso después— Respondió Tom con una mirada lasciva que la examinaba de pies a cabeza.

—Tengo una mejor idea — Inquirió arrebatándole la baraja — ¿Qué dices si jugamos streap-poquer?

— ¿¡Streap-poquer!? — Cuestionó asombrado. Desde luego él ya lo había pesando, pero no creyó que Camille accediera.

—Aja… ¿o te da miedo? —Dijo Camille, jugueteando con uno de los naipes.

—No sabes en lo que te has metido— Repuso Tom mirándola con desafío.




•••




—Vale, entonces ambos tenemos 8 prendas ¿no? — Camille asintió — Y podemos apostar la prenda que queramos…

—Exacto — Concedió Camille — Ya hemos repasado las reglas 5 veces Tom, reparte ya.

—Vale, solo quería asegurarme de que no vas a hacer trampa.

— ¿Trampa? — Dijo acompañada de un bufido — No necesito hacer trampa para ganar, Kaulitz.

—Eso lo veremos — Sentenció el de trenzas, y comenzó a repartir. Cuando ambos tuvieron 5 naipes en sus manos, comenzó el juego.

Camille tenía una buena jugada, y había apostado uno de sus zapatos la igual que Tom. Los dos tenían el rostro completamente inexpresivo, como era de esperarse en ese juego. Se miraron con complicidad, y Tom tomó un naipe y botó el otro para quedar nuevamente con cinco.

— ¿Listo? — Preguntó Cam.

— Listo.

Ambos mostraron sus cartas. Camille tenía 4 nueves, dos negros y dos rojos, junto con un 3 de corazones. Por su parte Tom obtuvo 7, 8, 9, 10 y J de diamantes. Sonrió por su victoria, y tomó los zapatos de ambos.

—Te lo advertí— Dijo con arrogancia. Camille sonrió y arqueó una ceja.

El rostro del pelinegro se tornó a un mohín de decepción al ver que Camille apostaría el otro zapato que aún le quedaba. Él no iba a apostar una prenda suya, de modo que apostó el zapato que obtuvo de Camille, de todos modos con unos tacones de mujer no haría mucho.

Se volvió a repartir cinco naipes para cada uno. Camille botó dos y volvió a tomar otro dos. Mientras que Tom se quedó con la mano que tenía.

— ¿Lista?

Camille miró por última vez su jugada, y un poco dubitativa dijo: —Lista.

Y nuevamente las cartas volvieron a estar en el centro de la cama de Tom. Camille obtuvo 4 ochos y un 2 de corazón. Tom bufó al ver que sólo tenía 3 seis, un 7, y un 4. Esta vez fue Camille la que rió por su victoria, tomó el zapato que había perdido, y se lo calzó.

—Suerte de principiante— Bufó Tom con el ego por los suelos. Camille se echó una carcajada ante lo que él había dicho, porque al parecer se lo había creído.

Ciertamente Camille lo había dejado ganar la primera vez. Y desde ese momento, la suerte de Tom comenzó a decaer notablemente. Él no tenía ni la menor idea de que Camille no sólo era una asesina, sino que también tenía una cierta pasión por el póquer, y había ganado varios campeonatos en su infancia.

Conforme las horas pasaban, Camille mejoraba su técnica y desde luego sus jugadas. Una que otra vez Tom recuperaba sus medias, y en dado momento su camisa. Pero ahora las cosas iban por caminos diferentes, y lo único que poseía en ese momento era sus bóxers.

—Cam, apuesta mis pantalones— Pidió titiritando por el frío. Camille se echó una carcajada.

— ¿Tus pantalones? — Repitió con ironía— Estaba pensando en…no sé… hacer el juego un poco más divertido— Arqueó su ceja, y lentamente comenzó a despojarse de su blusa. De repente Tom ya no sentía frío, sino todo lo contrario. Dejó de quejarse y comenzaron a jugar de nuevo.

Esta vez duró un poco más que las anteriores. Para ese momento, Camille poseía toda su ropa, menos su blusa. También los zapatos, el pantalón, las medias y la camisa de Tom. Por su parte el de trenzas lo único que le quedaba era su ropa interior, y no estaba dispuesto a perderlas ahora.

— ¿Listo? — Preguntó Camille inexpresiva.

— Aja— Apenas pronunció Tom. Estaba seguro de que iba a ganar. Ambos presentaron sus naipes, y Tom sintió que su mundo se vino abajo.

No podía ser cierto, aquella jugada sólo aparecía en películas, no en la vida real. Paseó su mirada tratando de encontrar algo con qué defenderse, pero lo único que encontró fue la mejor jugada de la noche. 10, J, Q, K y A… todos de trébol. Camille lo miró arqueando una ceja, y Tom tragó con dificultad.

—Cam…no…por favor, es lo único que me queda.

—Lo siento Kaulitz, debes quitártelos.

—Pero… ¿co-como?

—Suerte de principiantes— Espetó Camille arqueando una ceja.

Tom volvió a tragar con dificultad, y se incorporó lentamente. La mirada de Camille no se desviaría por nada del mundo, y eso Tom lo sabía. Lentamente comenzó a bajar sus bóxers, hasta que ellos cayeron en el piso por su propio peso. Avergonzado, llevó ambas manos hacia su entrepierna para tratar de cubrirse.

— ¡Oh vamos! ¡Te he visto desnudo dos veces! — Alegó Camille a carcajadas.

—Sí, pero esta vez es diferente— Masculló temblando de frío— ¿Podrías devolverme ya mi ropa?

Camille hizo un mohín, pareciendo estar pensativa. Poco a poco se incorporó y se acercó a él con una mirada seductora:

—No sé…sabes… ahora que te veo así…me dan ganas de…no sé…. —Cuando estuvo lo suficientemente cerca de él, relamió sus labios y colocó su dedo índice en su pecho.

— ¿D-de q-qué? — Tartamudeó Tom. Tal vez por el frío, o tal vez porque ya sabía lo que iba a suceder.

—Mmm…ya lo verás— Dijo ella, y con la punta de su lengua dibujó la forma de la boca de Tom. Éste emitió un sonido gutural al sentir su contacto, y sin poner resistencia, se tumbó en su cama, aplastando los naipes que quedaron en ella.

Camille, que aún tenía la mayoría de su ropa exceptuando su blusa, se sentó sobre él. Se acercó a sus labios, y le dio un leve mordisco al inferior. Después sus manos acariciaron los pectorales de Tom, y ella tomó las manos de él y las estrechó hacia arriba.

Tom siguió los ojos de la pelirroja, que se desviaron con rapidez hasta unas esposas que tenía en el buró. Sonrió con picardía, y la miró:

— ¿Vas a usarlas? — Preguntó Tom, deseoso porque ella dijese que sí. Camille se limitó a sonreírle de lado, y estrechó su mano derecha para tomar las esposas. Tom no puso resistencia, y Camille aseguró una de las esposas en la muñeca izquierda del pelinegro. Pasó el otro extremo de las esposas por una de las barras de hierro que había en la parte superior de la cama de Tom, y luego tomó la otra muñeca de él. Finalmente tuvo ambas manos amarradas a la cama, y a Tom completamente indefenso.

Sonrió maliciosa y se incorporó.

— ¿Qué vas a hacer? — Preguntó Tom frunciendo el ceño. Camille no respondió, y en lugar de eso, tomó su blusa.

— ¿Cam? — Volvió a preguntar. Esta vez sólo obtuvo una mirada cargada de maldad. —¡Camille! ¡No te vayas! — Gritó y trató de zafarse, pero le fue inútil.

Camille tomó las otras prendas de ropa que estaban relativamente cerca de él. Después de tomar una por una, tomó su bolso, y caminó hasta la puerta. Cuando hubo tomado el pomo para abrir, le escuchó gritar:

— ¡Camille! ¡No me dejes así, por favor!

Entonces ella se volteó, y mirándolo con desafío, y una ceja arqueada, simplemente le dijo:

—Ya aprenderás a no jugar con fuego.

Y sin decir nada más, azotó la puerta. Tom siguió gritando y pataleando para tratar de romper las esposas, pero era completamente inútil. Cuando escuchó el motor del auto de Camille rugir mientras se alejaba, no le quedó de otra que volver a gritar con todas sus fuerzas:

—¡¡CAMILLE!!

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