Capítulo 5 «Osadías»

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Brokelle soltó la mano de Bill como si el contacto con él estuviese prohibido...y de alguna manera lo estaba. En ese instante parecía que todos se habían descubierto en situaciones embarazosas, no solo Camille y Tom, sino también Bill y Brokelle.


¿Qué podía decir Brokelle cuando la encontraban tomada de la mano con "el enemigo”?

Bueno, desde luego no mucho. Bill, después de quedarse atónito viendo la escena, azotó la puerta de la habitación y camino lo más rápido que pudo hasta llegar al primer piso de su casa.

La mirada de Camille se desvió rápidamente hacia Tom, y luego a...Joder, no se suponía que debía ver eso, o al menos no en esa situación.

Tom sonrió al percatarse de la mirada de Camille, fija en su entrepierna.

― ¿Te gusta lo que ves? ― Preguntó arqueando una ceja.

― Eres un idiota― Le espetó Camille lanzándole un cojín. Tom lo tomó en el aire y lo colocó rápidamente en su entrepierna, cubriéndola.

Camille le arrebató la toalla que llevaba y sin importar el sonido quejumbroso que Tom había emitido al hacerlo, se cubrió. Así salió de la habitación a buscar su ropa en el baño de Tom, cuando la hubo encontrado no tardó mucho en ponérsela, aunque debía admitir que era tarea difícil cuando todo estaba completamente empapado. Bajó los escalones mirando hacia los lados. Lo último que quería era encontrarse a Bill.

Escucho voces en la cocina, de modo que se dejó guiar por ella para llegar a donde Brokelle.

La rubia se encontraba hablando en susurros con Bill. Camille, aclaró su garganta y llamó la atención de su amiga, quien dio un respingo al percatarse de que Camille estaba en el marco de la puerta.

―Broke…― Le llamó Camille haciendo un ademan con la cabeza.

― Sí, espérame en el auto.

Camille asintió y con una sonrisa de lado se despidió de Bill. Mientras tanto, éste le extendía a Broke un papel doblado

―Ya sabes, llámame cuando quieras― Le dijo con timidez. Al menos Tom estaría orgulloso porque le había dado su número a una chica.

―Lo haré―Prometió Brokelle, guiñándole el ojo con una sonrisa coqueta. Se acercó a él y besó su mejilla de manera prolongada. Bill se sonrojó y sonrió. Cuando Brokelle salió de la cocina, llevo su mano a la mejilla recién besada, recordando su contacto. Entonces sonrió, satisfecho.




•••




El camino a casa transcurría en silencio, tras la embarazosa escena de la cual habían sido testigos. En cierto momento del camino, la curiosidad de Camille pareció encenderse. Una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios y rompiendo el silencio, preguntó:

― ¿Por qué andas en tu auto? ― Camille pensó que si Brokelle tuvo una cita con Bill, obviamente no necesitaría su auto. De modo que había algo extraño en todo el asunto.

―Recibí tu mensaje― Respondió sin apartar la mirada de la carretera. Ciertamente, Camille le envió un mensaje, pero no especificó donde se encontraba, así que extrañada, frunció el ceño, y volvió a preguntar.

― Y… ¿Cómo sabias que estaba allí y no en el polígono?

Brokelle se tornó un poco nerviosa, y Camille lo notó.

― Bueno…yo…lo…supuse―Balbuceó en un estúpido intento de explicar su presencia en la casa de los Kaulitz.

― ¡Claro que no! ― Espetó Camille riendo ― ¡No sabías que estaba allí! ―Abrió la boca, ligeramente asombrada al ver a Brokelle sonrojándose rápidamente― ¡Ibas a follar con él y luego irías por mí! ―En ese momento soltó una carcajada tan sonora que contagió rápidamente a su amiga― ¡No puedo creer que me abandonaras por un revolcón! ¡Eres una perra!

― ¡Camille! ― Vociferó Broke, fingiendo estar ofendida. Para luego estallar en carcajadas acompañada de la pelirroja.

― ¡Ohh…! No me hagas hablar de perras―Rió Brokelle arqueando una ceja― ¿O se te olvida que te pillé con Tom, eh?

― ¡Claro que yo no iba a acostarme con…! ― Se inmutó abruptamente. Y escuchó el eco de la voz de Brokelle― ¿Tom? ― Cuestionó abriendo los ojos más de lo normal ― ¡¿Se llama Tom?!

Brokelle abrió la boca, atónita:

― ¡Te ibas a acostar con él y no sabías su nombre! ― Gritó y estalló en carcajadas. Camille trató de defenderse, pero al estar embargada de risas y un insoportable dolor de abdomen a causa de las mismas, decidió hundirse más en su repentina hilaridad, acompañada de su mejor amiga, el viento, y un par de melenas alborotadas.




•••




Bill mantenía su mirada fija en la de su hermano, avergonzada.

―No puedo creer que quisieras follártela en mi cama― Le dijo, con un mohín de desagrado formado en su rostro― Eres…repugnante.

Tom lo fulminó con la mirada

―Ya te dije que no iba a “follármela” en tu cama― Se defendió, cansado de repetirlo― ¿Podrías dejar de insistir con esa mierda, joder?

― Oh, tienes razón. Es muuuy normal encontrarte desnudo y con una chica en ropa interior que no quieres cogerte. Claro, eso pasa todos los días.

― Ya déjalo, Bill― Le dijo lanzándole una mirada asesina.

― Vale, vale ― Concedió su gemelo― Pero tienes que controlarte. No podemos arruinar esta misión.

― Ya lo sé, Bill.

―…Además, recuerda lo que dijo Gordon acerca de…

― ¡Joder! ― Le interrumpió Tom ― ¡Ya lo sé! ¿¡Podrías callarte de una vez por todas!?

― Alguien anda de mal humor…―Replicó alzando las cejas. Tom lo fulminó con la mirada y mascullando las palabras le dijo:

― Te juro que si no sales voy a….

― Vale, vale. Ya me voy ― Y salió de la habitación de Tom tan rápido como una bala.

Tom se tumbó en su cama, dando un largo suspiro. Pensando en lo que había pasado los últimos días, y en lo que le sucedía cada vez que miraba a Camille. Era completamente diferente a las demás chicas, porque ella estaba completamente prohibida. Por suerte para Tom, seguir las reglas no era su fuerte.

Y así, pensando en ella con una sonrisa maliciosa, concilió el sueño.




•••




Tom se levantó al día siguiente cerca de las dos de la tarde. Parecía ser que tenía en común con Camille algo más que ser asesinos. Bostezando y estirando sus brazos bajó los escalones de su casa hasta adentrarse en la cocina. Allí estaba Bill, muy bien vestido para ser un día normal.

― ¿A dónde vas tan bien vestido? ― Preguntó Tom recostándose en el marco de la puerta.

― ¿Crees que me veo bien? ― Los ojos de Bill brillaron al preguntarle.

― No, te ves ridículo― Bill levantó su dedo del medio, y Tom sonrió ―Sabes que solo bromeo.

―Eso espero, quiero verme bien― Dijo y acomodó su camisa.

― Y… ¿A dónde vas?

Bill sonrió ampliamente, y respondió:

― A ver a Broke.

―Vas bien con ella ¿eh?

― Creo que sí― Respondió Bill aun sonriendo― Es genial.

―Hmmm…y… ¿vas a estar mucho tiempo allí?

― Creo que no. Solo iré a recoger mi chaqueta, se la presté ayer.

― Excusas…excusas― Sonrió Tom con picardía.

― Vale, solo quiero verla. ¿Contento?

― Ese es mi hermano― Dijo Tom guiñándole un ojo, y Bill blanqueó los suyos. ―Sabes, me gustaría ir contigo.

― Oh no, no vas a arruinarme la tarde.

― ¡Oh, vamos! ― Replicó Tom― Solo quiero hablar un poco con Camille. Prometo portarme bien… ¿si?

Bill no pudo negarse ante los ojos de Tom. Así que asintió sin más remedio, para luego escucharlo celebrar su victoria y…su plato de cereal hecho añicos en el piso. Salió de allí antes de que Tom la pidiese ayuda para limpiar el desastre.




•••




Ya en el edificio, Tom y Bill tomaron el elevador y marcaron el último piso. Bill, en el transcurso, acomodó su camisa y la libró de cualquier arruga que tuviese. Tom sonrió al ver a su hermano tan nervioso, y supo que de verdad le agradaba Broke.

― ¿No vas a tocar? ― Preguntó Tom al ver a su hermano completamente estático frente la puerta del departamento. Bill lo fulminó con la mirada, y con los puños tembloroso logró finalmente darle un par de golpes a la puerta.

― ¡Bill! ― Dio un gritillo Brokelle al verlo, y rápidamente le abrazó― ¿Tom? ― Cambió tan rápido de tono que siquiera se dio cuenta de lo grosera que había sonado.

― También me alegra verte…―Dijo Tom desbordando sarcasmo con cada palabra.

― Lo siento ― Se disculpó la rubia con una sonrisa nerviosa ― Es que no esperaba verte.

― Sí, bueno…―Musitó encogiéndose de hombros. Su mirada se paseó por el departamento, en busca de una persona en especial….―: ¿Está Camille?

―Arriba, la habitación al final del pasillo― Y sonrió dándole la pauta para que terminase de entrar. Antes de emprender camino hacia la habitación de Cam, le guiñó un ojo a su hermano disimuladamente. Bill sonrió nervioso, y Tom se echó una carcajada mientras subía.

Una vez arriba, echó un vistazo a todo lo que encontraba a su alrededor. El departamento tenía el mismo estilo minimalista que su casa, sin embargo un poco más pequeño. Claro que tenía ese toque femenino que desde luego la casa de Tom no tenía desde el accidente de su madre. Unos cuantos cuadros de arte abstracto y espejos no podían faltar.

Así caminó hasta el final del pasillo, encontrándose a Camille muy divertida en su habitación. No podía creer lo que sus ojos veían en ese momento. Nunca la imaginó en una situación como esas, y al verla no podía hacer más que reír. Pero trató de contener sus carcajadas, y disfrutar mejor del espectáculo.

¿Qué hacía Camille Novek, la asesina más peligrosa y buscada de Alemania, bailando al ritmo de una canción de…Britney Spears? Tom no tenía la respuesta a esa pregunta, y sin embargo no le urgía saberla. Le bastaba solo el hecho de ver una faceta más de ella, que no fuese la de chica ruda, y sexy.

Sus manos se movían en el aire imitando los movimientos que se deben hacer en una pista de baile, no en su cuarto con un pijama de seda. Y con voz aguda entonaba la letra de una canción bastante peculiar:



“Fakin' like a good one, but I call 'em like I see 'em

I know what you are, what you are, baby

Womanizer

Woman-Womanizer

You're a womanizer

Oh Womanizer”



Tom estalló en carcajadas aún con la boca cerrada, causando un sonido bastante divertido. Camille se paralizó en el mismo instante que lo escuchó, y casi en cámara lenta, se volteó. Y lo vio allí, apoyado del marco de la puerta, con una sonrisa que enseñaba una blanca dentadura y un piercing que se movía acompañado de su lengua. Rápidamente sintió su rostro arder y sus mejillas sonrojarse.

―No puedo creer que acabo de ver a la mujer más peligrosa de Alemania bailando Britney Spears ― Y dijo lo último enfatizándolo aún más. Haciendo caer a Camille en la realidad…la misma que le decía lo ridícula se pudo haberse visto haciendo eso. Pero ella no iba a inmutarse. El mismo Tom lo había dicho, ella es la mujer más peligrosa de Alemania.

― ¿Y qué se supone que debo escuchar, sabihondo? ― Cuestionó en un tono hostil que a Tom simplemente…le fascinó.

― No lo sé…― Respondió, e hizo un mohín fingiendo estar pensativo― ¿Judas Priest? ― Soltó una carcajada.

Y aquellas risas le costaron una serie de cremas para la piel y productos para el cabello, dirigidos hacia su rostro. Así, mientras le lanzaba todo lo que se encontraba en un mueble de su habitación, incluyendo el control remoto de su TV, comenzó a maldecir el momento en el que había irrumpido en su cuarto sin su permiso.

Tom entre risas, trataba de esquivar cuanto objeto atentara contra su preciado rostro. Algunas veces con suerte, otras con un golpe que juraba se convertirían en un gran moretón.

Caminó hacia ella con sus brazos frente a él, cubriéndose. Cuando hubo llegado, la tomó de sus muñecas y la acorraló. Las manos de Camille completamente afianzadas a la pared, presionadas por la fuerza varonil de Tom. Sus rostro tan cerca el uno del otro, que Tom podía escuchar la respiración agitada de la pelirroja. Desde luego, Camille podía ser más rápida, y algunas veces más astuta. Pero no más fuerte que él.

Mirándola a los ojos, Tom le guiño un ojo con picardía.

― Si no me sueltas ahora mismo, te juro que no vivirás para contarlo― Masculló Camille mirándolo con desafío. Tom se acercó a ella, y a punto de unir sus labios, la escuchó de nuevo: ― Ni se te ocurra, trenzas.

Entonces se retractó, y soltó sus muñecas. Por mucho que le gustase verla enfadada, no podía arriesgarse a hacerla enojar de verdad.

Camille lo fulminó con la mirada, y mientras frotaba sus muñecas lastimadas, le preguntó:

― ¿Qué demonios haces aquí?

Tom sonrió de manera socarrona

― Ya sé lo que quiero― Respondió sin más.

― ¿Crees que me importa qué carajos quieras?

― Oh…claro que lo creo. Tú lo dijiste― Arqueó una ceja, y Camille juntó las suyas.

― ¿De qué hablas? ― Preguntó, extrañada.

― Tú quieres que te deje en paz ¿no? ― Camille asintió― Pero tienes que darme algo a cambio.

Camille se interesó repentinamente en lo que Tom decía, de modo que asintió para que continuase hablando.

― Una cita, eso quiero.

Camille soltó una carcajada sonora. Aquello había sonado tan osado que…le gustó.

― ¿Qué te hace pensar que saldría en una cita contigo?

― Tú me lo hiciste pensar Camille― Respondió él con una sonrisa cínica― Tú me dijiste “¿Qué quieres?” Y yo me di la tarea de pensarlo. Quiero una cita.

― ¿De verdad estás seguro de esto, huh? ― Preguntó la pelirroja al escucharlo hablar con tanta seguridad.

― A decir verdad…sí― Dijo y jugueteó con su piercing otra vez. Camille se mantuvo pensativa unos segundos, y se dio cuenta que la idea de una cita la conmovía. Después de todo, algo bueno saldría de aquello.

―El que calla, otorga― Habló de nuevo Tom, ante el silencio que reinaba. Camille volcó los ojos. ― Paso por ti a las 6 ¿vale?

Después de otro largo silencio, Camille respondió finalmente:

― Está bien― Tom sonrió y desapareció tras la puerta.

Camille se tumbó en su cama, sin darse cuenta de que sus labios se curveaban en una sonrisa pícara. Mordió su labio inferior.

¿Qué podía hacer? No engañaba a nadie diciendo que Tom no le atraía. El mundo no se caería por una cita.

― Una simple cita…― Dijo hablando consigo misma. Con un tono que parecía hacerla convencerse de que solo sería eso. Pero una cita entre dos asesinos no era una simple cita.

Ella lo sabía, y sin embargo decidió ignorarlo.

― Solo una cita, solo una cita― Repitió de nuevo, y cerró sus ojos.




•••




El sonido estridente e incesante de su teléfono celular la despertó abruptamente. No podía creer que se había dormido después de haberse levantado. Sacudió su cabeza, y vislumbró el nombre “Caleb” en su pantalla.

― ¿Aló?

― Camille ― Escuchó su voz grave y varonil. Era definitivamente Caleb.

― Sí, soy yo.

― Necesito verte... ¿Podrías venir mañana? ―Preguntó. Camille se incorporó y talló sus ojos.

― ¿Mañana? Seguro.

― Bien, le diré a Karl que pase por ti a las…― Entonces Camille recordó que tenía una cita con Tom. Cerró sus ojos con fuerza y llevó la palma de su mano a su frente.

―Caleb― Le interrumpió― No puedo mañana.

― ¿No? ¿Por qué?

― Yo…― Aclaró su garganta mientras pensaba en una excusa― Yo…iré a ver a… ¡Sarah! ― Lo último lo dijo como si hubiese ganado el juego “Bingo”

― Oh ― Gruñó Caleb― Bien, entonces… ¿Puedes pasado-mañana?

― Aja― Asintió Cam como si su padre pudiese verla.

― Bien, entonces Karl pasará por ti a las 6.

― Te veré entonces― Dijo y concluyó la llamada. Después de un gran bostezo, volvió a tumbarse en su cama. Esta vez intrigada por la urgencia con la que Caleb quería verla.



 

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