Capítulo 31 «Jaque-Mate»

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          Tom pensó en gritar un crudo «lárgate» cuando se escucharon un par de puños en la puerta de su habitación. Sin embargo sabía que su hermano no era el culpable de la situación, sino él mismo, por ser tan débil con cualquier asunto en que se involucrase Camille. Aún así no sentía ganas de hablar con nadie, ni siquiera quería pensar en que Camille casi lo mata por pensar que había sido él quién la había secuestrado.


         — Está abierto. — Concedió, no tenía ganas de levantarse, y además le extrañaba que su hermano tocase la puerta. Normalmente siempre entraba sin permiso, razón por la cuál ya se había llevado más de una vez una desagradable sorpresa. Siguió tocando un par de acordes con su guitarra, cuando reparó en que quién había entrado a su habitación no había sido Bill, sino ella.

         Verla le dio una sensación que no podía expresar con palabras, el corazón se le sobresaltó con ímpetu, mientras su mirada la recorría de pies a cabeza, cayendo en cuenta que no importaba cuanto lo intentase, nunca podría odiarla.

         — ¿Qué haces aquí? — preguntó, y le salió más hostil de lo que le hubiese gustado.

         — Yo… — la miró tragar con dificultad, luego agachó la mirada. —… vine a disculparme.

         No sabía si creerle, en aquel momento se sentía más amenazado que aliviado. Conocía a Camille, pero más que todo sabía que era una experta en el arte del engaño.

         — ¿Disculparte? — cuestionó, frunciendo el ceño y dejando su guitarra de lado.

         — Me dejé llevar. — Admitió ella. — Sólo… ¿tú no lo hiciste, verdad?

         — No. — Tom sonó severo — ¿Por qué habría de hacerlo? Fuiste muy clara en decirme que me alejara de ti y que renunciara a mi trabajo. Lo hice, Camille. Ya no tengo necesidad de hacerte nada, ni de andar detrás de ti.

         — Fue una trampa. — murmuró.

         — Y no te cuestiono por haber caído. — Tom clavó su mirada en ella. Una mirada que de momento, le dio escalofríos. Carraspeó, sin más qué decir. — Acepto tu disculpa…— Camille elevó la mirada con la de él, esperando a que dijese algo más. — Puedes irte.

         Camille sintió que su corazón se había detenido. ¿Eso era todo? ¿Ella había ido allí, en contra de todo lo que sentía, para que él el respondiese de esa manera? No era, ciertamente, lo que esperaba de esa visita. Una gran pérdida de tiempo, pensó. Le lanzó una mirada que no decía nada en específico, pero por solo ser su mirada Tom sintió estremecerse hasta el último rincón de su cuerpo. Ella se acomodó el asa del bolso, dispuesta a marcharse. Se volteó y dio un par de pasos hasta la puerta.

         Trató de hacerlos lentos, esperando en lo más profundo de ella que él se dignase a agregar algo más, pero conforme más avanzaba, podía sentir su deseo más lejano. Fue entonces, cuando tomó el pomo de la puerta, que le escuchó dirigirse a ella una vez más.

         — Camille — Le escuchó decir, y aunque fue apenas un murmullo ella lo sintió como un grito. Se quedó estática, con el pomo en la mano, sin voltearlo.

         — Sólo… sólo quiero saber una cosa — él dijo, y Camille escuchó su voz más cerca de lo que esperaba. Su aliento tibio daba directo en su cabello, podía sentirlo. Su corazón se estrujó de repente, como si ya supiese de antemano lo que él iba a preguntar. — Lo nuestro…— Camille se estremeció, y cerró los ojos con fuerza. — ¿Realmente fue un juego?

         Tragó con dificultad, y clavó la mirada en la puerta, a escasos centímetros de ella. Deseaba gritarle con toda la fuerza de sus pulmones que aquella había sido la mentira más grande de su vida. Sin embargo simplemente se limitó a negar suavemente, sintiendo el pecho latiéndole en la garganta.

         — Nunca lo fue, Tom.

         Sentía que la mano le temblaba, de modo que se aferró aún más al pomo. Era eso lo que la sola presencia de Tom le causaba, un nerviosismo inexplicable, y ahora podía sentirlo, tras ella, con la respiración chocándole contra el cabello suelto. Tragó con dificultad, mientras ejercía fuerza para abrir la puerta y marcharse. Pero entonces, habiendo abierto sólo un mínimo centímetro, la mano de Tom se posó en la puerta, impidiéndola abrir un centímetro más, y cerrándola de golpe.

         Se volteó instintivamente, encontrándose con la mirada de Tom. De pronto se sentía acorralada solo por el hecho de que él tuviese su brazo a la altura de su cabeza, impidiendo que ella abriese. Pero, no engañaba a nadie, ella no quería irse. Podía verlo acercándose peligrosamente a ella, a sus labios, sus narices rozándose. No tuvo más alternativa que cerrar sus ojos cuando los labios de él se unieron con los suyos, sintiendo que de repente caía en un abismo, sin oportunidad de retractarse. Tom podía sentir como ella no se movía, sino que sus labios permanecían inmóviles ante su tacto, sin embargo no se daría por vencido, no de nuevo. Apartó su mano de la puerta, y aprovechó con la otra para adentrarse dentro de su blazer, así deslizarlo por los hombros de Camille, hasta que cayó al suelo.

         Finalmente ella reaccionó, elevó su mano delicadamente hasta su nuca, apartando los mechones de cabello trenzado que obstruían el paso de sus dedos para acariciarlo. Tom sentía su anhelo, las ganas de tenerlo más cerca, y le gustaba, porque sentía lo mismo. Con las manos ahuecándole el rostro la atrajo más hacía sí mismo, encogiendo al máximo sus hombros, para así dejar el mínimo espacio entre sus cuerpos. La delicadeza con la que la tocaba era casi irreal, como si ella fuese una obra de arte finísima, su propia obre de arte, una que nunca dejaría ir.

         Por primera vez sentía que ella estaba tan dispuesta como él, sus besos eran distintos, la danza de ambas lenguas que ahora se movían a un ritmo más que conocido, un ritmo que sólo ella podía entender, y que sólo él podía fijar. Se preguntó a sí mismo como podían encajar tan perfectamente, como si sus bocas fuesen piezas de un rompecabezas que estaban destinados a estar juntas. Y Tom, por primera vez, pensó en el destino como algo factible. Sentía en lo más profundo de él mismo que ese era el lugar al que pertenecía, junto a ella, y procuraría que así fuese siempre, sin importar lo que costase.

         La lengua de Camille comenzó a recorrer cada rincón, esta vez sin el miedo que antes la recorría, el miedo a enamorarse de él. Ahora ya no lo sentía, porque se daba cuenta que pelear con sus propios sentimientos era en vano, porque nunca ganaría. No le importaba, fuese lo que fuese que sintiese en ese momento, amor, placer, o una simple ilusión, solo sabía que se sentía muy bien, mejor que cualquier otro sentimiento que hubiese experimentado.

         Las rodillas le temblaban, pero ella no lo sentía. De repente los brazos de Tom ya no estaban a la altura de su rostro, tomándola de la cabeza, sino que estaban colocadas alrededor de su cintura, atrayéndole más hacia él y el calor de su cuerpo. No supo como sus piernas pudieron moverse en aquel frenesí, era como si ya no fuese su propio cuerpo, como si ya no tuviese poder sobre él. Simplemente reaccionaban a las caricias de Tom, y se accionaban solos para seguirle el ritmo. Aquel ritmo que hacía que su piel ardiese con un simple roce.

         Sintió la fuerza de Tom aprisionándola contra la pared, su espalda se arqueó por el repentino frío que la recorrió, y echando la cabeza hacia atrás, Tom aprovechó al tener aquel cuello blanco y pulcro a su merced, para llenarlo de besos y recorrer la totalidad de sus hombros descubiertos. Los breteles de su blusa ya habían caído a cada lado.

         Tom pudo escuchar la respiración de Camille agitada, conforme sus besos comenzaban a bajar. De repente la ropa comenzaba a sobrar, y sentía la necesidad de mostrarse a ella sin ninguna clase de impedimentos. Las manos bajaron hasta su cadera, y luego se deslizaron hasta arriba con delicadeza, hasta que ella finalmente se despojó de su blusa y la lanzó a un lado de la habitación, donde más tarde terminaría apilada con la camisa de Tom, la cual sacó con una fiereza que el pelinegro desconocía. Cuando él tuvo el dorso descubierto, pudo sentir las manos de Camille tanteándose su abdomen. Tom la tomó de los glúteos cuando sus piernas se enredaron en la cadera de él, ella ahuecó el rostro de Tom en sus manos y no separó ni un segundo sus labios. Tom comenzó a caminar, hasta que ambos cayeron en la suavidad de la cama, en ese instante no supo si la sensación de vértigo se debía a eso, o era la simple reacción que los labios de Tom le concedían.

         Su espalda se arqueó de nuevo, esta vez en una ola de placer que la obligó a cerrar los ojos. El encaje negro del sostén que llevaba hacia un perfecto contraste con su piel blanca como el alabastro, sin embargo Tom los encontraría aún más afrodisíacos si no estuviesen cubiertos por aquella suave tela. Camille le dio la pauta para que él introdujera su mano y desabrochará el sostén, dándole así la libertad de movimiento a sus pechos, los cuales segundos después de ser descubiertos, se vieron repletos de los labios de Tom y sus caricias.

         Verlos era como ver la obra de arte de un consumado artista de antaño, cincelados con delicadeza, dándoles la textura la forma y el tamaño perfecto. Tal vez Tom estaba perdiendo la cabeza, pero en ese mismo instante pensó que en Camille todo era perfecto.

         Su lengua descendió con avidez desde sus senos hasta su vientre, donde se pausó unos instantes para disfrutar mejor de la vista que el cuerpo de Camille semidesnudo le ofrecía. Su lengua recorrió cada rincón de su piel, saboreándola, inmortalizando en su memoria todos y cada uno de los detalles de su contextura. Podía notar como su piel se erizaba, algo que más tarde le incentivaría a llegar más lejos.

         Cuando su boca topó con el botón del pantalón de Camille, sintió unas ganas incontrolables de arrancarle los pantalones y terminar con su angustia. Sin embargo se tomó la decencia de desabrocharlo, bajar la cremallera, y por último admirar los huesos de la cadera de Camille conforme la tela del pantalón descendía sobre sus esculturales piernas. Ella se irguió, sin poder aguantar un segundo más sin besarlo. Lo atrajo hacia su cuerpo tomándolo del rostro, obligándolo a dejarse llevar por la gravedad y dejarse caer en la cama. Tom se apoyó de sus puños al lado de la cabeza de Camille, mientras ella con sus manos tanteaba su abdomen marcado y descendía un poco más hasta desabrochar los pantalones de Tom. El se liberó de ellos en un movimiento rápido y limpio.

         Apartó unos mechones de cabello rojo que le impedían ver la totalidad de su rostro, y mientras continuaba besándola los acomodó detrás de su oreja. Cuando sus ojos se abrieron un segundo, pudo apreciar de nuevo, y esta vez más de cerca, el tatuaje que Camille tenía tras la oreja. Ella sintió entre sus piernas el roce del miembro de Tom, y una ola de escalofríos le recorrió la totalidad del cuerpo, haciendo que sus vellos se erizaran más de lo que ya estaban.

         Ella misma aprovechó, mientras Tom continuaba besándola cada vez con más pasión, para despojarse de las bragas negras que llevaba. Luego se dispuso a hacer lo mismo con Tom, esta vez quitándole los bóxers a cuadros que llevaba. Al instante sus piernas se vieron entrelazadas en la cadera de Tom, él sobre ella, sintiendo los senos rozándole el pecho. Sintió la necesidad de abrir los ojos, y cuando lo hizo se dio cuenta que Tom también permanecía con la vista clavada en ella. Tom sintió que podía perderse en su iris, permaneció con el alma en un hilo mientras ella sólo le miraba, sin hacer ningún gesto, sin decir nada. Vio como su garganta se movía conforme ella tragaba, después lo tomó del rostro y asintió suavemente, apenas perceptible para él el movimiento suave de su cabeza. Tom supo que debía hacerlo, algo que había esperado tanto tiempo, y ahora que estaba a punto de cumplirse, supo que ni sus mejores fantasías, se sentía de esa manera.

         Cuando sus cuerpos se fusionaron, Camille lo estaba besando, y tuvo que ahogar un gemido dentro de la boca de Tom. Él entró casi con timidez, en un movimiento suave y coordinado, Camille pudo sentir su delicadeza, cómo procuraba no lastimarla, pero aquella suavidad no interfirió en el placer que la recorrió en ese instante, sino, más bien, lo intensificó.

         En ese mismo instante, dentro de ella, Tom supo entonces la diferencia entre el sexo convencional, y hacer el amor. Supo porque le llamaban de esa manera, y es que el sentimiento que lo recorría no podía ser otra cosa sino eso, el amor. Y ahora lo mostraba de la manera más carnal que conocía, pero se lo estaba expresando a ella, con cada caricia, con cada beso, cada vez que sentía que su piel ardía con solo un roce. No podía imaginar estar en esa misma situación con otra mujer que no fuese ella; Camille. Su Camille.

         Sintió las uñas de ella clavándose en la línea de su espalda, estremeciéndose del placer concebido, mientras sus embestidas comenzaban a tomar un ritmo más rápido, y los jadeos de ella se hacían más constantes. Tom no pudo imaginar una mejor melodía que aquella, el aire siendo expulsado ruidosamente, los gritos conteniéndose en su pecho, cada musculo de su cuerpo tensando y él… él ardiendo por dentro, ardiendo de deseo, pero sobre todo, de amor. Más tarde Tom se estremecía de otra manera, un poco más diferente. Camille se aferró cada vez más a su cintura, sintiendo aquella ola de placer que la obligó a arquear su espalda sobre el colchón, y juntos experimentaron aquella sensación, que aunque ya la habían sentido, ninguna había sido como aquella vez. Tocaron el cielo, recorrieron el mundo, se descubrieron a sí mismos con sólo una última y satisfactoria embestida, sin embargo Tom cayó en cuenta de una cosa: no importaba con quién, el momento o el lugar, sabía que si no era con Camille, ningún otro sentimiento sería tan sublime e inigualable, ningún otro, sino era al lado de ella.







•••




         Verla dormir había sido algo que él nunca hubiese esperado de sí mismo, sin embargo pasó la noche entera haciéndolo, contemplando su pecho hinchándose cada vez que ella exhalaba, tomándola de la mano aunque ella no se diese cuenta, besándola en los labios aunque ella no los correspondiese. No quería hacerlo, pero sus párpados comenzaron a pesarle tanto que se quedó dormido. Sin embargo, y aún en sus sueños, no podía dejar de pensar en lo que recién le había pasado. Aquello había superado todas sus expectativas, aún podía recordar cada rincón de su cuerpo, y el sabor que tenía. Pensó que había valido la pena todo el tiempo que había estado sin ella, un mes exacto de no verla, de no sentir su piel, de no poder oler su perfume, de simplemente no poder verla gesticular, sonreír, o caminar. Un verdadero calvario, pero había tenido una excelente recompensa; haberla hecho suya. Y para Tom aquello era toda una proeza, él ya le pertenecía, aunque antes lo negaba a toda costa, pero ahora era recíproco, y haría todo lo posible para que se mantuviese así.

         Por la mañana despertó, con una sonrisa en los labios, cuando se volteó para encontrarla reparó en que ella no estaba. Sintió de repente como si le faltase algo, pensó en qué ahora no sólo estaba enamorado, sino que también dependía de ella. No le importaba en absoluto, sin embargo le molestaba no tenerla cerca.

         La almohada todavía tenía el olor de su cabello impregnado, Tom inhalo con fuerza y luego se dispuso a levantarse. La buscó en el baño, en su habitación, en todo lugar de la casa, pero no estaba. Se sintió confundido de momento, era como si hubiese huido. ¿Y si lo de la noche anterior había sido un sueño? No podía, sería imposible.

         Se planteó a sí mismo pensar en otra cosa, mientras se adentraba a la cocina nuevamente, esta vez para desayunar. Bill estaba tomando un poco de café, mientras sostenía el diario con las noticias de aquel día.

         — ¿Por qué la cara? — cuestionó el de cresta, dejando el diario de lado. Tom caminó hasta el desayunador y se dejó caer en el banquillo.

         — ¿Has visto a Camille?

         Bill le dio un sorbo a su café.

         — La última vez que la vi fue ayer, por la tarde… — se le quedó mirando. — ¿Pasó la noche aquí?

         Tom clavó su mirada en él.

         — ¿Sí? — respondió Bill para sí mismo, abriendo la boca de la sorpresa.

         — Sí, Bill. — Tom soltó una gran cantidad de aire, como desahogándose.

         — Con mayor razón, entonces, ¿por qué traes esa cara?

         — Se ha ido, Bill. — respondió Tom, alicaído. — Ayer por la noche nos dormimos juntos, pero hoy ya no estaba en mi habitación. ¿No la viste bajar, siquiera?

         — No, hermano. Lo siento.

         — Está bien… — Tom suspiró, y se rascó la nuca. — ¿Crees que deba ir a buscarla?

         — ¿Intentaste llamarla? — Tom negó — Entonces hazlo. Si te contesta, genial. Si no, te está evadiendo.

         — Pero… ¿por qué quiere evadirme? ¿Tan mal lo hice? — Tom se sintió ligeramente ofendido. Nunca se había planteado esa opción, y ahora que lo hacía simplemente se negaba a creerlo. Bill soltó una carcajada.

         — Vamos, Tom. Probablemente sólo esté…

         — Debo saberlo — Interrumpió su gemelo, más bien hablando para sí mismo. — Iré a buscarla, Bill.

         — ¡Tom…! — Pero decidió callarse cuando lo vio salir por la puerta de la cocina. Sabía que nada lo detendría. Bill se encogió de hombros y se dispuso a servirse más café, esperando que todo resultase bien.







•••


         Cuando Tom estacionó su auto en la vereda de casa de Camille, sentía su corazón latiendo casi a la misma velocidad que la noche anterior. Y aunque recordar la noche anterior le hacía más daño que bien, no podía compararlo con otro sentimiento como aquel, porque ninguno se le igualaba. A pesar de la nieve, Tom se las arregló para no sentir nada de frío, y a zancadas llegar hasta el pórtico de la casa de Camille. Estando allí tocó el timbre incontables veces, pero sentía que no eran lo suficiente. Se sentía más desesperado que otra cosa.

         — ¿Tom? — Cuestionó Brokelle abriendo la puerta. — Tom… ¿qué haces aquí? — El aludido pudo reconocer el nerviosismo en la voz de Brokelle, pero simplemente no entendía porqué.

         — ¿Está aquí, cierto? — Preguntó, mirando por los hombros de Brokelle.

         — ¿De qué hablas? — Brokelle frunció el ceño. — ¡Tom, cálmate! — Vociferó al ver que por poco la empujaba para entrar.

         — ¡Camille, dime que está aquí!

         — No lo está, Tom. — Brokelle lo examinó con la mirada. — Lo siento.

         Tom tragó con dificultad, tomándose de la cabeza, y dando vueltas en el mismo lugar. Se sentía usado y engañado, pero no quería nada con ella en ese instante, sólo quería saber porqué le hacía lo que le estaba haciendo.

         — Dime dónde está, por favor…— Tom sentía que la cabeza le iba a estallar. — Sólo… sólo quiero hablar con ella un segundo. Lo necesito, Broke.

         — Lo siento, Tom… yo… simplemente no lo sé.

         Tom tragó con dificultad, y Brokelle sintió que el corazón se le deshacía de a pocos. Ella no podía hacerle eso, no podía soportar mentirle, no podía soportar verlo tan afligido. Era más que su cuñado, se había convertido en su amigo, y aunque Camille tenía sus razones, no había justificación para dejarlo así, a la deriva.

         Tom miró hacia arriba, bufando. Luego miró a Brokelle, y después simplemente se volteó. Antes de poder bajar el primer pestaño, Brokelle sintió que la consciencia la mataba, y no podía seguir con esa farsa. Si Camille iba a engañarlo, tendría que hacerlo sola.

         — ¡Tom! — Gritó, y él se volteó al instante. — No le digas que te dejé entrar. —Sin decir nada más, y como si estuviese ensayado de antemano, Brokelle abrió la puerta y asintió cuando la mirada inquisitiva de él se clavó en ella. No debía preguntar más, simplemente entró a zancadas y se dirigió a la habitación de Camille. Brokelle cerró la puerta con suavidad, no sabía si lo que hacía estaba correcto o era un gran error, lo único que sabía era que debía seguir su instinto, y ese mismo le gritaba que lo dejase entrar.







•••




         Camille salió del baño, después de haberse tomado un par de pastillas para dormir, y de haber contemplado su reflejo en el espejo por unos segundos. Cuando le vio a él, en medio de su habitación, simplemente mirándola, sintió un escalofrío que la recorrió de pies a cabeza. No sabía qué sensación era aquella, pero se asemejaba peligrosamente al miedo.

         Sus ojos se veían decaídos, como si ella le causase un dolor inexplicable, más allá de las palabras, y él simplemente no entendía que eso era lo que ella menos quería, dañarlo.

         — Tom…

         — Quiero saberlo, Camille. — exigió, sin darle tiempo de decir nada más.

         — Tom, yo…

         — Ahórrate las excusas. — Le interrumpió — Quiero la verdad, y te juro que te voy a dejar en paz. Nunca más volveré a hablarte, a buscarte, o… — él tragó con dificultad. —… sólo dime la verdad.

         — Tom, yo…no puedo. Debes entender que…

         — ¿Debo entenderlo? — Masculló — ¿¡Entender qué, Camille!?

         — ¡Sólo entiéndelo! — vociferó ella. — ¡Entiéndelo y no lo cuestiones!

         — ¿¡Por qué me haces esto, eh!? ¿¡Qué demonios sucede contigo!? — Tom clavó su mirada en ella. — ¿¡Por qué simplemente no me matas!? ¿O es que acaso ese es tu juego? ¿Matarme de a pocos, con cada día, cada vez que creo que realmente eres sincera, para después hacer lo que siempre haces?

         — Cállate, Tom…

         — O mejor aún, ¿por qué no me tomas ahora mismo, me amarras a tu maldita cama y me torturas por días? ¿Es eso lo que quieres, torturarme? ¡Hazlo! — Tom estiró sus manos a ella.

         — Cállate, Tom… — masculló de nuevo, apretando los puños.

         — ¡Hazlo, maldita sea! ¡Dispárame! — Tom sacó la pistola que llevaba en su cadera, y se la arrojó a los pies. — ¡Hazlo ahora! ¡Tienes la oportunidad de hacerlo! ¡Mátame ahora o déjame en paz maldita sea, pero deja de jugar conmigo!

         — Tom, he dicho que te calles…

         — ¿¡Por qué no lo haces!? ¿¡No es acaso tu trabajo!? ¿¡O simplemente eres egoísta porque te da la gana!? ¡Dímelo! ¡Habla, maldita sea!

         La palabra egoísta fue la gota que rebalsó el vaso. Porque sí, ella era egoísta con todos, menos con él… con él simplemente no podía serlo.

         — ¡He dicho que te calles, joder! — Camille se abalanzó sobre él, cegada por la ira, obligándolo a tambalearse un poco hasta colisionar con la pared. Allí lo tomó del cuello y estrujó su garganta, aprisionándolo, sin disminuir siquiera lo mínimo para que él respirase.

         Tom sintió un dolor inexplicable, que le calaba hasta la médula, pero contrario a lo que él pensaba, el dolor no se debía a la situación en la que estaba. Se debía a que había visto, en aquellos ojos en los que constantemente se perdía, los indicios de unas lágrimas traviesas, las cuales ella trataba de luchar para que no se derramasen.

         Y fue entonces, que Tom supo que la quería más de lo que pensaba. Porque no importaba qué tanto dolor había causado ella en él, si era él el causante de aquel llanto, haría todo lo posible para que se detuviese.

         — ¡Sí, Tom! ¡Tengo que matarte! ¡Y no porque quiera, sino porque estoy obligada a hacerlo! ¿¡Lo entiendes ahora!? ¿¡Entiendes el peligro al que te expones estando conmigo!? — Camille apretó la mandíbula, impidiendo que su voz se quebrase. — Sólo entiéndelo… — masculló, la voz le salía sin separar sus dientes — Comprende que no puedes confiar en mí, porque ni siquiera yo misma lo hago.

         Tom no sabía, siquiera imaginaba que el cuerpo de Camille fuese capaz de fabricar lágrimas, pero lo hacía. Mínimas, casi imperceptibles, pero sus ojos acuosos brillaban de una manera diferente. Ahora comprendía que ella era una persona real, con sentimientos, con debilidades y fortalezas, y por mucho que le costase admitirlo, era él una de sus mayores debilidades. Ahora comprendía que ella simplemente no quería hacerle daño. La vio cerrar los ojos, las lágrimas se disiparon, pero Tom las había visto amontonarse en los ojos.

         Pero la necesidad de estar con él era más fuerte que cualquier otra cosa, de modo que en lugar de soltarlo, lo tomó del rostro y comenzó a besarlo con una ferocidad indomable. Tom le correspondió, porque no importaba qué hiciese ella, él siempre estaría a sus pies. Se quitaron la ropa con una rapidez casi inhumana, el deseo de poseerse se adueñó por completo de ambos.

         Y fue entonces, cuando Camille comprendió, que el destino sí existía. Y si su destino era estar con él, sin importar cuanto ella tratase de cambiarlo, pues así lo sería. Porque no importaba perder la batalla contra el destino, no si aquello significaba ganar lo que su corazón quería; estar a su lado.




PS: En caso de que no lo hayan notado ( lo cual dudo) sí, este es mi primer lemmon xD Vamos, no sean duras conmigo ._. a ver qué tal ¿no? :D

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3 Response to Capítulo 31 «Jaque-Mate»

1 de marzo de 2011, 5:18 p. m.

OMG!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Juro por los más sagrado que tengo que estube a dos segundos de llorar (a diferencia de Cam yo lloro por todo pero en fin xD) Pero es que fue demaciado, fue tan, tan, no se mae no tengo palabras, tan romántico, tan enfocado en ellos y en su amor y como lo hicieron fue simplemente hermoso! Increible, sublime, anonadante! Fue amor! Y que lindo Tom como es todo cuidadoso, casi muero!!! Taaan tierno! Y el otro día todo desesperado, ay cosi *-*
Y Cam siempre jugando de perra, pero ya que dicha que lo aceptó, no puede estar sin el lo cual aprecio xD
Y tan linda Broke como siempre! Como lo dejó entrar xD
En fin coneja solo encuentro una palabra para describirlo todo y está en inlges así que se aguanta.
¡¡¡¡¡BREATHTAKING!!!!!

7 de marzo de 2011, 4:22 p. m.

No, es que estoy como aturdida, ni siquiera se qué comentar. Pero es la primera vez que se me aguan los ojos leyendo un fic. Sou me encantó, este capítulo pasó los límites, fue estupendo, mágico, no sé... ¡joder! Es que no tengo palabras para describir todo lo que he sentido leyendo cada línea, cada párrafo. La manera como haz descrito cada sentimiento, cada movimiento... te ha quedado realmente hermoso, tan... sublime, no es que no existe calificativo alguno para este capítulo, podría escribir miles, pero ni uno sólo se asemejaría.
La forma en que se amaron, en como se conectaron sus almas, wow Sou, no, estoy en shock. Y no es que no sepa qué decir, en realidad, es que simplemente no podría describirlo con palabras, esto ha sido demasiado. Lo he sentido como tienes idea.

Te quedó más que perfecto y hermoso, y la canción de fondo fue como para matarnos al instante. Por cierto, también quiero el Título de esta.

Te adoro, Sou <3 Eres una gran escritora ¿te lo he dicho antes? Eres mi escritora favorita, amo todo lo que siento cuando leo algo tuyo. Te admiro tanto y... ya me puse pastelosa u.u Pero es que me siento tan vulnerable ahora, no sé ni cómo expresarme.

Te amooo ♥
Y amé este capítulo, no pudo quedarte mejor.

13 de marzo de 2011, 8:32 p. m.

Yo la verdad me he quedado sonsa *después de un dia se me paso **pero no tanto *como decirlo hubo mucho amor demasiado mi corazón no puede soportarlo , sere sincera estaba llorando waaaaaaaa mucho amor no cabe en mi corazón +_+, después cuando Cam no estaba cuando despertó sentí que … nose que sentí me pregunto que sera ¿? Ver a Tom tan vulnerable estoy grave …
Cuando Tom le dice que lo mate o.O y Cam va y se lanza a besarlo y después ……………… mori xD
Eres la mejor escritora que he conocido en mi vida y no creo que alguien sea mejor ♥♥♥ xD
Tuve que esperar un dia para decir algo coherente sino hubieras visto solo puntos suspensivos
Te quiero muchisimoooooooooooooo