Capítulo 32 «Forzando el fuego»

Categories:

Photobucket


          Por la mañana los rayos de luz fueron los causantes de su interrumpido sueño. Tal vez había sido que ayer, en su repentino frenesí, olvidaron cerrar las cortinas. Hacía frío, Tom comenzó a abrir los ojos, suavemente, y cuando la vio frente a él, aún dormida, no pudo imaginar un mejor panorama que ese. Finalmente ella no escapaba, y aunque comenzaba a entender porqué lo hacía, le alegraba que ella hubiese sido honesta y le contara, y descubrió que así como él se preocupaba por ella, de igual manera lo hacía Camille por él.

         — No creas que porque es un beso no me molesta que me despiertes— dijo Camille, al sentir los labios de Tom presionando suavemente los suyos, haciéndola despertar. Tom soltó una sonrisa.

         — No escapaste. — replicó él, con voz aterciopelada.

         — ¿Adónde habría de ir? Estamos en mi casa. — Camille finalmente abrió los ojos y le correspondió el beso.

         — Pareces feliz. — comentó el pelinegro.

         — Lo estoy.

         — ¿Quieres serlo aún más? — Tom la miró con picardía. A Camille le gustó que a pesar de todo lo sucedido, él aún no perdiese el sentido del humor.

         — No lo creo. — Camille sonrió. — ¿Qué hora es?

         Tom miró su reloj de muñeca.

         — Las 10: 30.

         — Exacto. — convino ella. — Brokelle vendrá en un par de minutos.

         — Podemos cerrar la puerta…— insistió.

         — Entrará de todos modos.

         — ¿Estás poniendo excusas? — cuestionó Tom con expresión entre enfadado y divertido.

         — Oh, vaya, ¿Cuál fue tu primera pista? — Camille se levantó de cama, y carcajeándose se adentró al baño.

         — ¡Ven acá, pequeña pinocho! — Tom se levantó rápidamente, alcanzándola antes de que Camille cruzase la puerta. La tomó repentinamente, y cargándola comenzó darle vueltas en el aire.

         — ¡Tom, suéltame! — Vociferaba a carcajadas, y un poco mareada. Tom la dejó caer en la cama, y sin darle tiempo de levantarse, se abalanzó sobre ella, posicionando ambas rodillas al lado de su cadera, y tomándola de las muñecas sobre el colchón.

         — Oh, deja de pretender. Sabes que quieres. — le dijo Tom, besando su cuello, algo que a Camille le causó unas repentinas cosquillas.

         — ¡Aléjate de mí, Thomas! — pidió, pataleando. Tom se detuvo y la miró directo a los ojos.

         — ¿Por qué insistes en decirme Thomas? ¡Me llamo Tom!

         — ¡Es imposible que te llames Tom! — replicó Camille. — ¡Eso es un diminutivo!

         — Oh, vamos, mi madre no lo sabía cuando me puso así.

         — Tu madre no es muy fanática de los nombres reales, ¿eh?

         — ¡Al menos no me llevé la peor parte! — Tom dijo, a carcajadas. — ¿Qué me dices de Bill?

         — ¿Será diminutivo de Billiam? — Ambos estallaron en carcajadas, Tom aún sobre ella. De repente Brokelle abrió la puerta, tal como Camille lo había predicho.

         Pero la escena no fue muy halagadora que digamos. Tom estaba semidesnudo, sobre Camille, estremeciéndose y asemejando unas embestidas. Brokelle pasó del color bronceado de su piel a un rojo semejante al de un tomate. Soltó un rápido “Oh, lo siento” y azotó la puerta. Aquello hizo que las risas de los chicos, que se detuvieron momentáneamente con la llegada de Brokelle, se intensificaran en el mismo instante que ella se fue.






•••




         — Cariño, ¿estás bien?

         Brokelle había entrado a la cocina completamente pálida, tal vez de la vergüenza. Bill estaba sentado en el desayunador, endulzando su café.

         — ¿Ah? — Brokelle sacudió la cabeza. — Sí, sí… lo estoy.

         — Parece que viste un fantasma. — inquirió Bill.

         — Fue algo mucho peor. — Comenzó a caminar hasta la estufa, con el rostro consternado. Bill no preguntó más.

         Segundos después, Camille y Tom hicieron acto de presencia en la cocina. Parecían venir riéndose sobre algo, y cuando Brokelle les vio y evitó su mirada al instante, los dos tuvieron que reprimir una carcajada.

         — Huele bien. — dijo Tom olfateando, y acomodándose en el banquillo alrededor de la mesa de mármol negro, al igual que todo el mueble de cocina. Brokelle se abrió paso entre los chicos y puso un gran plato de panqueques en medio de la mesa. Camille estiró la mano para tomar uno, pero antes de tocarlos, Brokelle le dio un manotazo.

         — ¿Te lavaste las manos? — preguntó acusadora. Camille no podía borrar la burla de su rostro.

         — Oh, vamos, ¿Desde cuanto te preocupa eso?

         — Desde que…— Brokelle se quedó callada. — ¡Tú lo sabes! — agregó acusadora.

         — No seas ridícula, no estábamos haciendo nada.

         — ¿De qué hablan? — intervino Bill.

         — Brokelle cree que nos vio teniendo sexo. — Respondió Tom, a lo que ambos empezaron a carcajearse.

         — ¡Bill! — le llamó la atención. El aludido detuvo su risa de inmediato, cohibido.

         — Así que ambos Kaulitz tuvieron acción ayer…— Tom comentó, tomando un pedazo de su panqueque y llevándoselo a la boca. Jugueteó con ambas cejas de manera pícara, mientras hacía lo anterior. A sus risas se le agregaron la de Bill, idénticas.

         — Vuelve a decir eso y no tendrás acción en muchos meses. — le advirtió Camille.

         — Ya veo quién lleva los pantalones en esa relación. — Mencionó Bill, burlándose de su hermano.

         — ¿Ah, sí? ¿Y quién lleva los pantalones en la nuestra? — cuestionó Brokelle, con sonrisa maliciosa. Bill comenzó a toser, nervioso. — Anda, dilo, cariño.

         Bill pasó su mirada desde Tom hasta Camille. La nueva parejita mantenía la misma sonrisa burlista, esperando su respuesta.

         — Tú, cariño. — Dijo en un murmullo.

         — ¿Qué? No pude escuchar, cariño. Repítelo de nuevo.

         — He dicho que tú, cariño…— Dijo esta vez más alto, para después agachar la mirada y llevarse una gran bocanada de su desayuno a la boca.

         — Así, es Bill. — Brokelle compartió una mirada cómplice con Camille, a lo que después se carcajearon.

         El desayuno se pasó entre bromas y más bromas. Todo parecía tranquilo, un nuevo episodio de sus vidas, sin embargo allí no acababa todo. Camille sabía, muy en el fondo, que ahora todo se complicaría más, ahora que sabía que se había enamorado.

         Por la tarde fue a hacer un par de diligencias, llegó a casa justo después del crepúsculo, ya comenzaba a oscurecer, y la luna brillaba en todo su esplendor. Pero se sentía estresada, más que de costumbre. Estar con Tom, muy a pesar de hacerla feliz, la hacía dudar de sí misma. Ella se lo había dicho, «no confíes en mí.», pero él no hacía caso. Era terco, tan terco como ella… una sonrisa se le escapó de los labios.

         — Huh, ¿a dónde vas así? — Cuestionó Tom, saliendo del baño de la habitación de Camille cuando ella estaba rodeando su cuello con una bufanda de lana.

         — Saldré. — se limitó a decir.

         — ¿Saldrás? — A Tom no le pareció suficiente. — ¿Puedo saber adónde?

         — ¿Serás uno de esos novios acosadores? — preguntó Camille, y mirándose al espejo pudo ver como él se posicionaba tras ella.

         — ¿Ahora somos novios? — le devolvió la pregunta Tom, sonriendo y clavando su mirada en el espejo. La abrazó por detrás de la cintura.

         — Lo seremos si no comienzas a seguirme. — respondió volteándose. Le concedió un rápido beso.

         — Vale, lo siento. — Tom la siguió con la mirada, mientras ella caminaba por la habitación en busca de su bolso. — Me llamas si sucede algo, ¿vale?

         — ¿Olvidas quién soy? — Camille se acercó a él, con una ceja arqueada y media sonrisa. — Mejor llámame tú si sucede algo. — Tom volcó los ojos. — Sólo estoy bromeando. Claro que te llamaré.

         — Bien, entonces… que te diviertas.

         — ¿Prometes llamarme tú a mí? — preguntó antes de marcharse.

         — Camille…

         Ella se carcajeó.

         — ¡Promételo!

         — Se supone que debo ser el fuerte de la relación, no al contrario.

         — Oh, ¿ahora eres machista?

         Tom volcó los ojos, de nuevo.

         — Sabes que no, pero… tú sabes a qué me refiero.

         — Lo sé, y lo comprendo. Pero aún así… no confío en mí jefe.

         — ¿Tu padre?

         — Mi jefe. — rectificó Camille.

         — Bien, entonces sí, te llamaré. ¿Contenta?

         — No del todo. — sonrió con picardía. Se acercó a él y lo tomó del cuello de su camisa, acercándolo y rozándole los labios. Tom la tomó de la espalda para acercarla más, pero Camille logró alejarse justo a tiempo.

         — Odio que me hagas eso. — masculló crispando el rostro.

         — Y yo amo hacértelo — Camille guiñó un ojo, perdiéndose tras la puerta. Tom pudo escuchar el distinguido sonar de sus tacones, cual coreografía. Más tarde el sonido de su auto, él se dejó caer en la cama, suspirando.






•••




         El restaurante que solía frecuentar no estaba muy alejado de la ciudad. Era elegante, desde luego, se necesitaba reservar antes de poder entrar. O bueno, en caso de los mafiosos que lo frecuentaban, sólo se necesitaba decir su nombre.

         Aquel día no era muy diferente. Viejos enemigos de Caleb, algunos colegas, y en general las prostitutas que los acompañaban a todo lado, costaba mucho encontrar una chica que anduviese con ellos si no era porque les pagaban.

         Ella se dejó caer en una silla de la barra, y pidió un trago de whisky. Estaba pensando en Tom mucho, demasiado, y no era propio de ella. Tal vez le preocupaba, tal vez sólo estaba siendo paranoica. De pronto sintió una mirada clavándose en ella, y cuando se volteó, encontró a uno de los guardaespaldas de su última misión. Daniel, si mal no recordaba.

         — Señorita Novek. — Resonó, a sus espaldas. Ella se tomó su tiempo antes de voltearse, realmente nadie de allí la intrigaba, en ningún sentido, y menos cuando pensaba podía reconocer aquella voz galante y peligrosa.

         — Déjeme presentarme…

         — No es necesario. — le interrumpió, examinándolo de pies a cabeza. — Klaus Poehlke.

         — Veo que estás familiarizada conmigo. — inquirió, sentándose al lado de la pelirroja.

         — Más de lo que le gustaría.

         El sonrió.

         — También estoy familiarizado contigo…— comentó, después de pedirse un whisky en las rocas. —…me gusta tu trabajo.

         — ¿Le gustó lo que hice con su hermano? — cuestionó burlista, sin siquiera sonreír para expresarlo, pero solo el tono de su voz lo decía explícitamente. — Debe tener cuidado, Klaus. Así comenzó su hermano, tomándose un simple whisky. ¿Ya revisó que no tuviese nada en el fondo?

         — No te conviene matarme, niña.

         — Me conviene más de lo que cree. — Camille le lanzó una mirada severa. — ¿Qué hace aquí?

         — Comiendo, saldando algunos negocios…

         — Sabe a qué me refiero. — sentenció, pidiendo al bar-ténder otro whisky.

         — Necesito de sus servicios, Novek.

         — Es una lástima que yo no quiera dárselos. — Camille sorbió.

         — No ha escuchado precios, siquiera. ¿Está segura que no le interesa?

         — Ninguna cantidad de dinero me hará trabajar para usted.

         — Oh, por favor. ¿No cree que el dinero ya está pasado de moda? Yo no hablo de dinero, señorita… ¿Camille?

         — Novek, para usted. — le corrigió, ligeramente irritada. — Y no ande con rodeos, no le tengo paciencia.

         — ¿Va a matarme?

         — Lo estoy considerando. — masculló.

         — Oh, vamos. No lo haría aquí, es muy público para su gusto. — él sonrió, acertando. — ¿Me equivoco?

         — ¿Sabe algo? Dicen que el alcohol nos libera de inhibiciones, así que hable, sino quiere que le vuele la cabeza ahora mismo.

         — ¿Sabe usted, señorita, que todas las personas tienen debilidades? Algo así como… el talón de Aquiles.

         — Déjeme adivinar, ¿va a decirme la suya? — Camille sonrió socarrona, decidida a tocar un punto débil en Klaus — Oh no, espere. Ya la sé… su hermano. ¿Esta muerto, no? Oí que lo asesinaron.

         — Dejemos de lado mi debilidad, y hablemos de la suya. — Camille sintió un escalofrío recorrerla, y antes de pensarlo, él ya lo había dicho. — Tom, es su nombre, ¿no? — Camille tragó con dificultad, y Klaus sonrió, sabiendo que había hecho su punto. — Sígame a los baños, si quiere saber más. — Se marchó sin más, Camille se quedó pensativa en la barra. Después de unos segundos, decidió ir, más cegada por el miedo que por otra cosa. Klaus la esperaba dentro del baño de hombres.

         — ¿A qué quiere llegar con esto, Klaus?

         — Ya se lo dije —repuso él—, quiero que me haga un trabajo. Es simple, usted lo hace todo el tiempo.

         — Yo trabajo para una persona, y si esa persona se da cuenta de su propuesta, va a matarlo y usted lo sabe.

         — ¿Caleb? Descuida, he escuchado que tampoco le gusta tu nuevo noviecito. — En el minuto que Klaus hizo amago de carcajearse, Camille se lanzó a él, dejándolo caer en uno de los urinales, y allí sentado, lo tomó del cabello, por encima de la cabeza, y sacando una pistola de su bolso, lo apuntó directo a la cien. Aún en esa situación, Klaus supo disimular su miedo.

         — Escúcheme bien, porque no se lo diré dos veces. — Camille jaló de su cabello más fuerte, pegándolo a la pared. — Usted le toca un solo cabello, y va a tener que darse por muerto. Y le juro, que si cae en mis manos antes que las de Caleb, va a sufrir mucho, agonizando, y esperando que la muerte se lo lleve. No juegue conmigo, Poehlke, no vaya a terminar igual que su hermano.

         — Le conviene que me suelte. — dijo él, mirándola a los ojos, ahora irritado. — Si no doy una señal en 45 segundos, van a matarlo. ¿Va a dejar que muera sólo por su egoísmo?

         Camille lo soltó.

         — Bien hecho. Tomaste la decisión correcta.

         — Dé la maldita señal o de aquí no sale vivo.

         Klaus sacó de su bolsillo su teléfono celular. Antes de comenzar a hablar, él puso el altavoz, y Camille pudo distinguir la voz quejumbrosa de Tom.

         — ¡Déjenme ir, desgraciados! ¡Quítenme esta maldita venda de los ojos!

         Camille elevó de nuevo su arma, deslizó la corredera, y apuntó directo a la frente de Klaus.

         — Dé la señal. — Masculló pausadamente. — Ahora.

         — Kyan — Klaus finalmente habló.

         — Señor, el chico es muy inquieto. Ha golpeado a dos de nosotros hasta dejarlos inconscientes.

         — Déjalo vivo. — le dijo. — Por ahora.

         — Pero señor…

         — Yo le avisaré si las cosas se ponen complicadas, ¿de acuerdo?

         — Bien, señor. Si usted lo desea…

         — Asegúrese que no los vea.

         — Lo haremos, señor.

         — Bien, te llamó más tarde.

         Camille había escuchado toda la conversación, y ahora se sentía más acorralada que nunca.

         — ¿Lo ves? Soy un hombre de palabra. Ahora, ¿trabajaras para mí?

         — ¿Por qué no le dice a uno de sus matones que lo haga, eh?

         — No son eficientes. — se excusó. — Ahora… deja de cuestionarme, y respóndeme de una vez.

         Camille tensó la mandíbula, y después de unos segundos, finalmente respondió.

         — Bien. — espetó. — ¿De quién se trata?

         — Alaric Baer. — A Camille le sonaba ese nombre.

         — ¿No es su colega? — preguntó.

         — Lo era. — Parecía incómodo. — ¿Necesita ayuda o lo hace usted sola?

         — Lo haré…—se le vino una idea a la cabeza. — Pero antes déjelo ir.

         — Oh, vamos, Camille. Ambos sabemos que no funciona de ese modo.

         — Lo necesito, Klaus. — pareció suplicarle, algo que hizo que su sonrisa se ensanchase. — él puede ayudarme, es el único que lo haría. Le doy mi palabra.

         — ¿Tu palabra? — sonó burlista.

         — Hablo en serio. — sentenció ella. — Lo haré, pero lo necesito libre.

         — Bien. — lo dijo no muy convencido, pero Camille lo agradeció. — De modo que si tiene ayuda, será más eficaz. No juegue conmigo, ¿entiende? Fue fácil atraparlo, y lo haré de nuevo si me falla.

         — No lo haré. También soy una mujer de palabra.

         — Bien. — La examinó por última vez, con la mirada. —Quiero un acta de defunción el domingo, en mi escritorio.

         — ¿Acta de defunción? — cuestionó. Tal vez era más estúpido de lo que pensaba.

         — Sí, sé que es fácil falsificarlas. Pero usted no sería tan estúpida como para engañarme, ¿no?

         — Y usted no está siendo tan estúpido como para amenazarme, ¿no?

         — El domingo, el acta. Si no, ya sabe a qué atenerse. — Él hizo amago de marcharse, pero Camille lo detuvo.

         — No tan rápido. — dijo. — Quiero escuchar cuando lo dejen ir.

         Klaus sonrió socarrón, y sacó su celular. Después de un par de palabras y miradas de autosuficiencia hacia Camille, cortó la llamada y aseguró que habían dejado a Tom libre, aunque claro, no especificó donde. Antes de que Klaus se marchase, Camille llamó al celular de Tom, sólo para asegurarse.

         — ¿Sí?

         — ¡Tom! ¿Estás bien?

         — ¿¡Cómo lo sabes!? — preguntó él. — ¿¡Sabes quién lo hizo!? ¡Me han dejado en medio de la nada!

         — Iré por ti en unos minutos. — le dijo, lanzándole una mirada envenenada a Klaus.

         — Hazlo rápido, me están comiendo los mosquitos… — Camille escuchó a Tom caminando entre ramas. — Te juro que mataré a quién sea que me haya hecho esto.

         — Tranquilízate, yo me encargaré.

         — Bien, te esperaré.

         — Bien. — Camille terminó la llamada, y finalmente apartó su mano del pecho de Klaus.

         — Para el domingo, Novek. Ni un día más.

         — Le llegará a las 16:00 horas. Me encargaré yo misma.

         — Bien.

         — Dese por muerto a las 16:30. También me encargaré de eso.

         Klaus simplemente sonrió. Se sacudió su costoso traje en color gris, y salió caminando del baño completamente relajado. Cuando Camille salió también, la mirada de uno de los conserjes se clavó en ella. Había olvidado por completo que se encontraba en un baño para hombres.






•••




         Había recorrido Frankfurt por alrededor de 40 minutos, siendo guiada por la voz desesperada de Tom, quién le decía más o menos donde estaba. Tom había preguntado a un ciudadano de allí donde se encontraban, y Camille al escuchar el nombre, pudo pedir direcciones para llegar al destino.

         Intensificó las luces de su auto, no se veía más que bicicletas y casas humildes a la deriva de aquel lugar. Finalmente pudo ver la silueta de Tom caminando por la calle, hablando por teléfono. Aquellos pantalones holgados solo podían ser de él.

         — Ya te veo. — dijo Camille, por el celular. Tom se volteó y comenzó a hacer señas con las manos. Camille se detuvo a su lado.

         — ¿Estamos muy lejos? — preguntó, subiendo al auto.

         — No mucho. — respondió. — Abróchate el cinturón. — Tom lo hizo, y Camille pisó el acelerador a fondo.

         — ¿Sabes quién lo hizo, entonces?

         — Sí, Tom. Pero no puedo hacer nada.

         — ¡Dime su nombre, juro que voy a matarlo!

         — No lo harás. — repuso ella con tranquilidad, con un increíble parecido a su padre. — No podrás.

         — ¿Me subestimas?

         Camille se detuvo en un semáforo y clavó su mirada en Tom.

         — He dicho que yo me encargaré de él.

         — Puedo hacerlo solo, gracias. — Camille pudo distinguir su sarcasmo.

         — Deja de ser tan orgulloso. — le reprendió. — ¿Sabes quién es él? Mierda, si lo supieras no estaría diciendo tal cosa. Yo me encargaré, pero no como tu crees.

         — ¿Qué harás?

         — Un trabajo para él. — le hizo saber, mientras tomaba una curva.

         — ¿¡Por qué no lo mataste cuando lo tuviste enfrente!?

         — No pude. — respondió con simpleza. — No debía. Se lo prometí.

         — Oh, por favor… ¿no podías mentirle y acabar con él?

         Camille le miró severa.

         — Este negocio no se hace de mentirosos. — dijo ella, y Tom bufó. — Se hace de los que saben manipular la verdad. — Miró a Tom con complicidad, esta vez ambos esbozaron una sonrisa. — Además, te tenía, y si lo mataba, iban a matarte a ti.

         — Oh, por favor, si yo…

         — No te jactes conmigo. — refutó la pelirroja. — No hace más de una hora te tenían en su poder.

         Tom bufó, sin poder replicar nada, o al menos nada que ayudase.

         — ¿Al menos puedo saber que es?

         Camille esbozó una sonrisa que podría confundirse con maliciosa.

         — Bien, colega. Tenemos un nuevo trabajo.

         Tom frunció el ceño.

         — ¿De qué hablas? Camille, no me gusta tu mirada.

         — Descuida, te lo haré saber… pero en la casa. Necesitaremos a Brokelle y a Bill también.

         Volvió a pisar el acelerador. Tom simplemente se limitó a aferrarse a su asiento.






•••




         La sonrisa de Klaus no podría ser más amplia que aquella. Todo había salido como lo planeado, aunque debía admitir que en dado momento dudó sobre su plan maestro. No veía a Camille como una mujer enamorada, aún ni siquiera después de los rumores que decían que después de la muerte de Georg, estuvo tan afectada que se mudó a Londres.

         Bien, tal vez debería de comenzar a creerse más los rumores. Tom había sido perfecto, hasta disfrutaba ver el rostro de la pelirroja crispándose de preocupación con sólo mencionar su nombre. Patético, pensó.

         Había jurado por la tumba de su hermano que se vengaría de Caleb Novek, y ¿qué mejor venganza que matar a su propia hija? Ninguna. Y estaba seguro que Camille no saldría viva de allí.

         — Klaus. — Le llamó un hombre rubio, de mediana edad, sentando en su oficina tomándose un vaso de algún licor.

         — Alaric. — dijo.

         — ¿Lograste contactarla? — Klaus asintió. — Genial. ¿Te ha dado detalles?

         — No aún, pero debes estar alerta. Le preguntaré mañana temprano, para que te prepares. Recuerda ir con muchos hombres, la chica es ágil.

         — Sólo espero que lo haga sola.

         — ¿Por qué lo dices? ¿Por Brokelle?

         — ¿Por quién más? — cuestionó. — La muy perra me ha quebrado el brazo dos veces. ¡Dos veces!

         — Descuida, Alaric. Nos libraremos de ese par en unos días.

         — Eso espero. — Alaric sirvió otra copa para Klaus. — Brindemos.

         — ¿Por qué?

         — Porque vengaremos la muerte de Arthur.

         — Hay muchas razones más, aunque esa sea la principal. — dijo, sonriéndole. — Brindemos también por vengarnos de Caleb, por vengarnos de Camille… y de toda la Organización.

         — Bien. — Sus copas tintinearon. — ¡Salud!

         — ¡Salud!

         Ambos dieron un gran sorbo a su bebida, pero la sed de venganza seguía insaciable.


Spread The Love, Share Our Article

Related Posts

4 Response to Capítulo 32 «Forzando el fuego»

8 de marzo de 2011, 8:29 a. m.

Me encanto
Estaba esperando desde ayer el capitulo C=
No quiero que Camille se muera NOOOOOOOOOOOOOOO
No creo que Alaric lleve suficientes hombres como para que Camille, Brokelle, Bill y Tom no puedan !! xD

10 de marzo de 2011, 3:31 p. m.

Ay que cagada de risa!!!!! Jajajajaja fue demaciado Broke entrando fijo se quedó como o.O
xD Y después llega adonde Bill toda palida!!!
Y cuando Cam llega: "¿Ya te lavaste las manos?" Y Cam como WTF! Jajajaj Fue damaciado. Y Tom: "Así que ambos Kaulitz tuvieron acción ayer"
Jajajaja y Cam lo putea todo, en fin estubo hermosa la primera parte, al menos por una vez en sus vidas parecieron gente normal!!!
Y después el idiota de Tom *mano pegando en la cabeza* jugando de machito y simpre lo agarraron y la hermosa de Cam como siempre guardando su glamour! La adoro (L)
Me encantó cuando dijo:
"— Le llegará a las 16:00 horas. Me encargaré yo misma.
— Bien.
— Dese por muerto a las 16:30. También me encargaré de eso."
Jajaja Cam rocks! 66

11 de marzo de 2011, 11:17 p. m.

Dios, que no le hagan nada a ni uno de mis 4 amores o los mato ò.ó
Tom y Cam xDDDDDDDD Me encantó cuando le dijo Pinocho ptm me quedé O___O owwwwwwwwwwwwwwwwwwwwww *___* Me encantó verlos así, me encantó :D
Y cuando le dice lo de los novios aaksjaksjaksj y Tom el más astuto ¿somos novios? Pero claaaaro pues imbécil!!! Este hombre es lento ¬¬º xD
Y Broke xD se me hizo tan cómico cuando entra, los ve, y se va hahahahahahahahah Oh, vamos, Broke, como si nunca hubieses visto un hombre medio desnudo, y encima es igual a Bill así que no te enrolles xDDD
Cuando están desayunando y le pregunta si se lavó las manos sksjkasjksjksjksjks me cagué de risa wn xD Broke es una paranoica de mierda xD Puuuuuuuuuuuuta y cuando hablan sobre quién lleva los pantalones en la relación hahahahah Bill burlándose y luego lo cagan a él hahahahahMe encanta cuando Broke caga a Bill pero así toda tranquila ella, como si fuera de lo más normal, no grita no se hace líos, sólo dice algo, una mirada y listo! Bill cagao XDDD
Comento rápido porque quiero pasarme a los otros capis, a ver si me da tiempo porque me cortan el inter en un rato ¬¬º es una mierda. Me encantooooooooooooo! Oh ohhh, Cam es mi Diosa, "Dese por muerto a las 16:30. También me encargaré de eso." sjsakjaksj yo O___O Mierda esta maldita es lo máximo! Es que es tan ella, yo me dejaría matar por alguien así, me sentiría orgullosa que ella me matase xD Es como que, te vas al cielo o a donde sea que te vayas al morir y te preguntan: "¿Qué fue? ¿Tu cómo llegaste aquí? Y yo así de: Cam me metió un balazo" y todos: O____O woooow y yo *sonrisa orgullosa* (?) No me hagas caso wn ¬¬º
Me imaginé a Tom siendo picado por los moscos xDDD Y a mi me pican ahora los zancudos D:
Quiero verlos a los 4 trabajar juntos yeeeeyy :D
Ok, me detengo, sigo leyendo xD

26 de marzo de 2011, 7:54 p. m.

Muero ¡!! Tom y Cam hacen una pareja genial “diminutivo de Bill –Billiam o.O pobre Bill se lleva la peor parte. Broke se quedo O.O su cara jajaja. ,
Jojo quien tienes los pantalones claro no hay que ser machistas xD
Klaus ¿ otro desgraciado mas a mi lista , pero queeeeee tan rápido atrapo a Tom .. esto es malo a Tom el amor le ha idiotizado♥♥ LOL… Dese por muerto a las 16:30. …. Por eso amo a Camille es tan directa y valiente
Nooooooo es una emboscada ¿?o.O no vayan Oh joder que no les pase nada ^cruzo los dedos^
Comento rápido porque quiero ir a los otros capis xD te adoroOOOOOOOOOO ♥