Capítulo 36 «Detrás del antifaz.»

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          Ridículo, todo era ridículo allí. Las paredes blancas eran ridículas, la bata que usaba permanentemente era ridícula, el olor del lugar nauseabundo, pero la enfermera, la que la hostigaba y revisaba cada dos minutos que hubiese comido, ella, era lo más ridículo de todo. El doctor pensaba que Camille tenía cierta tendencia anoréxica, lo cual le causó una carcajada sonora cuando su tía Sarah se lo comentó.


         — Por favor, Sarah, tengo suficientes problemas como para preocuparme sobre si estoy gorda o flaca ¿vale? Además, tengo 25 años, eso es un trastorno de adolescentes. — bufó. — ¡Sólo esto me faltaba! ¿Cómo te dejaste llenar la cabeza de mierda por ese médico de pacotilla?

         — Oye, modera tu lenguaje. — le advirtió. No era muy usual de ella maldecir, pero cuando estaba lo suficientemente enojada, lo hacía con demasiada frecuencia. — No es del todo descabellado, Camille. Sé que no estás enferma porque te conozco, y sé la presión a la que estás sometida con tu trabajo, pero el médico no lo sabe, y no sería la mejor idea decirle en qué trabajas, ¿Cierto?

         —Pero que no ande ventilando por ahí que soy anoréxica, joder.

         — Ya, ya, ¿por qué mejor no comes? — A Sarah la delató la repentina obsesión con la que había dicho eso.

         — ¡Sarah! — le reprimió, sonando ofendida.

         — Lo siento, cariño. Pero no puedo confiarme.

         — La comida está horrible, ¿vale? ¡No aguanto un día más en este lugar! — Camille tuvo que calmarse al ver a su enfermera pasar, lo más probable era que si seguía con su rabieta, la muy perra le inyectaría algo para sedarla. — ¿Por qué mejor no me traes una hamburguesa, me la como, y de paso te pruebo que no soy anoréxica?

         — Oh, por favor. No puede ser tan mala. — dijo Sarah.

         — Anda, te reto a que la pruebes. — le incitó su sobrina. Sarah volcó los ojos, tomó la cuchara y se llevó una bocanada de comida a la boca. Por más que trató de disimular sus arcadas, terminó escupiendo todo en la maseta de una planta artificial.

         — Te lo dije. — masculló Camille.

         — Bien, bien, admito que sabe horrible. — Camille arqueó una ceja.

         — ¿Realmente quieres una hamburguesa? — preguntó.

         — O bueno, puede ser pizza. También pollo…tal vez un emparedado de pavo, de paso un jugo de uva…no haría mal un poco de pasta, también…

         — Alguien amaneció hambrienta. — dijo la voz de Tom, mientras se adentraba a la habitación. Camille sonrió, y él se acercó a besarla. — Te lo dije, Sarah, no es anoréxica.

         — Al fin alguien que lo sabe. — inquirió Camille. Sarah se echó una carcajada.

         — Bien, siento que sobro aquí. — Sarah tomó su bolso. — Vuelvo en un rato, Cam, decídete que no puedo comprar todo lo que pediste.

         — La hamburguesa. — respondió Camille.

         — Bien, ¿con cebolla?

         — Sí. — respondió. Sarah hizo amago de irse.

         — ¡Espera! — su tía se volteó. — mejor algo de pizza, ¿sí?

         — Bien. — Sarah dio otro paso, pero Camille la detuvo de nuevo.

         — Mejor que sea pollo, ¿vale? — Sarah asintió, y de nuevo comenzó a caminar. Camille dio otro alarido.

         — ¡Que sea una hamburguesa de pollo! — Sarah se volteó, ya exhausta de la indecisión de su sobrina. Apenas asintió, tratando de mantenerse calmada. Dio otro paso para salir, pero Camille la llamó de nuevo.

         — ¡Tía!

         — ¡Por el amor de Dios, niña, decídete! — Vociferó cuando estuvo de nuevo en la habitación. Tom y Camille le miraron completamente petrificados.

         — Olvidaste tu celular. — apenas pudo murmurar Camille, con los ojos más abiertos de lo normal. Sarah dio un prolongado respiro y tomó su celular.

         — Sí, gracias… y lo siento. — Después de eso salió con la rapidez de una bala. Sólo bastó una mirada entre ambos para que estallaran en carcajadas. En medio de sus risas, Brokelle hizo acto de presencia, junto con Bill, tomados de la mano. Se acercó con una bolsa en manos, y la colocó al lado de Camille.

         — ¿Qué me trajiste? — preguntó la pelirroja, hurgando entre su contenido.

         — Hamburguesa de pollo. —respondió Brokelle. Camille y Tom se miraron y volvieron a estallar en carcajadas.

         — Alguien anda muy chistosa hoy. — mencionó mirándola extrañada. Camille y Tom siguieron riendo.

         — ¿Pero a este par qué les sucede? — agregó Bill.

         — Nada, no es nada. —respondió Camille cuando pudo hablar. Tom se tomaba el abdomen de solo recordar la cara de frustración de Sarah.

         — Bien, ¿cómo te sientes? ¿Has comido?

         — Bien… — respondió. De pronto cayó en cuenta del verdadero significado de la pregunta. — ¡Brokelle! ¿Tú también piensas que soy anoréxica?

         — No, claro que no. — respondió, demasiado creíble. — Sólo me preocupa que no comas, aún si es porque no tienes hambre. Puedes enfermarte.

         — No más de lo que ya estoy. — bufó. — Pero no, no he comido. Aquí todo sabe horrible.

         — Y es por eso que te traje una hamburguesa con pollo. — dijo Brokelle. — ¿Ves lo buena amiga que soy?

         — Te adoro. — apenas pudo decir, en ese instante ya estaba engullendo su hamburguesa. — Está deliciosa, ¿dónde la compraste?

         — ¡Ja! — vociferó. — Yo no compro, querida, yo la cocino. ¿Me subestimas?

         — No de ahora en adelante. — respondió Camille, deleitándose. Brokelle miró su reloj.

         — Bien, debo irme…volveré en unas horas. — los chicos se despidieron, Bill iría con ella. Tom se sentó en un sofá y contempló a Camille mientras comía.

         — Necesito tu ayuda. —dijo Camille cuando hubo terminado. Tom estaba absorto viendo por la ventana, de modo que no puso mucha atención.

         — ¿Sobre qué? — apenas replicó.

         — Necesito que me saques de aquí.

         Tom no reaccionó de inmediato. Contempló el paisaje unos segundos más, hasta que de repente…

         — ¿¡Qué te saque de aquí!? — gritó, con los ojos más abiertos de lo normal.

         — ¡Shhh! — musitó Camille. — ¿Por qué no vas y lo publicas en el diario, eh?

         — Estás loca si crees que voy a ayudarte. — dijo Tom.

         — Vamos, Tom, estoy volviéndome loca.

         — No, no lo haré, y punto. Menos si afecta tu salud.

         — Estoy bien de salud. — insistió Camille. — Comeré, lo prometo.

         — No, no y no. — Camille le miró. — ¡No me hagas esa cara de perrito arrepentido!

         — ¿Prefieres esta? — preguntó la pelirroja, formando con su rostro una expresión de placer pura.

         — Oh, joder, prefiero la otra. — Tom tuvo que apartar la mirada. Camille se echó una risa.

         — Anda, Tom, lo necesito… podemos volver por la noche, sólo quiero salir un rato, ver el sol, sentir la brisa…

         — Estamos en invierno. No hay sol, sentirás los copos de nieve.

         — ¡Tom! — dijo una vez más, suplicándole. — Anda, sólo será un par de horas.

         — No lo haré, Cam.

         — Haré lo que quieras. — propuso ella.

         — ¿Lo que yo quiera? — preguntó Tom, con picardía. Camille asintió, arqueando una ceja.

         — Lo que tú quieras…— dijo con tono seductivo.

         — No, no, no. Estás jugando conmigo, ¡deja de controlarme! — Tom se encerró en el baño, dando un portazo. No tardó ni un segundo allí cuando volvió a abrir la puerta.

         — ¿Estás segura que lo que quiera? — preguntó asomando la cabeza. Camille esbozó una sonrisa.

         — Sólo si me sacas de aquí. — dijo como condición. Tom se acercó con rapidez, introdujo sus manos bajo el cuerpo de Camille, y la elevó con rapidez. Los artefactos a los que estaba conectada, se desprendieron de inmediato.

         — Estás más fuerte. — comentó Camille. — ¿Te ejercitas más?

         — Nunca subestimes a un hombre cachondo. — Se limitó a responder, mientras la dejaba caer en una silla de ruedas. Comenzó a impulsarla por el pasillo.

         Mientras tanto, Camille avisaba sobre la presencia de algún médico o enfermera que se encargase de ella. Lograron adentrarse al elevador sin problema alguno, pero Tom parecía estar demasiado inquieto.

         — ¿Ahora? — preguntó.

         — Claro que no. — respondió Camille. — Estamos en un elevador, además, yo no sé tú, pero yo no quiero un polvo de 30 segundos.

         — Ah, mierda. — Tom respiró profundo, aguantándose las ansias. — Entonces, ¿la recompensa primero?

         — No, el trato es que me llevaras a donde yo quería ir, y luego hacíamos lo que tú querías. Claro, tú de inmediato asumiste que era algo sexual, ¿por qué no pudiste pensar en una cena juntos, eh? ¿O algo más romántico?

         Tom se sintió incómodo, como si realmente hubiese lastimado sus sentimientos.

         — Oh…bueno, yo…si quieres una cena, lo haremos. ¿Quieres ir a cenar?

         — ¿Crees que con tus nuevos bíceps se me antoja ir a cenar? — cuestionó ella con obviedad. Tom sonrió ampliamente, mientras ella echaba la cabeza hacía atrás y se apoyaba en el respaldo de la silla, Tom se inclinó y la besó.

         — Eres increíble. — musitó al tiempo que las puertas se abrían. Impulsó la silla hacia afuera, con una rapidez casi inhumana.

         — Señor, ¡señor! — escucharon una voz. Cuando se voltearon supieron que provenía de una enfermera, Tom maldijo por lo bajo. La enfermera se fue acercando cada vez más.

         — Disculpe, ¿adónde lleva a la paciente? Recuerde que no pueden salir del hospital.

         — Oh, bueno…yo…

         — Él quería darme un paseo, señora. — dijo Camille al ver que de la boca de Tom no salía nada. — ¿Hay algún problema?

         La enfermera les miró con desconfianza.

         — Siempre y cuando no sea fuera del hospital, está bien. — Tom sonrió y asintió.

         — Será aquí dentro, solamente. Muchas gracias por avisarnos. — Le enfermera sonrió y se marchó. Tom comenzó a moverse nuevamente, esta vez más rápido. En un par de segundos se encontraron en la entrada, lo malo era que Camille aún seguía vestida como paciente, con una bata larga y unas medias cubriendo sus pies. Hacía demasiado frío, las puertas de vidrio estaban completamente bañadas en vaho, pero por lo que podía distinguir estaba nevando.

         — No podemos salir aún. — mencionó Tom, mirando hacia los lados. — Los guardias de seguridad no te dejarán salir así vestida.

         — ¿No tienes ropa en tu auto? ¿Algo tuyo, aunque sea?

         — No, nada.

         Camille se quedó pensativa.

         — Dame tu chaqueta. — le ordenó.

         — Parecerás una demente. — opinó Tom.

         — No es importante ahora mi apariencia. — replicó Camille. — ahora dame tu chaqueta.

         Tom comenzó a quitársela, era en color negro, de cuero, con cremallera, pero él la andaba abierta. Camille se puso de pie y se la colocó, le quedaba casi tan grande como la bata que andaba. Pero logró disimular un poco su apariencia de paciente.

         — Bien, ahora podemos salir. — dijo.

         — ¿Irás sin zapatos? El asfalto está congelado.

         — ¿No puedo llevarme la silla? — cuestionó.

         — No, es propiedad del hospital.

         — Bien, entonces no tengo más opción.

         Tom le colocó el brazo alrededor del cuello, abrazándola. Abrieron las puertas y comenzaron a caminar por los escalones que había, el camino era corto hasta el auto, pero estaba completamente mojado, y el frío se le colaba por debajo de la bata.

         Los guardias no habían notado nada, ni siquiera una mirada de desconfianza les echaron. Tom decidió cargarla hasta el auto al verla quejarse por el frío en sus pies, y ni siquiera de esa manera, los guardias repararon en su escape.

         — ¿Adónde quieres ir? — preguntó Tom en el auto.

         — Llévame a la casa, necesito cambiarme. — Tom le miró, como esperando más. — Y…luego te digo.

         Arrancó el auto, sin darle mucha importancia. Después de un par de calles, se encontraron frente a la casa de Camille. Tom se estacionó y esperó a que ella fuese a cambiarse, mientras el se quedaba en el auto.

        De pronto su celular sonó. Era Gordon, de modo que no tardó en contestar.

        — Tom, ¿dónde estás?

        — En casa de Camille, ¿por…?

        — Bill y Brokelle están aquí. — le respondió Gordon. — Brokelle preparará una cena, me ha dicho que te invité a ti porque Camille no puede ir, creo que más tarde la visitaran al hospital y la llevarán de lo que Broke preparó. ¿Qué dices? ¿Vienes?

        Tom miró como Camille cerraba con llave la puerta de su casa.

        — Eh… sí, yo…iré. Primero hablaré con Cam, ¿vale?

        — Vale.

         — Bien, nos hablamos luego. — Tom terminó la llamada apenas Camille se introdujo en el auto.

        —Y bien, ¿a dónde iremos ahora?

        Camille tenía el semblante cambiado. Respondió con hiel amargo:

        — Al cementerio, por favor. — Mantuvo su vista en la ventanilla, mientras Tom trataba de encontrar sus ojos. No quiso preguntar, algo dentro de él le dijo que no lo hiciese. Encendió el auto y partió al cementerio, extrañamente un frío descomunal lo había recorrido.








•••




        ¿Podía extrañarse algo que nunca se tuvo? ¿Podría haber nostalgia cuando no tenía recuerdos? Pero, ¿por qué no había recuerdos? ¿Por qué lo único que vagamente se había quedado en su memoria era la imagen de su madre con un agujero ensangrentado en la frente? Y lo más importante de todo, ¿por qué aquel recuerdo no le despertaba absolutamente nada? ¿Era que realmente había perdido sus sentimientos, o simplemente nunca los había tenido? Tal vez había actuado como la sociedad lo decía, cuando hay malas noticias se debe llorar, cuando hay buenas noticias se debe sonreír, cuando alguien dice una broma se debe carcajear. Pero, ¿realmente le nacía hacerlo?

        ¿Realmente la extrañaba, o simplemente quería extrañarla y era su impotencia la que le causaba ese vacío en el pecho?

        De nuevo leía la lápida, que en mármol negro y letras doradas rezaba el nombre de su madre, la fecha de su muerte, tenía exactamente 27 años. Y se preguntaba a sí misma, ¿qué hubiese sucedido con su vida si su madre hubiese logrado escapar?

        Su pregunta se disolvió en su mente cuando sintió sus brazos, cálidos y escurridizos, abrazándola desde atrás por la cintura. Su olor la inundó de inmediato, suspiró profundamente para retenerlo más tiempo en ella, aquel aroma que la embriagaba y la extasiaba con un solo respiro. Sólo había una persona que podía hacerla sentir de esa manera, y era él. Tom.

        — Vas a estar bien, Cam. — murmuró, mientras le besaba la parte de atrás de la cabeza. Él es más alto que ella, de modo que apoyó su barbilla en la cabeza de la pelirroja, mientras la abrazaba ahora alrededor del pecho, donde permanecían los brazos de Camille cruzados. Tom la escuchó sollozar, y sintió que el pecho se le oprimía. Últimamente se estaba familiarizando con ese sentimiento, no sabía hasta qué punto, cada acción, cada susurro, o sólo su aroma lo hacía sentir de esa manera. Como si la mano de Camille le atravesara el pecho, le tomase el corazón y se lo estrujase. Diciéndole « Aquí estoy…para quedarme.» Y así lo quería Tom, que permaneciese siempre junto a él.

        — ¿Alguna vez te ha sucedido? — preguntó ella de improvisto.

        — ¿Sobre qué?

        — Tratas de extrañar algo que nunca has tenido…algo que nunca tendrás.

        — Creo que no. — respondió Tom. — Pero sí extraño a alguien. Todos los días.

        Camille se volteó un poco.

        — ¿Puedo saber a quién?

        Tom no respondió de inmediato. La tomó de la mano, y la encaminó por los caminos del cementerio, mientras una brisa invernal les azotaba el rostro. De pronto se detuvieron frente a una lápida, Tom se sonrió vagamente, con amargura más bien. Después de verle el rostro, Camille fijó la vista en la lápida que ahora se encontraba frente a ella.

        «Simone Kaulitz. Amada madre, hija, y esposa. »

        De repente tuvo la necesidad de tomarle la mano más fuerte.

        — Murió cuando tenía 15. — musitó Tom, sin apartar la mirada. — Ya pasaron 11 años, y todavía la extraño. Todos los días. Especialmente porque Gordon y Bill son unos buenos para nada en la cocina.

        A Camille le causó gracia, pero omitió la carcajada que tenía y la cambió por una sonrisa de medio lado.

        — Lo siento. — dijo, rompiendo el silencio que habían mantenido.

        — ¿Por qué?

        — Por…recordártela. Tú sí tienes motivos para llorarla y extrañarla.

        Tom se echó una risa débil.

        — No me la recordaste. — le hizo saber. — Son pocas las veces que la olvido. Además…ya no duele tanto, ¿sabes? Ahora recordarla me saca una sonrisa. A veces la extraño, pero me he acostumbrado a la idea de no tenerla más en mi vida. ¿Sabes? Me hubiese gustado que te conociera.

        — ¿Crees que hubiese sido una buena nuera?

        — Si nos basamos juzgando en tus habilidades para ser una novia…digamos que a mi madre no le hubiese gustado que la amenazaras de muerte.

        Camille se echó una carcajada, junto a Tom. Luego ambos se miraron.

        — Tengo mi respuesta. — murmuró, mientras clavaba su mirada en los ojos de él.

        — ¿Tu respuesta? — repitió, extrañado.

        — Me pregunté que hubiese sucedido si mi madre hubiese logrado escapar de Caleb. — explicó. — Y, ¿sabes que hubiese sucedido?

        Tom hizo un gesto para que ella continuase.

        — No te hubiese conocido. — respondió, esta vez sin miedo a sonar demasiado cursi. A Tom se le dibujó una sonrisa amplia y risueña. La besó efímeramente.

        — Es hora de irnos. — le dijo. — Se está haciendo tarde y no has comido.

        — Oh, cierto. — convino ella, mientras comenzaban a caminar al auto.

        — Me debes algo.

        — ¿Qué? — preguntó, fingiendo.

        — Oh, por favor, ¿quieres que te lo recuerde en el auto?

        — Degenerado. — le reprendió Camille. — Aunque…no sería mala idea. — Alzó una ceja, Tom abrió los ojos más de lo normal.

        — Te has metido en un gran lío, señorita. — Fue lo único que dijo, antes de tomarla por las piernas y comenzar a cargarla hasta el auto. Camille se abrazó de su cuello, al tiempo que se carcajeaba. Las miradas clavadas en ellos no faltaron, más cuando había personas allí llorando frente a las lápidas. Pero no les importó en lo más mínimo, tal vez sonaba egoísta, pero quien dijese que no había sido egoísta al menos una vez en toda su vida, probablemente mentía.








•••




        Por la tarde, después de pasar a dejar a Camille de nuevo al hospital, y de que le cobrara el “favor” que le debía, Tom se encontraba exhausto, y lo único que se le ocurría hacer en ese momento era dormir. Después de adentrarse al garaje, dejó las llaves de su auto en la mesa, y se dispuso a subir los escalones. En su transcurso, Gordon iba bajando.

        — Tom. — le llamó, a lo que el aludido se detuvo. — Necesito hablarte.

        — ¿Puede ser mañana? Ahora mismo estoy…

        — Ahora. — sentenció, sin dar tiempo siquiera a replicar. — Dile a Bill también, los veo en 15 minutos en la biblioteca.

        Tom se limitó a asentir, con desdén. En realidad sonaba muy serio, y Tom sabía que en su trabajo hay cosas que simplemente no pueden esperar. Fue y avisó a Bill, quién estuvo de acuerdo sin el menor problema, se dio una rápida ducha, y tras ponerse unos pantalones de lino para dormir, se fue junto a Bill camino a la biblioteca.

        En aquel momento en el que entraron, sus ojos presenciaron algo que nunca habían visto, a su padrastro fumando. Nunca lo hacía, nunca le habían conocido vicio alguno, y ahora extrañamente, fumaba con cierto placer mientras miraba por la ventana, el paisaje de luces que le ofrecía la ciudad. Sin siquiera voltearse, les pidió que se sentaran. Los chicos obedecieron mientras Gordon terminaba lo último del cigarrillo, liberaba el último halo de humo, y se metía la mano dentro del bolsillo del pantalón. Tom notó una sonrisa muy extraña.

        — Tom. ¿Camille está bien? ¿Se ha recuperado?

        — Saldrá dentro de unos días. — respondió, aunque ligeramente extrañado. — De hecho, hoy salimos un rato…se estaba volviendo loca allí dentro.

        — Sé que no le gustan los hospitales. — mencionó Gordon. Tom frunció el ceño, y miró a Bill rápidamente.

        — Querrás decir que lo supones, en realidad no la conoces.

        — La conozco más de lo que creen. — dijo Gordon.

        — ¿Podrías ser más claro?

        — Hoy seré tan sincero como pueda. — les hizo saber. — Lo que me lleva al punto de esta conversación.

        — No te entiendo…— dijo Bill.

        — Lo entenderás, Bill. Lo harás. —Tragó con dificultad. — Hoy sabrán finalmente la verdad.

        — ¿Sobre…?

        — Aja. — se apresuró a decir. — Sobre Camille.

        Tom y Bill compartieron una mirada, pero ninguno se atrevió a decir palabra.

        — Con respecto a tu pregunta, Tom, conozco a Camille tanto o mejor que tú. Es igual a su madre, aunque digan lo contrario y adjudiquen algunos aspectos de su personalidad a Caleb.

        — ¿Cómo conoces a la madre de Camille? Ella murió cuando…

        — Cuando Camille tenía 4 años recién cumplidos. — terminó la frase. — 15 de diciembre de 1994, lo recuerdo como si hubiese sido ayer.

        — ¿Pero… qué demonios?

        — Bill, Tom. — les llamó, mirándoles alternativamente. Y así sin más, soltó la noticia cual fósforo encendido en medio de un charco de gasolina:

        — Camille es mi hija.








Canción: DLZ- TV on the radio.

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7 Response to Capítulo 36 «Detrás del antifaz.»

12 de abril de 2011, 2:12 p. m.

Que?????
su hija?
hubiera pensado que era hija de cualquier persona en este mundo, inclusive mía...pero de él???
No lo puedo creer!!!!

Olee
12 de abril de 2011, 4:01 p. m.

WTF???????????????????????
NO PUEDE SER SU HIJA NO PUEDE - CALEB AMA TANTO A CAMILLE Y PARA NADA (NO PUEDE SER ) NO ENTIENO NADA
ESTOY EN SHOK !!!!!!!!!!! O.O

Anónimo
13 de abril de 2011, 5:21 p. m.

Queeeee? ah no lo puedo creer, me imaginaba otra cosa! estoy estupida.

Brenn.T
13 de abril de 2011, 5:23 p. m.

me olvide de nnombre xd DIOS QUE NO PUEDO ESPERAR AL OTRO CAPITULO

14 de abril de 2011, 8:32 p. m.

Jajajaja muy bueno!!!
Debo reconocer que estaría igual de sorprendida como las demás si no estubiera un poco más informada! De hecho ubiera reaccionado como: aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh?????
Jajaja pero estubo muy bueno.
Tom como siempre una cagada de risa, todo pervertido como siempre! xD Y Cam no se le queda atrás!
En fin, me gusto, valió la pena el tiempo aguantado! xD
Póngale para el otro!

15 de abril de 2011, 7:32 p. m.

wow! su hijaaaaa!?!?!?
eso no lo esperaba!!! O.O
me encanto la parte del hospital!!! haha

16 de abril de 2011, 3:03 p. m.

O____O ok ahora sí me cagaste oficialmente. ¿Su hija? Pero....... jasghdghafg (?
Por un segundo, en el capítulo anterior, se me vino aquella idea loca a la cabeza peor me dije: Neeeh! Y ahora me encuentro con esto y es como WTF? Estaba en lo cierto xD
No puedo creerlooooooooooo! Y encima tienes la osadía de dejarlo ahí ò.ó Yo te mato Sou!

Amo la relación entre Cam y Tom ♥ Es que no son lo típico de cursis, son... no sé xD Sólo Cam y Tom xDDDDD Dios, no sé ni cómo explicarme xDDD

Por fin me he puesto al día con el Fic, ahora que me encanta porque lo extrañaba muuuuuucho! Prometo no retrasarme más, estaré al pendiente siempre.
El capítulo te quedó genial, mierda es que en verdad extrañaba leerte Sou D: Wn eres mi escritora favorita, te lo juro! Me encanta me encanta así con vehemencia como escribes. ♥

Espero el siguiente capi pronto, y mis comentarios no han sido tan estúpidos porque me he dedicado a leer lo más rápido ya que debo hacer trabajos ¬¬º
En fin xD El el siguiente capi volveré a ser yo wn (:

Te adooooooro (:
Y no te olvides de poner estos dos últimos capítulos en el Índice porque no sale, vale?
Te amooo ♥