Capítulo 40 «Promesas Rotas»

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Tom miro hacia afuera, por la ventana. No quería responder.
A sus espaldas, Bill y Gordon clavaban sus miradas expectantes por una respuesta. Su padrastro, particularmente, estaba más asustado que el gemelo menor. Los puños con fuerza se cerraron, las uñas se le clavaron en la palma de la mano, hasta que palidecieron. Tom tragó con dificultad, pensando en lo irreal que era todo.
Jamás hubiese imaginado que iba a enamorarse de ella, de su objetivo, de su trabajo, y de la razón por la cual se había esforzado tanto. Nunca se le hubiese ocurrido que sufrir por una mujer dolía tanto, porque le dolía dentro, en el pecho, dentro en el corazón, y no podía hacer nada. Ella no quería hablarle, no quería saber nada de él, lo desconocía por completo, y se atrevía a asegurar que le odiaba. Él había dicho toda la verdad que sabía, y ella simplemente no le creyó. Tan irónica era la vida, que las pocas veces que había dicho toda la verdad, y solamente la verdad, no le creían.
— ¿No vas a decir nada? —se atrevió a preguntar Bill, rompiendo el incómodo silencio que los inundaba.
— Ya les he dicho todo —respondió sin más, Tom.
— ¿Realmente lo sabe todo? —cuestionó temeroso, Gordon—. ¿Absolutamente todo?
— Todo lo que yo sé —Tom negó con la cabeza, una risa amarga se le escapó de los labios—. No me cree, y lo peor de todo es que no quiere saber nada de mí.
— ¿¡Por qué demonios le dijiste!?
— ¡Acaso no escuchaste! — vociferó el de trenzas. — ¡Ella se dio cuenta de todo, y yo de estúpido le dije la verdad para no perderla!
— ¡No había derecho en tomar mis cosas personales! — inquirió Gordon. — ¡Si ella sabe todo es toda tu culpa!
— ¿¡Acaso no iba a enterarse de todos modos, Gordon!? ¡Si realmente es tu hija, en algún momento tendrías que decirle!
— ¡No debía enterarse así! — rugió el mayor. — ¡Ah, mierda! No sabes en lo nos has metido, si Camille habla con Caleb sobre esto…— les echó una mirada fugaz a cada uno, el miedo rebosándole de las pupilas avellana. — si se entera…estamos muertos.
— No va a enterarse. — aseguró Tom. — Sé que la única persona con la que hablaría eso sería con Sarah.
— ¿Quién demonios es Sarah? — preguntó Gordon, más hostil de lo que debía.
— La tía de Camille. — dijo, y entonces se le vino una idea la cabeza; probablemente Camille estaba allí. — ¡Debo irme!
Sin decir ni una palabra más, Tom tomó la chaqueta que descansaba en el respaldar de la silla del comedor, y partió de su casa. Iría a buscarla, a tratar de hacerle entender que él había dicho toda la verdad, que nunca planeó lastimarla y que nunca lo haría. Porque Tom sabía que ni aún en la peor de las traiciones, él sería capaz de hacerle daño.




•••


No supo cómo logró llegar con vida a la casa de su tía, no cuando los recuerdos la cegaban y sus manos temblaban aferrándose al volante. ¿Qué clase de persona había sido su madre, que no le traía más que desgracias a su vida? ¿Por qué si muerta, todos sus problemas no fueron enterrados con su cuerpo? Nunca la había conocido, pero lo que sentía por ella, en esos momentos, era…rabia.
El sol le alumbró, directo en los lentes de corazón rosa que tenía en el rostro. Viéndole el rostro se tenía la certeza de que había comido algún tipo de helado, y que su blusa había tomado el papel de la servilleta en su ausencia. Lacio el cabello dorado, le caía por la espalda con suavidad, moviéndose al son del viento veranero.
—Tío…—musitó— ¿crees que papá pueda venir con nosotros en nuestro próximo viaje?
Gordon casi perdió la respiración en ese instante. Quiso acudir a Sophia, pero ella se encontraba a la orilla del lago mirando hacia el Horizonte, el sol pronto se escondería, y ella amaba ver los atardeceres. De modo que, debía arreglárselas solo. Aclaró un poco su garganta y se puso de cuclillas, a la altura de Camille.
—Linda… —En ese instante quiso decirle que su padre siempre había estado a su lado, en todos aquellos viajes, que su padre siempre había sido él, y no Caleb—. Ya sabes que tu padre está muy ocupado con su trabajo, y no puede venir.
Camille agachó la cabeza, triste. Gordon procuraba no hacerla entristecer siempre que podía, de modo que agregó:
—Pero yo siempre voy a estar contigo. Siempre…
—Yo quiero a mi papá — replicó ella, con la voz apagada. Gordon sintió que el corazón se le quebrajaba, cada grieta que se formaba en él dolía más que la anterior.
—Lo sé, Cam, pero tu padre…
—…Papá siempre tiene mucho trabajo, y para no hacerlo sentir mal, no debo decirle que salimos —Camille repitió las mismas palabras que su madre y Gordon se encargaban de hacerle saber—.Lo entiendo, Tío.
Gordon justo iba a decir algo, pero Sophia hizo acto de presencia de inmediato.
—¡Camille, ven acá! —la pequeña volteó la mirada—Ve a comprarte un helado, ¡corre antes de que se vaya!
Camille comenzó a correr lo más rápido que sus diminutas piernas le permitieron, después de haber tomado las monedas que su madre le había dado. Sophia se acercó a Gordon, y le tomó la mano con fuerza. Podía notar lo frustrado que se sentía.
—Cariño…
—No creo poder más con esta situación —dijo él—.No estoy dispuesto a hacerlo.
—Gordon… yo sólo.
—No digas nada —le interrumpió—.Yo también me lo sé de memoria.
Caminó con paso rápido hacia el otro lado del parque, ignorando los llamados de Sophia.
—¡Mierda!
Y su puño golpeó el volante.
La nieve le estaba nublando la mirada, dentro de su auto el vaho ya inundaba las ventanas, y simplemente no quería salir de su auto. No quería saber el resto de la historia … pero la única parte que sabía, no le agradaba. Le recordaba, ahora más que nunca, Gordon. Pero de la manera en que ella lo recordaba, era muy diferente al papel que Gordon quería jugar en la vida de Camille.
No, gracias. Ya tenía un padre mafioso, y le agradecería al universo no tener otro que tal vez resultase peor. Salió del auto y tocó el timbre de casa de Sarah deliberadamente.
—¡Camille! ¿Por qué demonios tocas como si estuviese muriéndote?
Ella entró sin decir nada, si Sarah supiese que algo dentro de ella, de hecho estaba muriendo, no hubiese hecho esa pregunta.
—Dime que no es verdad.
Sarah sólo acató a fruncir el ceño.
—¿Qué quieres decir con “dime que no es verdad”?
—Sólo dilo.
—¿De qué estás hablando? Camille, si este es otro de…
—Dime que Gordon Trümper no es mi padre.
Sarah se quedó estática. Momentáneamente paralizada. Y entonces pudo escuchar el sonido de sus latidos, taladrándole el pecho. Hacía tanto que no había escuchado ese nombre, que ahora… Tragó con dificultad, no tenía ni la menor idea de qué decir.
—¿Cómo…?
—Oh…por…Dios…—Camille fue caminando hacia atrás, tres pasos y se encontró tumbada en el sofá con el rostro en la pura expresión de incredulidad. Sólo le bastó el rostro de Sarah para saber que todo era… verdad.
—Cariño…—Sarah se acercó al sofá, y extendió su mano.
—No me toques —le dijo, más bien ordenándoselo.
—Camille, por favor, no es mi culpa…yo nunca…
—¡Lo sabías! —vociferó, levantándose del sofá y encarándola— ¡Lo sabías y nunca me dijiste nada! ¡¿Vas a negármelo?!
—¡Yo nunca lo supe! —Sarah se levantó, su rostro casi a la misma altura que el de Camille—. Yo nunca lo supe —volvió a decir, este vez en un murmullo—.Tu madre nunca me comentó nada.
Camille tuvo que calmarse, la respiración se hacía cada vez más furiosa y rápida, y el pecho le saltaba con cada inhalación. Sabía que Sarah decía la verdad, pero tenía esa necesidad de echarle la culpa a alguien para descargar su ira. Se sentó.
—Pero tú sabes algo —dijo. Sarah tragó con dificultad.
—Yo…no lo sé.
—Si sabes algo, maldita sea, será mejor que lo digas ahora —Sarah se asombró de la agresividad con la que Camille le hablaba, y de cierto modo, sintió miedo—. Dilo, o salgo por esa puerta y nunca más me vuelves a ver en tu vida.
—Camille, no hagas esto ahora…
—Dilo, Sarah.
—Yo no sé nada…
—¡Dilo maldita sea!
Camille estaba a escasos centímetros de su tía, y sentía la cabeza iba a estallarle. La mandíbula la tenía tensada, el puño estrujado y faltándole la sangre, su tía sólo continuaba mirándola sin decir palabra alguna, y entonces ella lo entendió.
Tomó su bolso y dio un par de pasos hasta la puerta, hasta que, al tomar el pomo, la voz de su tía la detuvo.
—No sé quién es tu padre.
Camille comprendió, por primera vez en su ensimismamiento de rabia, el significado de aquella oración. Sarah, ciertamente, no sabía nada.
—¿Te refieres a…? —. No se volteó, sino que se aferró más al pomo. Y ni siquiera pudo terminar la frase, Sarah ya sabía a qué se refería.
—Sí, me refiero a que no sé quién es tu padre. Ni la misma Sophia, cuando estuvo viva, lo supo.
—¿Qué hay de ese tipo asegurando que es mi padre?
—Sophia los engañó a ambos —murmuró, con la garganta hecha un nudo, y mientras tanto, la cabeza de Camille se agachaba cada vez más, mientras sus ojos se cerraban con fuerza—.Lo siento, cariño.
—No debes sentir nada —le hizo saber—. No necesito tu lástima.
Terminó por abrir la puerta y salió a paso seguro de allí.
No mucho tiempo después, Tom estacionó estrepitosamente el auto frente al pórtico de la casa de Sarah, bajó de allí como si su vida dependiese de ello, y toco el timbre tan rápido como si aquello fuese un maratón. Sarah atendió a la puerta con los sentimientos arremolinándose en su estómago, y ver el rostro de frustración de Tom, definitivamente no ayudó en nada.
—¿Está Camille aquí? —la voz le salió más ansiosa de lo que le hubiese gustado, pero no era para menos. Sarah simplemente negó con la cabeza.
—Por favor, yo sé que está enfadada conmigo, pero… realmente necesito hablar con ella. Sé que está allí adentro —Tom se alzó por los hombros de Sarah, y gritó: —¡Camille, por favor, te juro que estoy diciendo la verdad!
—¡Jovencito, cálmate ya! —Sarah posó una de sus manos en el hombro de Tom, obligándolo a mantener su altura. —Ella no está aquí, pero si de algo te sirve, acaba de irse.
Tom no se molestó siquiera en despedirse, se volteó con rapidez y a paso largo hizo amago de adentrarse a su auto. Pero Sarah no había terminado con él, y sólo le bastó escuchar lo que tenía que decir, para darse cuenta, que tenía mucho que ver con el reciente descubrimiento de Camille.
—Tom —dijo Sarah, y Tom se detuvo—. ¿Puedes venir?
—Señora, realmente estoy en…
—Creo que no fui clara —murmuró Sarah—.Ven aquí, ahora mismo.
Tom maldijo por lo bajo y se acercó hacia la mujer. Había algo en su semblante que no le gustaba para nada.
—¿Quién eres tú, y qué demonios estás planeando con el desgraciado de Gordon Trümper?
El rostro de Tom lo delató por completo. Sarah tenía un brillo en su mirada que la mayoría de las personas desconocían, como una leona cuando de cuidar sus cachorros se trata. Tom tragó, la garganta estaba seca.
—Yo… yo sólo…
—Yo sé quién es ese hombre —le hizo saber—.Lo sé mejor que nadie. Y haz el favor de decirle que venga a hablar conmigo. O yo misma me haré cargo de que Caleb lo muela a golpes, como se lo merece, ¿entendido?
—Lo haré, sí.
—Si no está aquí para mañana, no cuentes con que esté vivo para el día siguiente —Sarah azotó la puerta en el rostro de Tom, y el pelinegro no pudo quedar más confundido.
De igual manera, se adentró a su auto y arrancó a toda velocidad. Necesitaba hablar con Camille, ahora.




•••


Brokelle terminó de acomodar las golosinas que había traído del supermercado en la alacena, luego las de la nevera, y terminó poniendo la sartén a calentar para prepararse algo de comer. Había escuchado a Camille entrar hacía un par de minutos, y asumió que probablemente estaba hambrienta. Subió los escalones y se encaminó a la habitación de Camille, la puerta estaba cerrada.
—¿Cam, estás ahí? —preguntó, tocando con el puño cerrado un par de veces.
—¿Qué quieres, Brokelle?
La rubia comprendió que Camille no estaba en su mejor humor, sólo que la llamase “Brokelle” ya era un indicio de que lo mejor era no molestarla.
—Haré algo de comer, por si quieres bajar.
Se quedó esperando respuesta, sin embargo no hubo. Decidió bajar, sin darle mucha importancia. “Debió enfadarse con Tom—pensó—. No debe ser muy grave”
Tal vez lo era… más de lo que pensaba.
En medio de su cena, el timbre de casa sonó dos veces seguidas. Brokelle miró su reloj, usualmente las visitas nunca llegaban después de las nueve de la noche, y ahora eran casi las 11. Se levantó de la silla y se encaminó a la puerta.
—Brokelle, ¿eres tú, cierto?
Brokelle frunció el ceño y asintió, más con cautela que con otra cosa. La recordaba, sí, Aggynes era parte importante del porqué aún nadie de la Organización había caído en prisión. Pero hacía muchos años que no se veían, y al ver el rostro asustadizo de la teniente, algo le dijo que esa no era precisamente una vista amistosa.
— ¿Ha pasado algo? ¿Con…?
—La Organización, sí. Es urgente que hable con Camille.
—Ella está dormida ahora, pero si es algo de la Organización, puedo atenderlo yo.
Aggynes suspiró, y frunció los labios. Llevó sus manos a la cadera.
—No hay tiempo —fue lo que dijo, y Brokelle sintió un vacío en el estómago— Dile a Camille que ha cometido un error gravísimo, y que no puedo hacer nada.
—¿De qué estás hablando? ¿Estamos en problemas?
—Problemas muy graves, Brokelle —dijo con énfasis—No puedo hablar ahora, me están viendo.
Brokelle alzó la vista, el auto que estaba estacionado frente a su casa, no estaba solo.
—La llamaran mañana por la mañana, he hecho lo que puedo para avisarles lo antes posible.
—No puedo creerlo, ¿Caleb sabe de esto?
—No aún, sólo he podido avisarles a ustedes…—Aggynes negó con la cabeza, la mirada no decía nada alentador, en absoluto. —Encontraron pruebas de Camille, en el apartamento de Luke Lehmann.
Brokelle maldijo, agachando la mirada y tensando la mandíbula.
—¿Brokelle? —le llamó Aggynes, y la aludida alzó la mirada y la clavó en Aggynes.
—Será mejor que tengan una coartada.
No necesitó decir nada más y se marchó. Brokelle cerró la puerta, consternada.
De inmediato se apresuró a subir los escalones, esta vez no le importaría de qué tan mal humor estuviese Camille, todo esto era más importante. Tocó la puerta un par de veces, y en vista de que Camille no contestaba, la abrió sin problema alguno.
—Se toca la puerta, Brokelle — dijo Camille, apenas la rubia entró a su habitación.
—Dime ahora mismo que mataste a Luke Lehmann por una razón válida.
—¿Cómo sabes que le maté?
—¡Responde!
—Lo hice porque sabía de lo nuestro con Aggynes, lo vi espiando nuestra conversación. La Organización estaba en peligro —Camille miró a Brokelle respirar, pero no de tranquilidad—.¿Qué demonios sucedió?
—Se han dado cuenta.
—Imposible, le hice parecer un suicidio.
—No fue suficiente —refutó la rubia—.Mañana por la mañana, probablemente recibas una llamada de la estación.
—Esto no puede estar pasando…—Camille se levantó de cama, y se llevó la mano a la frente, caminando en círculos. Era como si de repente todo el universo decidiera conspirar en contra de ella, y bueno, no había sido la mejor persona del mundo, pero tampoco la peor. Brokelle continuaba mirándola.
—¿Debo decirle a Caleb? —preguntó entonces, la rubia.
—No, no —dijo apresurada—.Sería estúpido, y además…
—No lo digas…—pidió Brokelle. Pero conocía bien esa mirada.
—¡Fue precipitado, lo sé, pero no tenía alternativa!
—¡Ah, mierda! ¿Cómo se te ocurrió, Camille? ¡Se supone que no debes matar a nadie a menos que tu jefe lo mandé así!
—Vamos, Brokelle, debía hacerlo.
—No, Camille —refutó—.Lo que debías haber hecho fue aguantarte las putas ganas de asesinar a alguien cuando las cosas no te salen bien.
Camille le miró con severidad, pero sabía que tenía razón…en parte.
—Ahora dime, qué sucede contigo. Estás extrañamente malhumorada.
Camille suspiró y se sentó a la orilla de su cama.
—Acabo…de descubrir algo —Brokelle le miró, incentivándola a decir algo más—. Ya sé de qué se trata el trabajo de Bill, y Tom.
A la rubia se le encendió la llama de la curiosidad más de lo que debía, y quería escuchar más.
—¿De qué se trata?
—Saluda a la hija de don nadie —murmuró Camille—Gordon Trümper, el padrastro de Tom, cree ser mi padre.
Brokelle no hizo más que abrir la boca y los ojos más de lo que debía. ¿Había escuchado bien? ¿Gordon padre de Camille?
—No me jodas —increpó, incrédula— ¿Cómo es eso posible?
La pelirroja se levantó.
—Digamos que mi madre era una pequeña putita y no pudo meterse sólo con una pija, si no que debió meterse con las de toda la maldita mafia Alemana. Hasta el momento nadie sabe de quién soy hija, puedo serlo hasta de tu padre.
—Estás abarcando mucho —dijo Brokelle— ¿Y qué se supone que quiere Gordon de ti?
—¿Recuperar el tiempo perdido? ¿matarme? ¿Matar a Caleb?—Lo último le hizo un nudo en la garganta. Porque sí, Caleb era un desgraciado, pero era su padre y… le quería —. ¡Yo que sé! No sé nada, ese es el problema.
—¿Qué hay de Tom? — preguntó con cierta cautela.
—Ni me hables de él —respondió la pelirroja— Digamos que ahora ni siquiera creo en que ese sea su verdadero nombre.
Brokelle se acercó a la cama, y se sentó al lado de Camille. Algo le dijo que debía posar su mano en la espalda y acariciarle a manera de consuelo, pero no era muy usual entre ellas ese tipo de contacto, y sabía que a Camille no le agradaría en lo particular.
Sólo se quedó en silencio.
Segundos más tarde el timbre de casa sonó, y Brokelle supo que no podía ser nada bueno, basándose en la última visita que tuvo a esas horas de la noche. Se apresuró a bajar los escalones, y al abrir la puerta, el rostro de Tom fue lo primero que la recibió.
—¡Brokelle! ¿Está Camille?
—Sí, está arriba —ella respondió, y justo cuando Tom hizo amago de entrar, le bloqueó el paso. A Tom se le secó la garganta. —¿A dónde crees que vas?
—Oh, mierda, no otra vez. ¡Necesito hablar con ella!
—No te dejaré que la veas —dijo Brokelle, en tono firme—. Ella no quiere hacerlo y está en todo su derecho.
—No lo entiendes, Brokelle…
—Claro que lo entiendo —dijo la rubia—. Lo entiendo a la perfección. Entiendo que está en un momento donde no tiene la certeza de nada y la persona que menos quiere ver es la cómplice de tanta confusión. ¿No harías tú lo mismo, Tom?
El aludido sólo tensó la mandíbula.
—Asumiré que eso es un sí —aseguró de inmediato—. Dile a Bill que necesito hablar con él, urgente, y no te acerques aquí a menos que Camille te lo pida, ¿entendido?
—Brokelle, por favor…
—¡¿Entendido?!
Tom tragó con dificultad, y dio un suspiro hondo y cansino. Clavó sus ojos en Brokelle, y murmuró:
—Dile…—se le cerró la garganta. No podía con tanto desasosiego—. Dile que…la quiero.
—Lo haré, Tom.
Le lanzó una última mirada, y se marchó. No porque quería, sino porque debía.





Canción: Classical Gas-Mason Williams

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1 Response to Capítulo 40 «Promesas Rotas»

2 de agosto de 2011, 4:07 p. m.

:o Que intenso estuvo!!!
Que linda Sophia viendo el Horizonte xD Y pobresito Gordon... El de veras quiere a Cam :/
Que intensa la reacción de Camille con Sarah y ella como o.O me jodí, todos se jodieron... xD
Jajaja y que gracioso como Sarah manda a Tom:
"—Creo que no fui clara —murmuró Sarah—.Ven aquí, ahora mismo." xD
U.U Sophia era una puta, la descripción de Cam estuvo fuerte pero acertada.
Jajaja Tom por boca abierta ya metió en problemas a Bill y a Gordon!!
Ya quiero el otro...

Pd: casi me vuelvo loca escuchando esa canción una y otra vez todo el capi.